reverbero metalico. Era una de las raras ocasiones en que demostraba su irritacion. El doctor Tierney, nativo de Georgia, era un cortes caballero que creia que las damas debian comportarse como tales. No disfrutaba trabajando con la quisquillosa Jane Rizzoli.

El asistente de la morgue acerco una bandeja de instrumentos quirurgicos a la mesa, y sus ojos se cruzaron brevemente con los de Moore, como diciendo: «?Esta mujer es imposible!»

– Lamento lo de tu viaje de pesca -le dijo Tierney a Moore-. Da la sensacion de que tus vacaciones han sido canceladas.

– ?Estas seguro de que se trata nuevamente de nuestro muchacho?

Como respuesta, Tierney alcanzo el extremo del lienzo y tiro para atras, revelando el cadaver.

– Su nombre es Elena Ortiz.

Si bien Moore se habia preparado para esta vision, la primera imagen de la victima tuvo el impacto de un golpe fisico. El pelo negro de la mujer, pegoteado de sangre, resaltaba como agujas de puercoespin contra una cara del color de un marmol con vetas azules. Tenia los labios entreabiertos, como congelados en medio de una frase. Ya habian lavado la sangre del cuerpo y sus heridas se abrian en rasgaduras purpureas sobre la tela gris de la piel. Habia dos heridas visibles. Una era un corte profundo alrededor de la garganta, que se extendia debajo de la oreja izquierda, pasaba por la arteria carotida izquierda y dejaba al descubierto el cartilago laringeo. El coup de grace. El segundo corte se ubicaba en el bajo vientre. Esa herida no estaba destinada a matar; habia servido a un proposito completamente distinto.

Moore trago saliva.

– Ya veo por que interrumpieron mis vacaciones.

– Esta vez yo estoy a cargo -dijo Rizzoli.

Advirtio la nota de amenaza en su declaracion; ella protegia su terreno. Comprendio por que. Las constantes recriminaciones y el escepticismo que debian afrontar las mujeres policias hacia que se ofendieran con facilidad. En realidad no tenia intenciones de desafiarla. Deberian trabajar juntos en esto, y el juego recien comenzaba como para ya estar batallando por el dominio de la situacion.

Tuvo el cuidado de mantener un tono respetuoso.

– ?Podrias ponerme al tanto de los hechos?

Rizzoli hizo un breve gesto de asentimiento.

– La victima fue encontrada a las nueve de esta manana, en su departamento de Worcester Street, en el South End. Por lo general comenzaba a trabajar a las seis de la manana en Celebration Florists, a unas pocas cuadras de su casa. Un negocio familiar, regenteado por sus padres. Como no aparecio, ellos se preocuparon. Su hermano fue a buscarla. La encontro en el dormitorio. El doctor Tierney estima que el momento del deceso se produjo entre la medianoche y las cuatro de la manana. De acuerdo con la familia, no tenia novio, y nadie en el edificio recuerda haber visto a una visita masculina. No era mas que una chica catolica que trabajaba duro.

Moore observo las munecas de la victima.

– Fue inmovilizada.

– Si. Con tela adhesiva en las munecas y los tobillos. La encontraron desnuda. Solo llevaba unos articulos de joyeria.

– ?Que clase de joyas?

– Una cadena. Un anillo. Aros. El alhajero de la habitacion estaba intacto. El movil no fue el robo.

Moore miro un hematoma horizontal a lo largo de la cadera de la victima.

– Tambien le inmovilizaron el torso.

– Tela adhesiva alrededor de la cintura y en los muslos. Y tambien en la boca.

Moore dejo escapar un profundo suspiro.

– ?Dios! -Observando a Elena Ortiz lo asalto el confuso recuerdo de otra joven mujer. Otro cadaver, una rubia, con cortes rojo carne atravesando el cuello y el abdomen.

– Diana Sterling -murmuro.

– Ya consegui el informe de la autopsia de Sterling -dijo Tierney-. En caso de que necesites revisarlo.

Pero Moore no lo necesitaba; el caso Sterling, en el que habia sido detective en jefe, nunca se habia apartado demasiado de su mente.

Un ano atras, Diana Sterling, de treinta anos, empleada de la agencia de viajes Kendall y Lord, habia sido descubierta desnuda y atada a su cama con tela adhesiva. La garganta y el bajo vientre habian sido cortados. El asesinato seguia sin resolverse.

El doctor Tierney dirigio la luz hacia el abdomen de Elena Ortiz. Ya se habia limpiado la sangre, y los bordes de la incision eran de un rosa palido.

– ?Hay rastros de evidencia? -pregunto Moore.

– Recogimos unas pocas fibras antes de lavarla. Habia un cabello adherido al margen de la herida.

Moore levanto la vista con subito interes.

– ?De la victima?

– Mucho mas corto. Castano claro.

El pelo de Elena Ortiz era negro.

Rizzoli dijo:

– Ya pedimos muestras de cabello de todos los que estuvieron en contacto con el cuerpo.

Tierney dirigio su atencion a la herida.

– Lo que tenemos aqui es un corte transversal. Los cirujanos lo llaman una incision Maylard. La pared abdominal fue cortada capa por capa. Primero la piel, luego la capa superficial, luego el musculo, y por ultimo el peritoneo pelvico.

– Igual que Sterling -dijo Moore.

– Si. Igual que Sterling. Pero hay algunas diferencias.

– ?Que diferencias?

– En Diana Sterling habia algunas irregularidades en la incision, lo que indica vacilacion, o duda. Eso no se ve aqui. ?Ves con que prolijidad ha sido cortada la piel? No hay una sola melladura. Hizo esto con absoluta confianza. -Los ojos de Tierney se encontraron con los de Moore.

– Nuestro individuo esta aprendiendo. Ha mejorado su tecnica.

– Es el mismo sujeto desconocido -dijo Rizzoli.

– Hay mas similitudes. ?Ves este borde cuadrado al final de la herida? Indica que el instrumento se movio de derecha a izquierda. Como Sterling. La hoja utilizada en esta herida es de un filo liso, no serrado. Como la hoja utilizada con Sterling.

– ?Un escalpelo?

– Podria ser un escalpelo. La prolija incision me dice que no hubo tercedura de la hoja. La victima estaba inconsciente o tan bien atada que no se podia mover, no podia luchar. No pudo hacer que la hoja se desviara en su trayecto rectilineo.

Barry Frost parecia tener ganas de vomitar.

– Oh, Jesus. Por favor diganme que ya estaba muerta cuando el le hizo esto.

– Me temo que no fue una herida post mortem. -Solo los ojos verdes de Tierney aparecian por encima del barbijo, y se veian enojados.

– ?Hubo sangrado antes de la muerte? -pregunto Moore.

– Derrame en la cavidad pelvica. Lo que significa que su corazon todavia bombeaba sangre. Todavia estaba viva cuando este… procedimiento tuvo lugar.

Moore observo las munecas, rodeadas de moretones. Habia moretones similares en ambos tobillos, y una franja de petequia -puntitos de hematoma en la piel- extendida alrededor de la cadera. Elena Ortiz habia forcejeado contra sus ataduras.

– Hay otra evidencia de que estaba viva durante el corte -dijo Tierney-. Mete tu mano dentro de la herida, Thomas. Creo que se lo que vas a encontrar.

De mala gana Moore introdujo su mano enguantada dentro de la herida. La carne estaba fria, congelada tras varias horas de refrigeracion. Le recordo lo que se sentia al meter la mano en la carcasa de un pavo para quitar el paquete de menudos. Metio la mano hasta la altura de su muneca, los dedos explorando los margenes de la herida. Esta exploracion de la parte mas privada de la anatomia femenina era una violacion intima. Evito mirar la cara de Elena Ortiz. Era la unica forma en que podia considerar sus restos mortales con distanciamiento, la unica

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