[127] No creo necesario advertir que este cadaver es una presencia eidetica, no espectral: el nino y Heracles no pueden verlo, de igual forma que no pueden ver los signos de puntuacion del texto de la obra, por ejemplo. (N. del T.)

[128] Lo siento, Heracles, amigo mio. ?Que puedo hacer para aliviarte? Necesitabas una frase, y yo, como traductor omnipotente, era capaz de ofrecertela… ?Pero no debo hacerlo! El texto es sagrado, Heracles. Mi trabajo es sagrado. Tu me suplicas, me animas a prolongar la mentira… «Es muy facil mentir con palabras», dices. Tienes razon, pero no puedo ayudarte… No soy escritor sino traductor… Es mi deber advertirle al paciente lector que la respuesta de Etis ha sido invencion mia, y pido disculpas por ello. Retrocedere unas lineas y escribire, ahora si, la respuesta original del personaje. Lo siento, Heracles. Lo siento, lector. (N. del T.)

[129] El error de la profecia de Etis es obvio: las creencias religiosas, afortunadamente, han tomado otros derroteros. (N. de T.)

[130] Es grotesco: el cuerpo del repugnante Menecmo se convierte en la muchacha del lirio al morir. Este juego cruel con las imagenes eideticas me trastorna. (N. del T.)

[131] Escribo esta nota frente a el. La verdad, no me importa, pues casi me he acostumbrado a su presencia.

Entro, coincidente como siempre, cuando yo acababa de traducir el final de este penultimo capitulo y me disponia a descansar un poco. Al escuchar un ruido en la puerta, me pregunte que mascara traeria esta vez. Pero no traia ninguna. Por supuesto que lo reconoci de inmediato, pues su imagen es celebre en el gremio: el pelo blanco cayendole hasta los hombros, la frente despejada, las lineas de la vejez bien marcadas sobre el rostro, una difusa barba…

– Como ves, pretendo ser sincero -me dijo Montalo-. Tu tenias razon hasta cierto punto, asi que no voy a ocultarme por mas tiempo. En efecto, fingi mi muerte y me retire a este pequeno escondite, pero segui el rastro de mi edicion, pues deseaba saber quien la traduciria. Cuando te localice, estuve vigilandote hasta que, por fin, logre traerte aqui. Tambien es verdad que he jugado a amenazarte para que no perdieras el interes por la obra… como cuando imite las palabras y gestos de Yasintra… Todo eso es cierto. Pero te equivocas si piensas que yo soy el autor de La caverna de las ideas.

– ?Y a esto lo llamas ser sincero? -replique.

Respiro profundamente.

– Te juro que no miento -dijo-. ?Por que iba a querer secuestrarte para que trabajaras en mi propia obra?

– Porque necesitabas un lector -respondi tranquilamente-. ?Que hace un autor sin un lector?

Montalo parecio divertido con mi teoria. Dijo:

– ?Tan malo soy, que debo secuestrar a alguien para que lea lo que escribo?

– No, pero ?que es leer? -replique-. Una tarea invisible. Mi padre era escritor, y lo sabia: cuando escribes, creas unas imagenes que, despues, iluminadas por ojos ajenos, se muestran bajo otras formas, impensables para el creador. ?Tu, sin embargo, necesitabas conocer la opinion del lector dia a dia, porque pretendes probar con tu obra la existencia de las Ideas!

Montalo sonrio con cierta nerviosa afabilidad.

– Es verdad que durante muchos anos quise probar que Platon tenia razon cuando afirmaba que las Ideas existen -reconocio-, y que, por ello, el mundo es bueno, razonable y justo. Y creia que los libros eideticos podian suministrarme esa prueba. Nunca tuve exito, pero tampoco recibi grandes decepciones… hasta que encontre el manuscrito de La caverna, oculto y olvidado en los anaqueles de una vieja biblioteca… - hizo una pausa, y su mirada se perdio en la oscuridad de la celda-. Al principio, la obra me entusiasmo… Percibi, como tu, las sutiles imagenes que albergaba: el habil hilo conductor de los Trabajos de Hercules, la muchacha del lirio… ?Estaba cada vez mas seguro de que habia hallado, por fin, el libro que habia estado buscando durante toda mi vida!…

Volvio sus ojos hacia mi, y adverti su profunda desesperacion.

– Pero entonces… empece a percibir algo extrano… La imagen del «traductor» me confundia… Quise creer que, como un novato cualquiera, habia mordido un «cebo» y estaba dejandome arrastrar por el texto… Sin embargo, conforme avanzaba en la lectura, mi mente rebosaba de misteriosas sospechas… No, no era un simple «cebo», habia algo mas… Y cuando llegue al ultimo capitulo… lo supe.

Hizo una pausa. Su palidez era espantosa, como si hubiera muerto el dia anterior. Prosiguio:

– Descubri la clave de repente… Y comprendi que La caverna de las ideas no solo no constituia una prueba de la existencia de ese mundo platonico bondadoso, razonable y justo, sino que, por el contrario, era una prueba de lo opuesto -y de repente, estallo-: ?Si, aunque no me creas: esta obra demuestra que nuestro universo, este espacio ordenado y luminoso repleto de causas y efectos y gobernado por leyes justas y piadosas, no existe!…

Y mientras lo veia jadear, su rostro convertido en una nueva mascara de labios tremulos y mirada extraviada, pense (y no me importa escribirlo, aunque Montalo lo lea): «Esta completamente loco». Entonces parecio recobrar la compostura y anadio, gravemente:

– Tal fue mi horror ante este hallazgo que quise morir. Me encerre en casa… Deje de trabajar y me negue a recibir visitas… Se empezo a comentar que me habia vuelto loco… ?Y quiza fuera cierto, porque a veces la verdad es enloquecedora!… Incluso valore la posibilidad de destruir la obra, pero ?que ganaria con ello, si yo ya la conocia?… De modo que opte por una solucion intermedia: tal como sospechabas, la idea del cuerpo destrozado por los lobos me sirvio para fingir mi muerte con el cadaver de un pobre viejo, al que vesti con mis ropas y desfigure… Despues elabore una version de La caverna respetando el texto original y reforzando la eidesis, pero sin mencionarla explicitamente…

– ?Por que? -lo interrumpi.

Por un instante me miro como si fuera a golpearme.

– ?Porque queria comprobar si su futuro lector hacia el mismo descubrimiento que yo, pero sin mi ayuda! ?Porque aun cabe la posibilidad, por pequena que sea, de que yo este equivocado! -sus ojos se humedecieron al anadir-: Y si es asi, y ruego por que lo sea, el mundo… nuestro mundo… se habra salvado.

Intente sonreir, pues recorde que a los locos se les debe tratar con mucha amabilidad:

– Por favor, Montalo, basta ya -dije-. Esta obra es un poco extrana, lo reconozco, pero no tiene nada que ver con la existencia del mundo… ni con el universo… ni siquiera con nosotros. Es un libro, nada mas. Por muy eidetico que sea, y por mucho que nos obsesione a ambos, no podemos llevar las cosas demasiado lejos… Yo lo he leido casi todo y…

– Aun no has leido el ultimo capitulo -dijo.

– No, pero lo he leido casi todo y no…

– Aun no has leido el ultimo capitulo -repitio.

Trague saliva y contemple el texto abierto sobre el escritorio. Volvi a observar a Montalo.

– Bien -propuse-, haremos lo siguiente: terminare mi traduccion y te demostrare que… que se trata de una simple fantasia, mas o menos bien escrita, pero…

– Traduce -pidio.

No he querido enfadarle. Por eso he obedecido. El sigue aqui, y observa lo que escribo. Comienzo la traduccion del ultimo capitulo. (N. del T.)

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