Ivan Efremov
La Nebulosa de Andromeda
ИЗДАТЕЛЬСТВО ЛИТЕРАТУРЫ НА ИНОСТРАННЫХ ЯЗЫКАХ
МОСКВА
Capitulo I. LA ESTRELLA DE HIERRO
A la palida luz reflejada del techo, los limbos graduados de aparatos e instrumentos se asemejaban a una galeria de retratos. Los redondos tenian un picaro aspecto, los ovalados se dilataban con insolente jactancia y los cuadrados permanecian inmoviles, como petrificados en su obtusa fatuidad. Las lucecitas — azules, anaranjadas, verdes —, que centelleaban en su interior, hacian mas real la impresion aquella.
En el centro del convexo cuadro de comando, resaltaba una ancha esfera de color purpureo. Ante ella, inclinada en incomoda postura, habia una muchacha. Olvidada del sillon que tenia al lado, pegaba la frente al cristal. El resplandor rojo le iluminaba el rostro juvenil, tornandolo severo, de mas edad, en tanto sombreaba los labios carnosos, destacando sus trazos, y afilaba la nariz, un poquito arremangada. Las anchas cejas fruncidas habian tomado un matiz intensamente negro y daban a los ojos una expresion sombria, desolada.
El ritmico golpeteo de los contadores fue interrumpido por un leve chirriar. La muchacha se estremecio y echo hacia atras los finos brazos para enderezar la cansada espalda.
Tras ella, chasqueo la puerta y aparecio la gran silueta de un hombre de movimientos bruscos y precisos. Una luz dorada inundo la estancia, arrancando destellos de fuego de los espesos cabellos rojizo-oscuros de la muchacha. Sus ojos se encendieron tambien al mirar, inquietos y amorosos, al que entraba.
— Pero ?no ha dormido usted aun? ?Lleva cien horas en vela!
— ?Mal ejemplo, verdad? — pregunto el hombre en tono alegre, pero sin sonreir. Y habia en su voz inflexiones agudas, metalicas, que parecian remachar las palabras.
— Todos los demas descansan — repuso la joven con timidez —, y… no saben nada — agrego quedo.
— Hable sin temor. Los camaradas duermen. Ahora, usted y yo somos las dos unicas personas que velan en el Cosmos, y hasta la Tierra hay cincuenta billones de kilometros: ?un parsec(1) y medio en total!
— ?Y no tenemos anameson mas que para una carrera! — exclamo la muchacha, exaltada, con espanto.
De dos rapidas zancadas, Erg Noor, jefe de la 37? expedicion astral, se aproximo a la esfera purpurea.
— ?La quinta vuelta!
— Si, ya estamos dando la quinta. Y… nada — confirmo la muchacha, dirigiendo una elocuente mirada al altavoz del receptor automatico.
— Ya ve que no es posible dormir. Hay que reflexionar bien acerca de todas las variantes y posibilidades. Al final de la quinta vuelta, tenemos que haber hallado la solucion.
— Eso son otras ciento diez horas…
— Bueno, echare un sueno aqui, en el sillon, cuando cesen los efectos de la sporamina.
Tome una tableta hace veinticuatro horas.
La muchacha quedo un momento pensativa; luego, se decidio a insinuar:
— ?Y si redujeramos el radio de nuestro circulo? Tal vez este averiada su emisora.
— ?No, no! Si reducimos el radio sin aminorar la velocidad, la nave se destrozara al instante. ?Como disminuir la marcha… y por anadidura, sin anameson?… ?Cubrir una distancia de un parsec y medio a la velocidad de los lunniks antiguos? Tardariamos cien mil anos en llegar a nuestro sistema solar.
— Ya lo comprendo… Mas quiza ellos…
— En tiempos inmemoriales, los hombres podian incurrir en negligencias o enganarse unos a otros. ?Pero en la actualidad no!
— Yo no me refiero a eso — replico ofendida la muchacha, con brusquedad —. Queria decir que tal vez Algrab se haya desviado de su ruta y nos este buscando tambien.
No ha podido desviarse tanto. Sin duda alguna, partio a la hora senalada y prevista.
Aunque se haya dado el caso inverosimil de averia de sus dos emisoras, la astronave habria cruzado el circulo diametralmente y ahora la oiriamos nosotros con el receptor planetario. No hay equivocacion posible: ?mire, ahi esta el planeta convenido!
Erg Noor senalo a las pantallas reflectoras colocadas en profundos nichos a los cuatro costados del puesto de comando. Innumerables estrellas brillaban en la insondable negrura. Por la pantalla delantera de la izquierda paso fugaz un pequeno disco gris — apenas esclarecido por su sol — que se encontraba muy alejado del sistema B-7336 — C+87 — A, donde se desarrolla la accion de este capitulo.
— Nuestros faros-bomba funcionan con precision, a pesar de que los lanzamos hace cuatro anos independientes(2). — Erg Noor mostro una franja de luz que se extendia nitida por el largo cristal de la pared izquierda —. El Algrab debia estar ya aqui desde hace tres meses. Por consiguiente… — hizo una pausa, como dudando de pronunciar la sentencia, y concluyo —: ?Ha perecido!
— ?Y si no ha sido asi? Tal vez lo haya averiado algun meteorito y no pueda desarrollar velocidad… — objeto la muchacha pelirroja.
— ?Velocidad!.. — repitio Erg Noor, sarcastico —. ?Y que mas da? Si entre la nave y su lugar de destino se han interpuesto milenios de viaje, todavia sera peor: vendra la muerte lenta, tras anos de terrible desesperanza. Y si llaman pidiendo socorro, puede que nos enteremos… dentro de unos seis anos… ya en la Tierra.
Con impetuoso ademan, saco un sillon plegable de debajo del banco de la calculadora electronica, modelo reducido de la «MNU-11». Hasta entonces, no se habia podido aun dotar a las astronaves de maquinas-cerebros electronicos del tipo de la «IUT», capaces de realizar toda clase de operaciones y de dirigir dichas naves. Y no se habia hecho porque tales maquinas eran muy pesadas, fragiles y de gran volumen. Entre tanto, habia que tener de guardia en el puesto de comando a un astronauta, maxime cuando en tan largas trayectorias era imposible mantener exactamente el rumbo.
Con la destreza de un pianista, los dedos del jefe de la expedicion se deslizaban rapidos por las clavijas y los botones de la calculadora. Su palido rostro, de pronunciados rasgos, tenia una inmovilidad de piedra; la frente, despejada, se inclinaba tesonera sobre los mandos y parecia desafiar a los elementos, hostiles a aquel mundillo de seres vivos que se habian lanzado a las profundidades vedadas del espacio.
La joven astronauta Niza Krit, que hacia su primera expedicion astral, observaba anhelante al ensimismado Noor. ?Que sereno era! ?Cuanta energia y talento poseia el amado! Lo amaba desde hacia tiempo, desde el comienzo de aquel viaje que duraba ya cinco anos. Y era inutil ocultarlo… El tambien lo sabia, Niza se daba cuenta… Ahora, al ocurrir aquella desgracia, tenia la dicha de estar de guardia con el. Los dos solos, durante tres meses, mientras el resto de la tripulacion permanecia sumida en dulce sueno hipnotico. Aun quedaban trece dias; luego, ambos se dormirian por medio ano hasta que terminasen sus turnos respectivos dos equipos de nautas, astronomos y mecanicos. Los demas — los biologos y geologos, cuyo trabajo no comenzaria hasta que no llegasen al lugar de destino — podrian seguir durmiendo… En cambio, los astronomos estaban siempre atareados. ?Cuan grande era su labor! Erg Noor se levanto, y los pensamientos de Niza se interrumpieron.
— Voy a la cabina de las cartas astrales… Su descanso sera dentro de… — miro al reloj dependiente — nueve horas. Puedo dormir de sobra antes de relevarla.
— Yo no estoy cansada, y estare aqui todo el tiempo que haga falta para que usted descanse bien.
Erg Noor fruncio el entrecejo, dispuesto a replicar, pero cediendo a la caricia de las palabras y de los ojos castanos, dorados, que le miraban fieles, sonrio y salio de la estancia sin decir nada.