Hope corrio hacia la ventana, nerviosa. Tres pisos mas abajo esperaba el coche que iba al aeropuerto, mientras Tom, el mayordomo, ayudaba al chofer a cargar las maletas.

Lily la siguio a la ventana.

– Ya es la hora. No se como voy a soportar estar tan lejos de ti.

Hope respiro profundamente. La dominaba una intensa alegria. Estaba a punto de ser libre. Unos minutos mas y no tendria que volver a ver a su madre, ni aquella casa. Tuvo que contenerse para no reir.

Su madre suspiro, ajena a los pensamientos de su hija, y dio un paso atras.

– Sera mejor que nos vayamos.

– Si, mama.

Hope tomo la maleta y acompano a su madre escaleras abajo. Las chicas estaban esperando en el recibidor para despedirse. Todas abrazaron a la nina, la besaron, y le hicieron prometer que escribiria pronto.

La mas joven de todas, una adolescente no mucho mayor que Hope, le dio una manzana, tan roja como apetecible.

– Toma -dijo, con los ojos llenos de lagrimas-. Por si tienes hambre mas tarde.

Hope acepto el ofrecimiento de la joven como si al hacerlo estuviera recibiendo el fruto prohibido, como si quemara en sus manos. Quiso salir corriendo, pero se obligo a mirarla a los ojos.

– Muchas gracias, Georgie. Es todo un detalle por tu parte.

Hope salio al exterior, con su madre al lado. La brisa del rio era humeda y calida. Tenia la impresion de que la estaba limpiando de aquella casa y de su propia historia.

Su madre la abrazo y dijo, emocionada:

– Mi nina, te voy a echar tanto de menos…

Hope estuvo a punto de apartarse de ella y salir corriendo hacia el coche. Pero permitio que su madre la besara por ultima vez, no sin antes prometerse que no volveria a permitir tan «vil» contacto. El contacto del «pecado».

El conductor se aclaro la garganta y Hope se aparto al fin de su madre.

– Tengo que marcharme, mama.

– Lo se -dijo, entre lagrimas-. Llamame cuando llegues.

– Lo hare -mintio-. Lo prometo.

La nina empezo a caminar hacia el vehiculo, contando los pasos que daba. Y con cada paso, tenia la impresion de que se alejaba un poco mas de todo aquello. El chofer abrio la puerta para que pudiera entrar. Hope se detuvo un momento y se dio la vuelta para contemplar por ultima vez la mansion y ver a su madre y a las chicas que se agolpaban en el umbral de la casa. Satisfecha, sonrio.

Aquel dia abandonaba por fin la «oscuridad» para volver a nacer con el nombre de Hope Penelope Perkins. Dejo caer la manzana al suelo y acto seguido entro en el coche.

LIBRO 1

HOPE

Capitulo 1

Nueva Orleans, Luisiana 1967

Un intenso olor a flores impregnaba el ambiente, dominandolo todo con su dulzura. Pero el aroma se mezclaba con los olores de la seccion de maternidad, y el resultado final era tan original como repugnante. Sin embargo, el nacimiento del primer hijo de Philip Saint Germaine III fue recibido con todo tipo de parabienes.

La alegria del momento resultaba comprensible. A fin de cuentas el nino heredaria la fortuna de la familia y su posicion social. Algun dia se haria cargo del Saint Charles, el pequeno hotel de lujo que habia edificado en 1908 el primer Philip Saint Germaine.

Para aquel bebe, nada era demasiado.

Hope miro al recien nacido, que descansaba en una cuna junto a la cama. Vacilaba con amargura entre la desesperacion y la decepcion. Esperaba que fuera un nino. Habia rezado hasta la extenuacion y hasta habia hecho todo tipo de penitencias para conseguirlo. Estaba tan segura de que tanta oracion conseguiria su objetivo que ni siquiera habia pensado en posibles nombres para una nina.

Pero no habia obtenido lo que deseaba, y Hope lo interpreto como una especie de castigo divino. Habia dado a luz una nina. Como su madre y su abuela, como todas las Pierron en mas generaciones de las que podia recordar.

Respiro profundamente. Al parecer no habia conseguido escapar del legado de las Pierron. Aunque durante algun tiempo se las hubiera arreglado para creer que lo habia conseguido. En los ocho anos transcurridos desde que abandonara la mansion de River Road, habia logrado todos sus objetivos. No solo habia superado el estigma de ser hija de una prostituta, sino que se habia casado con Philip Germaine III, un hombre rico que pertenecia a una familia tan poderosa como aparentemente impecable. Se habia convertido en una de las damas mas influyentes de Nueva Orleans.

Sin embargo acababa de comprender que no habia logrado escapar del pasado, aunque lo hubiera dejado atras. La maldicion de las Pierron pesaba sobre ella.

La nina ya mostraba todos los signos de una postrera belleza. De piel clara y ojos azules, su pelo era de un negro aterciopelado. Como todas las Pierron, tendria la habilidad de volver locos a los hombres y llevaria en sus entranas un fuego intenso que Hope interpretaba como algo negativo y pecaminoso.

Al pensarlo, se estremecio. Ella misma albergaba sentimientos inconfesables de pasion. Y de vez en cuando la tentaba la necesidad de liberarlos.

Philip entro en la habitacion con una sonrisa en los labios y un enorme ramo de rosas en la mano.

– Carino, es preciosa. Es perfecta. Estoy tan orgulloso de ti…

Su marido se inclino sobre la cama y la beso en la frente con cuidado de no hacer ruido, para no despertar al bebe.

Hope aparto la cara. Temia que pudiera notar sus sentimientos, la profundidad de su decepcion.

– ?Que ocurre? -pregunto el, mientras se sentaba en la cama-. Hope, carino, se que querias darme un hijo, pero no importa. Nuestra pequena es la nina mas bonita que haya visto nunca.

Hope intento controlarse, pero no pudo evitar derramar una solitaria lagrima.

– No llores, mi amor. No importa, de verdad. ?Es que no te das cuenta? Ademas, tendremos mas hijos. Muchos mas.

El dolor que sentia era casi insoportable. Hope creia saber que no podria tener mas hijos. Ninguna Pierron habia tenido mas de uno, y siempre habia sido una nina.

Se aferro a la solapa de su chaqueta. Deseaba compartir con el su desesperacion, pero sabia que se horrorizaria al conocer la verdad sobre su «perfecta» esposa y sobre su hija.

En silencio, se juro que no llegaria a saberlo. Apreto la cara contra su hombro e inhalo el olor a lluvia que impregnaba sus prendas. Nadie lo sabria nunca.

– Ojala que mis padres hubieran vivido lo suficiente para verla -susurro ella-. Es tan injusto y a veces duele tanto que apenas puedo soportarlo.

– Lo se, carino.

Durante unos segundos, Philip no hizo nada salvo abrazarla. Acto seguido se aparto, sonrio, y saco una cajita del bolsillo. Llevaba el sello de uno de los joyeros mas famosos de Nueva Orleans.

– Tengo algo para ti.

Hope abrio la caja con dedos temblorosos. En su interior, y envuelto en un pedazo de terciopelo blanco, habia un precioso collar de perlas que se puso de inmediato.

– Son exquisitas -dijo.

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