– Lo que mande mi amo -dijo, imitando el tono de un trabajador sumiso-. Ah, y te prometo que esta vez no me pasare con la factura.

Jeremy se echo a reir.

– ?Es tu primer viaje al sur?

– No. ?Y el tuyo?

– He estado en Nueva Orleans y en Atlanta -reconocio Jeremy-. Pero claro, eso son ciudades, y todas las ciudades se asemejan bastante. Para esta historia realizaremos una inmersion en la America profunda. Iremos a una pequena localidad de Carolina del Norte, un pueblecito llamado Boone Creek. Tendrias que ver la pagina electronica del lugar. Habla de azaleas y cornejos que florecen en abril, y muestra con orgullo una foto del ciudadano mas ilustre del pueblo: un tal Norwood Jefferson.

– ?Quien? -pregunto Alvin.

– Un politico. Fue senador de Carolina del Norte desde 1907 hasta 1916.

– ?Y a quien diantre le importa eso?

– Eso mismo pense yo -asintio Jeremy. Despues desvio la vista hacia la otra punta de la barra, y su rostro mostro una visible decepcion cuando constato que la chica pelirroja se habia esfumado.

– ?Donde esta ese pueblo exactamente?

– Justo en medio de la nada. Y ahora me preguntaras: «?Y donde diantre nos alojaremos en ese lugar situado en medio de la nada?». Pues en un complejo de bungalos denominado Greenleaf Cottages, al que la Camara de Comercio local describe como un paraje pintoresco y bucolico, rustico pero moderno a la vez. Vaya, que menos es nada.

– Pues a mi me suena como el sitio ideal para vivir una aventurilla amorosa -solto Alvin entre risas.

– No te preocupes. Estoy seguro de que te adaptaras perfectamente.

– ?De veras?

Jeremy se fijo en la chaqueta de piel, en los tatuajes y en los pirsines de su companero.

– Oh, no te quepa la menor duda. Seguramente los aldeanos se moriran de ganas por adoptarte.

Capitulo 2

El martes al mediodia, un dia despues de la entrevista con la revista People, Jeremy llego a Carolina del Norte. Caia aguanieve sobre Nueva York cuando abandono la ciudad, y las previsiones apuntaban a nuevas nevadas para los siguientes dias. En el sur, en cambio, el cielo que se extendia sobre su cabeza era rabiosamente azul, y el invierno parecia haber quedado lejos, muy lejos.

Segun el mapa que habia adquirido en un quiosco del aeropuerto, Boone Creek se hallaba en el condado de Pamlico, a ciento sesenta kilometros al sur de Raleigh y, por lo que veia, a un billon de kilometros de todo vestigio de civilizacion. A ambos lados de la carretera por la que circulaba, el paisaje era completamente monotono: llano y sin apenas vegetacion. Las granjas quedaban separadas entre si por finas lineas de pinos y, dado el reducido numero de vehiculos con los que se cruzaba, lo unico que Jeremy podia hacer para matar el aburrimiento era apretar el acelerador.

No obstante, tenia que admitir que la situacion no era tan terrible, despues de todo. Bueno, al menos en lo que concernia al acto de conducir. Sabia que la leve vibracion del volante, el ruido del motor y la sensacion de aceleracion provocaban un aumento de la produccion de adrenalina, especialmente en los hombres (una vez habia escrito un articulo sobre ese tema). En la ciudad, tener un coche le parecia un lujo superfluo. Ademas, aunque lo hubiera querido, tampoco habria sido capaz de justificar ese gasto. Por eso siempre se desplazaba de un lado a otro en metro o en taxis que parecian conducidos por kamikazes. Moverse por la ciudad resultaba estresante, con todo ese ruido infernal y, dependiendo del taxista, arriesgando incluso la vida en cada trayecto; pero puesto que Jeremy habia nacido y se habia criado en Nueva York, hacia tiempo que aceptaba ese contratiempo como otro aspecto inevitable del hecho de vivir en esa ciudad tan apasionante a la que el denominaba hogar.

Sus pensamientos volaron entonces hacia su ex mujer, Maria. Seguramente habria disfrutado de un viaje en coche como ese. En los primeros anos de casados solian alquilar un automovil de vez en cuando para perderse por las montanas o la playa. En dichas ocasiones solian pasar bastantes horas en la carretera. Conocio a la que se convirtio en su esposa en una fiesta organizada por una acreditada editorial. Maria era editora de la revista Elle. Cuando Jeremy le pregunto si podia invitarla a un cafe en un bar cercano, no podia ni sonar que acabaria siendo la unica mujer de su vida. De entrada penso que habia cometido un grave error al invitarla, simplemente porque no parecian tener nada en comun. Maria era una persona muy vital y emotiva, pero unas horas mas tarde, cuando la acompano hasta la puerta de su apartamento y la despidio con un beso, se dio cuenta de que se habia enamorado de ella.

Con el tiempo llego a apreciar su fiera personalidad, sus instintos infalibles acerca de la gente, y la forma que tenia de quererlo sin juzgarlo, ni para bien ni para mal. Un ano mas tarde se casaron por la iglesia, rodeados de amigos y familiares. Jeremy tenia entonces veintiseis anos, y todavia no era columnista del Scientific American, aunque ya habia empezado a labrarse su reputacion como periodista intrepido. No obstante, la pareja solo pudo permitirse alquilar un diminuto apartamento en Brooklyn. El creia que todos sus esfuerzos valian la pena, que aunque les costara esfuerzo llegar a final de mes, eran jovenes y su matrimonio contaba con la bendicion del cielo. Ella creia, segun averiguo el al cabo de un tiempo, que su matrimonio era fuerte en teoria pero estaba edificado sobre unos cimientos escasamente solidos. Desde el principio, el punto clave del que partieron todos sus problemas fue que, mientras que ella tenia que quedarse en la ciudad a causa de su trabajo, Jeremy no paraba de viajar, siempre dispuesto a desplazarse hasta donde fuera necesario con tal de conseguir la historia mas sensacionalista que uno pudiera llegar a imaginar. A veces se ausentaba durante varias semanas, y mientras que el se decia a si mismo que ella lo soportaria, Maria debio de darse cuenta durante sus ausencias de que no era asi. Justo despues de su segundo aniversario de bodas, cuando Jeremy ultimaba los preparativos para otro viaje, Maria se sento a su lado en la cama, le cogio la mano y lo miro fijamente con sus ojos castanos.

– Esto no funciona -dijo simplemente, dejando las palabras colgadas en el aire durante unos instantes-. Nunca estas en casa. Y no creo que sea justo, ni para mi ni para ti.

– ?Quieres que cambie de profesion? -pregunto el, al tiempo que sentia como empezaba a hincharse la burbuja de panico que se habia formado en su pecho.

– No, pero quiza podrias encontrar trabajo en algun periodico local, como por ejemplo en el Times, o el Post, o el Daily News.

– Mira, este ritmo tan frenetico no durara siempre; es solo transitorio -mascullo el.

– Lo mismo dijiste hace seis meses. No, se que no cambiara.

Jeremy recapacito y se dijo que deberia de haberse tomado esa conversacion como lo que era: un aviso. No obstante, en esos momentos solo le interesaba la nueva historia que estaba preparando sobre las pruebas nucleares en Los Alamos. Ella esbozo una sonrisa insegura cuando se despidio de el, y Jeremy dedico unos segundos a pensar en esa expresion mientras estaba sentado en el avion; pero cuando regreso a casa, Maria se comporto como si nada hubiera pasado, y pasaron todo el fin de semana acurrucados carinosamente en la cama. Fue entonces cuando ella empezo a hablar de tener un hijo, y a pesar de que Jeremy se sintio inicialmente nervioso, poco a poco se fue animando con la idea. Penso que ella se habia resignado a sus viajes; sin embargo, la armadura protectora de su relacion se habia resquebrajado irreparablemente, y unas imperceptibles fisuras empezaron a aflorar con cada nueva ausencia. La separacion se materializo un ano mas tarde, justo un mes despues de asistir a una cita concertada con un medico de la zona Upper East Side, quien sello el futuro de ellos irremediablemente. Las consecuencias fueron letales, incluso peor que las malas caras a causa de sus constantes viajes por trabajo. Esa visita marco el final de su relacion, y Jeremy fue plenamente consciente de ello.

– No puedo continuar asi -se sincero Maria mas tarde-. Me gustaria seguir intentandolo, y una parte de mi siempre estara enmorada de ti; pero no puedo.

No fue necesario que dijera nada mas, y en los duros momentos de soledad despues del divorcio, Jeremy a veces se cuestionaba si alguna vez ella habia llegado a amarlo. Podrian haberlo conseguido, se decia a si mismo.

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