poder dormir. Se vistio, se echo una gabardina encima de los hombros y salio de la habitacion.

El coche recorria los ultimos minutos de aquella larga noche, y los faros iluminaban las rayas anaranjadas y blancas que se alternaban entre cada curva tallada en la parte concava de los acantilados. Adivino a lo lejos los contornos de la propiedad y se metio por un camino de tierra batida.

Despues de una curva aparco en un hueco, escondiendo el coche detras de una hilera de cipreses. El portico verde de hierro forjado se alzaba ante ella. Empujo la verja cerrada con la cadenilla de un letrero que indicaba la direccion de una agencia inmobiliaria de la bahia de Monterrey. Lauren se deslizo entre los dos batientes.

Contemplo el paisaje que la rodeaba. Largas franjas de tierra ocre, donde habia plantados algunos pinos pinoneros y platanos, secuoyas, granados y algarrobos, parecian extenderse hasta el mar. Subio por la pequena escalera de piedra que bordeaba el camino y, a mitad del trayecto, adivino a su derecha los restos de una rosaleda. El jardin estaba abandonado, pero una multitud de perfumes entremezclados despertaban a cada paso un carrusel de recuerdos. Las hojas de los arboles vibraban por el viento ligero del alba.

Delante de ella, vio la casa de los postigos cerrados. Avanzo hacia la escalinata, subio los peldanos y se detuvo bajo el porche. El oceano parecia querer destrozar las rocas, y las olas acarreaban montones de algas entrelazadas con espinos.

El viento echo hacia atras sus cabellos.

Rodeo la casa, buscando el modo de entrar en ella. Acaricio la fachada con la mano y sus dedos se detuvieron en un calce, en la parte inferior de un postigo. Lo retiro y el panel de madera se abrio, chirriando al girar sobre sus goznes.

Lauren apoyo la cabeza contra el cristal. Intento levantar la ventana de guillotina; insistio, desencajando ligeramente el armazon, que cedio y se deslizo sobre sus rieles. Ya nada le impedia colarse en el interior.

Cerro otra vez el postigo y la ventana detras de ella. Luego atraveso el pequeno despacho, lanzo una mirada furtiva a la cama y salio.

Fue avanzando con paso lento por el pasillo; detras de las paredes, cada estancia contenia un secreto. Y Lauren se preguntaba si aquella sensacion intima surgia de un relato escuchado en una habitacion de hospital, o si venia aun de mas lejos.

Entro en la cocina y su corazon latia cada vez mas fuerte; miro a su alrededor con los ojos humedos. Encima de la mesa, una vieja cafetera italiana le resulto familiar. Vacilo, cogio el objeto y lo acaricio antes de dejarlo otra vez.

La siguiente puerta daba al salon. Un largo piano dormia en la oscuridad del lugar. Se aproximo con paso timido y se sento en el taburete; sus dedos posados sobre el teclado hilvanaron las primeras y fragiles notas del «Claro de luna» de Werther. Se arrodillo sobre la alfombra e hizo vagar su mano sobre la superficie de lana.

Repaso cada rincon, subio a la planta y fue de habitacion en habitacion; y poco a poco, los recuerdos de la casa se transformaron en instantes presentes.

Un poco mas tarde, bajo y regreso al despacho. Miro la cama, se acerco paso a paso al armario y extendio la mano. Apenas lo habia rozado cuando el pomo empezo a girar. Bajo sus ojos, brillaban los dos cierres de una pequena maleta negra.

Lauren se sento cruzando las piernas, corrio los dos pestillos y la maleta se abrio.

Su interior estaba a rebosar de objetos de todos los tamanos: contenia cartas, algunas fotografias, un avion de pasta de sal, un collar de conchas, una cuchara de plata, dos patucos de bebe y un par de gafas de sol infantiles. Habia un sobre de papel Rives que llevaba su nombre. Lo cogio, lo olio, lo despego y se puso a leer.

A lo largo de las palabras que iba descubriendo con mano temblorosa, los fragmentos de recuerdos recompusieron por fin la historia…

Avanzo hasta la cama y apoyo la cabeza en la almohada para leer una y otra vez la ultima pagina, que decia: «… Y asi termina la historia, con tus sonrisas y el tiempo que dura una ausencia. Todavia oigo tus dedos sobre el piano de mi infancia. Te busque por todas partes, incluso las mas lejanas. Te encontre, y este donde este, siempre me duermo con tu mirada. Tu carne era mi carne. Con nuestras mitades habiamos inventado promesas; juntos, eramos nuestros mananas. Desde ahora, se que los suenos mas locos se escriben con la tinta del corazon. He vivido alli donde los recuerdos se construyen entre dos, al abrigo de las miradas, en el secreto de una sola confidencia donde tu aun reinas.

»Tu me diste lo que yo no sospechaba: un tiempo donde cada segundo de ti contara en mi vida mucho mas que cualquier otro segundo. Yo pertenecia a todos los pueblos, pero tu inventaste un mundo. ?Te acordaras al gundia? Te he querido como nunca imagine que fuese posible. Entraste en mi vida como se entra en el verano.

»No siento ira ni arrepentimiento. Los momentos que tu me has dado llevan un nombre: la maravilla. Todavia lo llevan, y estan hechos de tu eternidad. Incluso sin ti, nunca mas volvere a estar solo, ya que tu existes en algun lugar.

Arthur»

Lauren cerro los ojos y apreto la hoja contra ella. Algo mas tarde, el sueno que la habia esquivado por fin la invadio.

Era mediodia y una luz dorada se filtraba por entre las persianas. Los neumaticos de un coche crujieron sobre la grava, justo delante del porche. Lauren se sobresalto. Enseguida busco un sitio donde esconderse.

– Voy a buscar la llave y vengo a abrirte -dijo Arthur mientras abria la puerta del Saab.

– ?No quieres que vaya yo? -propuso Paul.

– No, tu no sabrias abrir el postigo, tiene truco.

Paul descendio del coche, abrio el maletero y saco la caja de herramientas.

– ?Que estas haciendo? -pregunto Arthur al tiempo que se alejaba.

– Voy a desmontar el letrero de «Se vende»: tapa la vista.

– Un minuto y te abro -repitio Arthur, alejandose hacia el postigo cerrado.

– ?Tomate tu tiempo, amigo! -contesto Paul, con una llave inglesa en la mano.

Arthur cerro la ventana y fue a recuperar la llave que habia en la maleta negra. Abrio la puerta del armario y se sobresalto. Un pequeno mochuelo blanco lo miraba en la oscuridad desde el extremo de un brazo y con la mirada al abrigo de un par de gafas infantiles que Arthur reconocio de inmediato.

– Creo que ya esta curado, nunca mas le dara miedo la luz del dia -dijo una voz timida oculta entre las sombras.

– Me lo creo: yo llevaba esas gafas, y con ellas se ven maravillas de colores.

– ?Eso parece! -contesto Lauren.

– Sobre todo, no me gustaria ser indiscreto, pero ?que estais haciendo ahi los dos?

Ella avanzo un paso y salio de la oscuridad.

– Lo que voy a decirte no es facil de entender y es imposible de aceptar, pero si quieres escuchar nuestra historia, si quieres confiar en mi, entonces tal vez acabes por creerme, y eso es muy importante, porque ahora lo se: eres la unica persona del mundo con quien puedo compartir este secreto.

Y Arthur entro por fin en el armario…

Epilogo

Paul y Onega se mudaron en navidades a un apartamento frente a Marina.

La senora Kline gano el torneo de bridge de la ciudad y, el verano siguiente, el del estado de California. Se atrevio con el poquer. En el momento de escribir estas lineas, esta disputando la semifinal del campeonato nacional en Las Vegas.

El profesor Fernstein murio en la habitacion de un hotel de Paris. Norma lo llevo a Normandia para que descansara no muy lejos de su tio caido en territorio frances un dia de junio de 1944.

George Pilguen y Nathalia se casaron en una pequena capilla veneciana. En Da Ivo, una maravillosa y pequena trattoria, cenaron sin saberlo frente al doctor Lorenzo Granelli. Ahora prosiguen su largo viaje por Europa. La

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