habia sido nuestra mesa y senti que estaba a punto de volver a llorar. Me di cuenta de que ya no queria estar ni un dia mas en Gesell y esa misma noche me volvi a Buenos Aires.

– Entonces, ?eso fue todo? ?No hablaste despues con los padres de el?

– Si hable: fui a verlos apenas llegue. Pero despues de pensar y pensar sobre el asunto yo tambien de a poco me habia resignado a que no podia tratarse de otra cosa que un accidente desgraciado. ?Que hubiera podido decirles? ?Que por vengarse de mi, por un juicio laboral de un par de miles de pesos, Kloster habia ideado, de una manera que ni siquiera se me ocurria, la muerte de Ramiro? Yo tambien, despues de todo, habia visto solo un accidente y cuando hable con ellos ya estaban resignados, incluso algo avergonzados de que Ramiro hubiera sido tan imprudente. La madre, que siempre fue muy religiosa, de la misma congregacion de mi padre, me hablo de la paz que sucedia al dolor, cuando finalmente se acepta una muerte. Al salir de la casa de ellos yo tambien tuve por primera vez en todo ese tiempo una extrana calma. Me parecia que fuera lo que fuese lo que habia buscado Kloster, sin duda lo habia conseguido, y que las tragedias se habian equiparado. Que con la muerte de Ramiro, aunque sonara siniestro, se habia restablecido un equilibrio. Una muerte para cada lado. Trate de olvidarme de todo y volvi durante unos meses a tener una vida casi normal. Creo que me hubiera olvidado incluso de Kloster si no fuera porque su nombre aparecia cada vez con mayor frecuencia en los diarios y sus libros parecian estar en todas las vidrieras. Paso asi un ano. Cuando llego diciembre decidi que no queria viajar como siempre a Gesell con mi familia. Me parecio que el mar y la playa me traerian demasiados recuerdos y preferi quedarme sola en Buenos Aires. Ellos se fueron despues de Navidad y yo aproveche esos dias para preparar una materia de la facultad. Me habia agendado, para no olvidarme, llamar a mis padres el dia de su aniversario. No creo de todos modos que se me hubiera pasado por alto: era un dia antes de la fecha en que se habia ahogado Ramiro. Espere para llamarlos a la noche: suponia que habrian pasado el dia en la playa y queria estar segura de que los encontraria en la casa.

Quedo en silencio, como si se hubiera paralizado un engranaje oculto de su memoria. Miro su taza dejada de lado y al inclinar hacia abajo la cabeza, como si hubieran estado apenas contenidas, afluyeron silenciosamente las lagrimas. Cuando volvio a alzar los ojos todavia tenia un par suspendidas en las pestanas, que se quito con el dorso de la mano en un gesto rapido y avergonzado.

– Llame a las diez de la noche y me atendio mi madre. Estaba alegre, de buen humor. Habia hecho su tarta de setas y habia tenido una cena a solas con mi papa: mi hermano Bruno habia salido con su novia de esa epoca y Valentina se habia quedado a pasar la noche en casa de una de sus amigas. Dijo que me extranaban y que las vacaciones no eran lo mismo sin mi. Yo le dije que el vino la habia puesto sentimental y volvio a reirse y reconocio que si, que habian tomado un poco para celebrar. Despues hable tambien un minuto con mi padre: teniamos un chiste sobre la tarta de setas. Me dijo que se habia portado como un buen marido y que habia comido todo. Parecia tambien un poco nostalgico y me hizo prometer que iria a verlos algun fin de semana. Antes de despedirse me dio la bendicion, como cuando eramos chicos. Yo estaba muy cansada esa noche y me quede dormida con el televisor encendido. A las cinco de la manana me desperto el telefono: era Bruno, mi hermano mayor. Me llamaba desde el hospital de Villa Gesell; habian internado de urgencia a mis padres con unos colicos violentisimos. En los primeros analisis habian detectado restos del hongo Amanita Phalloides. Es un hongo tremendamente venenoso que puede confundirse con facilidad entre los comestibles en una recoleccion. Bruno ya se habia graduado y pudo tener una conversacion franca con los medicos. Me dijo que teniamos que prepararnos para lo peor: las toxinas que se habian expandido en el aparato digestivo podian destruir en pocas horas el higado. Habia pedido que los trasladaran en una ambulancia aqui, al Hospital de Clinicas, donde el estaba haciendo su residencia. Creia que podia haber alguna ultima chance de un transplante hepatico. Me dijo que viajaria con ellos en la ambulancia. Yo fui a esperarlo a la puerta del hospital. Apenas bajo, apenas le vi la cara, supe que habian llegado muertos.

Volvio a quedar en silencio, como si sus pensamientos estuvieran otra vez alejandose de todo.

– ?Pudo haberse confundido tu madre en la recoleccion?

Hizo con la cabeza un gesto de impotencia.

– Eso era para mi lo mas dificil de creer. Siempre los recogia en el mismo bosquecito y nunca habian aparecido ahi especies venenosas. Ella tenia un libro con una guia para la recoleccion y nos habia ensenado con laminas a distinguirlas, pero jamas, en todos los veraneos que pasamos alli, pudimos ver uno solo de estos hongos venenosos. Por eso le permitia incluso a Valentina que la acompanara a buscarlos. Hubo de inmediato una investigacion. Los biologos concluyeron que habia sido un accidente lamentable pero bastante tipico. Los bosques sin especies venenosas pueden facilmente contaminarse de una estacion a otra. Cada hongo tiene miles de esporas de reproduccion y basta un viento fuerte para que aterricen y germinen en distancias lejanas. Y, sobre todo, esa especie en particular es muy dificil de distinguir de los champinones comunes, aun para gente con alguna experiencia. La unica diferencia para reconocerlo a simple vista es la volva, una especie de bolsa blanquecina que rodea por abajo al tallo. Pero muchas veces el hongo se encuentra desprendido, o la volva queda semienterrada o escondida por las hojas caidas del arbol. De hecho, encontraron sobre el terreno algunas que estaban asi, casi ocultas, y que un recolector confiado podia haber pasado por alto. La imprudencia mas grande, segun decia el informe, habia sido permitir que una chica de la edad de Valentina la acompanara en la recoleccion. Lo que ellos consideraban como hipotesis mas probable es que Valentina hubiera juntado una parte de los hongos sin reparar en esta cuestion de la volva y que al llevarselos ya desprendidos del suelo mi madre no habia alcanzado a reconocerlos.

– ?Y cual era tu hipotesis?

– Kloster. Habia sido el otra vez. Habia reaparecido, cuando yo pensaba que todo habia terminado. Lo supe apenas recibi la llamada de Bruno. Crei en ese momento, cuando menciono el nombre del hongo, que si abria la boca me pondria a gritar. Porque yo misma le habia dado la idea.

– ?Le habias dado la idea? ?Que queres decir?

– Durante el ano que trabaje con el cada tanto me hacia recortar y guardar noticias policiales que aparecian en el diario y que le intrigaban por uno u otro detalle. Una vez me hizo recortar la noticia de una abuela que habia cocinado sin darse cuenta hongos venenosos para ella y para su nieta. Las dos habian muerto en una agonia terrible al cabo de unas horas. Lo que le habia llamado la atencion es que la abuela se consideraba a si misma una recolectora experta. Me dijo en ese momento que la gente experta era muchas veces tambien la mas descuidada, y que para imaginar crimenes en sus novelas siempre le interesaba aquello, el error de los entendidos. En la nota se mencionaba al pasar que los hongos venenosos eran justamente de esta variedad, Amanita Phalloides. Yo le explique entonces por que era tan facil confundirlos con los hongos comestibles. Le hice incluso un dibujo, con el sombrero, el tallo, el anillo y la volva. Le hable de otras variedades menos conocidas pero tambien peligrosas. Estaba orgullosa de poder contarle algo sobre lo que yo sabia. Me pregunto, sorprendido, donde habia aprendido aquello y entonces le conte… Le conte todo: como mi madre nos habia ensenado a los tres hermanos con sus laminas. El bosquecito detras de la casa en Villa Gesell. La tarta de setas del aniversario. El chiste que teniamos con mi padre sobre su sacrificio de una vez por ano.

– Pero no sabia la fecha exacta del aniversario, ?o si?

– Si. Si la sabia, y no creo que la haya olvidado. El 28 de diciembre. Yo la mencione al pasar y el me pregunto si mis padres habian elegido esa fecha por alguna razon en especial. Habia leido en uno de sus libros sobre religion que despues de la matanza de los santos inocentes, muchas parejas cristianas elegian ese dia para casarse, como un simbolismo para sobreponer a la muerte, la senal de la reanudacion de un ciclo. Pero hubo todavia algo mas: yo no lo habia visto nunca otra vez en todo ese tiempo. Desde la muerte de Ramiro no me lo habia vuelto a encontrar, en ningun lado. Y sin embargo, el dia del entierro, cuando nos retirabamos del cementerio, estaba ahi.

– ?Queres decir que fue al entierro de tus padres? -pregunte con incredulidad.

– No. Lo vi de lejos, en una de las calles laterales, junto a una de las tumbas, supongo que la de su hija. Estaba en cuclillas, con la mano extendida hacia la lapida y parecia hablarle, o me parecio ver que movia los labios. Pero creo que fue deliberadamente ese dia, para que yo lo viera.

– ?No podria ser una coincidencia? Quiza fuera la fecha del cumpleanos de la hija. O el dia de la semana que elegia para visitar la tumba.

– No; el cumpleanos de ella era en agosto. Yo creo que estaba ahi con un unico proposito: dejarse ver, para que yo supiera que esas muertes tambien habian sido parte de su venganza. Que no estabamos, como yo habia creido, equiparados. En realidad el me lo habia advertido desde el principio. Me lo habia dicho con todas las letras. Solo que yo no supe entenderlo.

– ?Te habia dicho… que?

– Lo que me ocurriria. Pero no me creerias si te lo digo. Ya me paso una vez: mi propio hermano no me creyo.

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