tenia un poder destructivo, retorcido y oculto. Nunca en mi vida me habia sentido asi, como si estuviera por disparar un arma. Sabia que de un modo u otro le haria un dano, mas alla del dinero que debiera pagarme. Estuve a punto de retroceder y creo que si hubiera dejado pasar un dia, no la habria enviado. Pero ya habia llegado hasta ahi y todavia me sentia humillada. Me parecia terriblemente injusto que me hubiera quedado sin mi trabajo, cuando siempre habia sido impecable con el. Hasta cierto punto me parecia correcto que el debiera pagar con algo.

– Asi que enviaste la carta documento.

– Si.

Su mirada estaba perdida otra vez. No habia tomado mas que aquel primer sorbo de su cafe y habia dejado la taza a un costado. Me pregunto si podia encender un cigarrillo. Le alcance un cenicero de la cocina y espere a que volviera a hablar, pero el humo solo parecia llevarla mas adentro de si, a un pliegue oscuro de su memoria.

– Enviaste la carta… ?y que ocurrio?

– Nunca contesto esa primera carta. Me llego el aviso de retorno: la habia recibido, la habia leido, pero no hubo ninguna respuesta. Cuando habia pasado casi un mes mi madre se decidio a llamar a la abogada. Mucho mejor para nosotras, le dijo ella: o bien todavia no nos tomaba en serio, o bien estaba muy mal asesorado. Pero yo tuve, otra vez, un mal presentimiento. Habia trabajado durante casi un ano con el. Una vez me preguntaste como era. Creia en ese momento que era el hombre mas inteligente que iria a conocer nunca, pero a la vez habia algo en el que a veces parecia a punto de emerger, algo siniestro, implacable. La ultima persona que quisiera tener enfrente como enemigo. Lo que yo presentia es que aquella carta habia sido una declaracion de guerra y que veria aparecer contra mi lo peor de el. Estaba asustada por lo que habia hecho y empece a tener algunas ideas… persecutorias.

Despues de todo, el tenia mi direccion, mi telefono. Habiamos llegado a tener cierta familiaridad, sabia muchisimas cosas de mi. Pense que quiza no respondiera a la carta documento porque estaba planeando otra clase de respuesta, una venganza personal. Pero la abogada volvio a tranquilizarme. Si el era verdaderamente inteligente y estaba casado, me dijo, haria lo unico que podia hacer: pagar. Y cuanto mas demorara en contestarnos, mas aumentaria la cuenta. Me dicto una segunda carta documento, identica a la primera, pero con una suma todavia mayor, porque reclamabamos tambien el sueldo que correspondia a aquel mes sin contestacion. Esto parecio tener efecto inmediato. Recibimos su primera respuesta, escrita evidentemente por otro abogado. Rechazaba todo. Era una lista de negaciones. Rechazaba incluso que yo hubiera trabajado alguna vez para el o que me conociera. La abogada dijo que no debia preocuparme. Era la respuesta legal tipica, solo significaba que Kloster habia entendido que las cosas iban en serio y se habia buscado un abogado. Ahora debiamos esperar la primera audiencia de conciliacion y pensar cual era la suma con la que nos bajariamos de la demanda. Yo me tranquilice; finalmente todo parecia casi un tramite impersonal, burocratico.

– Asi que fuiste a la audiencia de conciliacion.

Luciana asintio con la cabeza.

– Le pedi a mi madre que me acompanara porque temia un poco volver a enfrentarme con el. Pasaron diez minutos de la hora fijada y Kloster no aparecia. La abogada nos dijo por lo bajo, como si fuera una pequena maldad divertida, que debia estar ocupado en otro juicio mas importante: el de divorcio. Nos conto entonces que una colega amiga de ella representaba a la esposa de Kloster. Aparentemente la mujer de Kloster habia leido la carta documento que enviamos, con esa primera linea del acoso sexual, y habia decidido separarse de inmediato. Habian presentado una demanda millonaria. Y su amiga si que era malisima, nos dijo la abogada: Kloster quedaria en la calle. Yo escuchaba todo esto petrificada: era algo que ni siquiera hubiera pensado que podia ocurrir. Pasaron otros cinco minutos y aparecio por fin el abogado de Kloster, un hombre que parecia tranquilo y civilizado. Dijo que tenia instrucciones para ofrecernos dos meses de sueldo por toda indemnizacion. Mi abogada rechazo aquello de plano, sin ni siquiera consultarme, y se fijo la segunda audiencia de conciliacion para un mes mas adelante. Eso daria a todos, dijo la mediadora, un tiempo para reflexionar y tratar de acercar posiciones. Cuando salimos le pregunte a mi madre si no deberiamos desistir de todo el asunto. Yo no habia querido que las cosas llegaran tan lejos: nunca me hubiera imaginado que terminaria por destruir su matrimonio. Mi madre se enojo conmigo: no podia entender que ahora yo me compadeciera de el. Evidentemente ese matrimonio estaba destruido desde mucho antes si el habia intentado aquello conmigo. No dije nada mas: en realidad, mas que arrepentida, yo estaba asustada. Mis peores presentimientos se estaban cumpliendo. Visto a la distancia, el solo habia querido darme un beso. Habia algo desproporcionado en las consecuencias, algo fuera de control. A medida que pasaban los dias estaba cada vez mas intranquila: solo queria llegar a la proxima audiencia y que terminara todo. Estaba dispuesta a enfrentar a mi madre y a mi propia abogada para que aceptaramos cualquier nueva propuesta que nos hicieran. Un dia antes de la fecha me llamo la mediadora: queria avisarme que deberiamos posponer una semana la audiencia. Le pregunte, fastidiada, por que. Me dijo que era a solicitud de la otra parte. Pregunte si ellos podian cambiar por su cuenta las fechas. Me dijo que si, en un caso extremo, y bajo la voz. Habia muerto la hijita de Kloster. Yo no podia creerlo y a la vez, extranamente, si lo crei, y lo acepte, en toda su desolacion, como si fuera la consecuencia logica, final, como si esto fuera lo que en realidad habia empezado a ocurrir cuando envie la carta. Creo que quede enmudecida por un rato en el telefono hasta que logre preguntarle como habia sido. La mediadora no sabia mas que lo que le habia dicho el abogado de el: aparentemente un accidente domestico. Cuando colgue fui a mi escritorio, a buscar los dibujos que Pauli me habia regalado. Habia dibujado a su papa enorme y a mi en una sillita. La computadora era un cuadrado y debajo habia firmado con su nombre, que lo habia aprendido a escribir en esos dias. En el segundo dibujo habia una puerta abierta, con el papa que se asomaba lejos y chiquito en el aire y ella y yo estabamos de la mano, casi de la misma altura, como si fueramos hermanitas. Eran unos dibujos alegres, desprevenidos de todo. Y ahora estaba muerta. Llore durante el resto de la tarde. Creo que en realidad ya lloraba tambien por mi. Aunque todavia no sabia cuando ni de que modo presentia que aquello no quedaria asi y que algo horrible iba a pasarme.

– Pero ?por que? Si fue un accidente, ?por que deberia hacerte a vos responsable?

– No se. No se exactamente por que. Pero lo senti asi desde un principio y creo, sobre todo, que tambien el lo sintio asi. Es la unica explicacion que se me ocurre para todo lo que ocurrio despues.

Hizo una pausa y prendio un segundo cigarrillo tembloroso.

– Fuiste, entonces, a la segunda audiencia -dije yo.

Asintio con la cabeza.

– Llegamos otra vez nosotras primero y nos hicieron pasar a la sala de mediaciones. Esperamos unos minutos. Yo creia que Kloster enviaria de nuevo a su abogado. Pero cuando la puerta se abrio lo vimos aparecer a el. Estaba solo. Su cara se habia transformado de una manera impresionante, como si el tambien hubiera muerto junto con su hija. Habia adelgazado muchisimo y parecia no haber dormido en varios dias. Tenia los ojos enrojecidos y las mejillas cavadas. Estaba increiblemente palido, como si se le hubiera retirado toda la sangre del cuerpo. Y aun asi, parecia entero y resuelto, como si tuviera una mision que cumplir y no pudiera perder alli demasiado tiempo. Traia un libro bajo el brazo que reconoci de inmediato. Era la Biblia anotada de mi padre que yo le habia prestado. Atraveso la sala y vino derecho hacia mi. Mi madre hizo un movimiento en la silla, como si fuera a protegerme. Creo que el ni siquiera la registro: no miraba a nadie mas que a mi, con una mirada terrible, que todavia veo cada noche. Me hacia responsable, si, sin ninguna duda. Se detuvo delante de mi silla y me extendio la Biblia, sin decirme nada. Yo la guarde rapidamente en mi bolso y el se dio vuelta, hacia la mediadora, y le pregunto a cuanto ascendia la demanda. Cuando escucho la cifra saco una chequera del bolsillo y la abrio sobre el escritorio. La mediadora empezo a decirle que, por supuesto, podia hacer una contrapropuesta, pero el la detuvo con una mano, como si no quisiera escuchar ni una palabra mas sobre aquel asunto. Escribio tres cheques, uno para mi con el total de la suma que habiamos reclamado, y otros dos con los honorarios de la mediadora y de mi abogada. Yo firme un escrito en el que daba por concluida la demanda. El recogio su copia, se dio vuelta sin mirar a nadie y se fue. Todo duro en total no mas de diez minutos. La mediadora apenas podia creerlo: era la primera vez que cerraba un caso asi.

– ?Que paso despues?

– Despues… volvi a mi casa, saque la Biblia del bolso y la puse en un estante sobre mi escritorio, junto con mis libros de la facultad. Era una Biblia que mi padre ya no usaba, yo se la habia prestado a Kloster varios meses atras, ni siquiera me acordaba de esto. En realidad, cuando volvi a pensar sobre la audiencia, se me ocurrio que habia sido una excusa para acercarse hasta mi y mirarme de aquel modo. Esa mirada era algo que no podia borrarme y tuve pesadillas durante los dias siguientes. Sonaba que la hijita de Kloster queria darme la mano para que jugara con ella. Y que me decia, como cuando estaba viva, que no queria quedarse sola en el cuarto de al lado. Abri una

Вы читаете La muerte lenta de Luciana B.
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×