sus funciones!

– Me he reintegrado yo misma como paciente.

Fernstein la miro, dubitativo. Lauren alzo orgullosamente la pierna en el aire, y Betty le confirmo al profesor que acababa de aplicarle siete puntos de sutura en el talon.

Fernstein refunfuno.

– Realmente, es usted capaz de hacer cualquier cosa por el solo placer de llevarme la contraria.

Lauren sintio deseos de replicar, pero Betty, que le daba la espalda al profesor, le hizo un gesto con los ojos para que callara. Fernstein ya habia desaparecido y sus pasos sonaban en el pasillo. Atraveso el vestibulo y aviso con tono autoritario a la recepcionista de que se iba a casa; no queria que lo molestasen, ni aunque el gobernador de California se partiera el craneo durante su sesion de gimnasia.

– ?Que le he hecho yo? -se pregunto Lauren, afectada.

– ?Te echa de menos! Desde que te suspendio, se las tiene con todo el mundo. Aqui todos le molestan, excepto tu.

– Vaya, pues preferiria que no me echase tanto de menos, ?has oido como me ha hablado?

Betty recogio las vendas sobrantes y las guardo en los cajones del armario.

– ?Pues tu, querida, tampoco puede decirse que andes corta de vocabulario! El vendaje ya esta listo, puedes ir a corretear por donde te plazca, excepto en las plantas superiores de este hospital.

– ?Crees que lo habran bajado a su habitacion?

– ?A quien? -inquirio Betty con voz hipocrita mientras volvia a cerrar la puerta del botiquin.

– ?Betty!

– Ire a comprobarlo, si tu me juras que te iras de aqui en cuanto tenga la informacion.

Lauren lo prometio haciendo un gesto con la cabeza y Betty salio de la cabina de exploracion.

Fernstein atraveso el aparcamiento. El dolor lo embargo de nuevo cuando estaba a unos metros de su coche. Era la primera vez que se habia manifestado en el transcurso de una operacion. Sabia que Norma habia adivinado en sus rasgos la punzada que le mordia la parte baja del vientre. Los seis minutos que habia ganado a la intervencion solo fueron para su paciente. Gruesas gotas perlaban su frente y la vista se le nublaba un poco mas a cada paso. Un sabor metalico le invadio el paladar. Doblado, se llevo la mano a la boca, tuvo un acceso de tos y la sangre se filtro entre sus dedos. Solo unos metros mas, rezaba Fernstein para que el vigilante no lo viera. Se apoyo en la puerta y busco el mando a distancia en el bolsillo. Reuniendo las pocas fuerzas que le quedaban, se sento detras del volante y espero a que pasara la crisis. El paisaje desaparecio detras de un velo opaco.

Betty no estaba. Lauren se deslizo al pasillo y renqueo hacia el vestuario. Abrio una taquilla y se llevo la primera bata que encontro, antes de volver a salir tan discretamente como habia entrado. Abrio una puerta de servicio, atraveso un largo corredor donde multitud de conductos desfilaban por encima de su cabeza y aparecio en el servicio de pediatria, en otra ala del edificio. Cogio los ascensores de la parte oeste hasta la tercera planta, tomo un pasadizo, solo para el personal medico en sentido inverso y, por fin, salio al servicio de neurologia. Se detuvo ante la puerta de la habitacion numero 307.

Paul se puso de pie de un salto con el rostro aturdido por la inquietud. Pero la sonrisa de Betty, que se dirigia hacia el, era apaciguadora.

– Lo peor ya ha pasado -dijo.

La intervencion se habia desarrollado bien y Arthur ya descansaba en su habitacion. Ni siquiera tuvo que quedarse en reanimacion. El incidente de esa noche no era mas que una pequena complicacion postoperatoria sin consecuencias.

Podria hacerle una visita al dia siguiente. Paul habria querido quedarse toda la noche a su lado, pero Betty lo tranquilizo de nuevo: no habia ningun motivo para preocuparse. Ella tenia su numero y lo llamaria si sucedia cualquier cosa.

– Pero ?me promete que no le ocurrira nada grave? -presunto Paul con voy, febril.

– Venga -dijo Onega, cogiendolo del brazo-, vamonos a casa.

– Todo esta bajo control -afirmo Betty-, vaya a descansar, esta usted blanco como el papel. Una noche de sueno le sentara de maravilla. Yo me ocupare de el.

Paul cogio la mano de la enfermera y la sacudio energicamente, deshaciendose en agradecimientos y disculpas, mientras Onega casi tenia que empujarle a la fuerza hasta la salida.

– ?Si lo llego a saber me quedo con el papel de mejor amigo! ?Eres mucho mas expresivo en este terreno! - dijo ella, mientras atravesaban el aparcamiento.

– Nunca he tenido ocasion de cuidarte estando enferma -contesto el con una espantosa mala fe al tiempo que le abria la puerta.

Paul se instalo detras del volante y miro con perplejidad el coche que estaba aparcado al lado del suyo.

– ?No arrancas? -pregunto Onega.

– Mira a ese tipo de la derecha: no tiene muy buen aspecto.

– ?Estamos en el aparcamiento del hospital y tu no eres medico! Tu tonelito de San Bernardo ya esta vacio por hoy, vamonos.

El Saab abandono su plaza y doblo la esquina de la calle.

Lauren empujo la puerta y entro en la estancia. La habitacion silenciosa estaba sumida en la penumbra. Arthur entreabrio los ojos, parecio sonreirle y se volvio a dormir al instante. Ella avanzo hasta el pie de la cama y lo miro, atenta. Algunas palabras de Santiago surgieron de su recuerdo: al abandonar la habitacion de su hija, el hombre de pelo cano se habia dado la vuelta una ultima vez para decir en espanol: «Si la vida fuese como un largo sueno, los sentimientos serian su orilla». Lauren avanzo en la penumbra, se inclino sobre el oido de Arthur y murmuro: -Hoy he tenido un ensueno muy extrano. Y desde que me he despertado, sueno con volver a el, sin saber por que ni como hacerlo. Me gustaria volver a verte, alla donde duermes.

Deposito un beso en su frente y la puerta de la habitacion se cerro lentamente tras sus pasos.

Capitulo 16

El dia despuntaba sobre la bahia de San Francisco. Fernstein se reunio con Norma en la cocina, se sento a la barra, cogio la cafetera y lleno dos tazas.

– ?Llegaste tarde ayer? -dijo Norma.

– Tenia trabajo.

– En cambio, dejaste el hospital antes que yo.

– Tenia que arreglar unos asuntos en la ciudad.

Norma se volvio hacia el con los ojos enrojecidos.

– Yo tambien tengo miedo, pero tu nunca ves mi temor, solo piensas en el tuyo. ?Crees que no me aterroriza la idea de sobrevivirte?

El viejo profesor abandono su taburete y estrecho a Norma entre sus brazos.

– Lo lamento, nunca pense que morir iba a ser tan dificil.

– Te has codeado con la muerte toda tu vida.

– Con la de otros, no con la mia.

Norma sostuvo el rostro de su amante entre las palmas de las manos y poso los labios sobre su mejilla.

– Solo te pido que luches por conseguir una prorroga: dieciocho meses, un ano… aun no estoy lista.

– A decir verdad, yo tampoco.

– Entonces, acepta ese tratamiento.

El viejo profesor se aproximo a la ventana. El sol se levantaba detras de las colinas de Tiburon. Inspiro

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