extrana y livida luz, una luz de Otro Mundo. Instantes despues, con un ruido ensordecedor, el cataclismo nos alcanzo. La casa oscilo, me agarre a un mueble. La ventana estallo, como empujada desde el interior por una rodilla gigantesca. Fui aspirado hacia fuera, arrastrado por un viento de una potencia inconcebible, agitado con mis companeros, rodando por la pendiente, chocando con las piedras y los arbustos, trastornado, medio asfixiado, sangrando copiosamente por la nariz. Al cabo de unos pocos segundos, aquello termino. Me encontre 500 m. mas abajo, en medio de cuerpos esparcidos, de restos de muebles, vidrios y tejas. El observatorio habia reaparecido y parecia intacto. Era de dia, un curioso dia correcto, ocre. Levante la vista, observe un astro solar, rojizo, lejano. Me zumbaban los oidos, tenia hinchada la rodilla izquierda y los ojos inyectados. El aire olia de una manera especial.

Mi primer pensamiento fue para mi hermano. Yacia, la espalda contra el suelo, a pocos metros. Me acerque, admirado de gravitar de nuevo. Pablo tenia los ojos cerrados, y su pantorrilla derecha, lastimada por un residuo de vidrio, sangraba. Cuando le vendaba con el panuelo, torno en si.

—?Aun estamos vivos?

— Si; estas herido, pero sin gravedad. Voy a ver a los demas.

Se enderezo:

—?Vamos!

Vandal se incorporaba. Massacre tan solo tenia los ojos algo descalabrados. Se dirigio hacia Pablo, para examinarlo.

— No es nada. El vendaje es casi inutil, porque no hay ninguna gran arteria afectada.

Breffort habia sido alcanzado de mas gravedad. Tenia una amplia brecha en la cabeza y estaba inconsciente.

— Precisa con urgencia una cura — dijo el cirujano—. Tengo todo lo necesario en casa de vuestro tio.

Observe la casa. Habia resistido bastante bien. Faltaba una parte del techo, habian reventado postigos y ventanas, pero el resto parecia intacto. Entramos, llevando a Breffort y a mi hermano. En el interior, los muebles tumbados vomitaban su contenido sobre el suelo. A duras penas, enderezamos la mesa grande para colocar a Breffort. Vandal ayudo a Massacre.

Entonces me di cuenta que hasta aquel momento no me habia preocupado de mi tio. La puerta del observatorio estaba abierta, pero nadie se movia.

— Voy a ver — dije, y me marche cojeando. Al dar la vuelta a la casa, aparecio el jardinero, el viejo Anselmo, a quien habiamos totalmente olvidado. La cara le sangraba en abundancia. Le mande a que le curaran. Subi la escalera del Observatorio. La cupula estaba desierta, y el gran telescopio abandonado. En el despacho, Menard reajustaba, con aire sorprendido, sus lentes.

—?Donde esta mi tio? — le pregunte.

Mientras frotaba sus cristales con un panuelo, me contesto:

— Cuando aquello ocurrio, quisieron salir y no se donde estan.

Me abalance hacia fuera, llamando:

—?Tio! ?Miguel! ?Martina!

Un «?Hola!» me respondio. Detras de unas rocas hundidas encontre a mi tio sentado, apoyado en un bloque.

— Se ha torcido un tobillo — aclaro Martina.

—?Y Miguel?

A pesar de las circunstancias, estuve admirando la forma de su hombro, bajo la ropa destrozada.

— Ha ido a buscar agua a la fuente.

— Y bien, tio, ?como se explica usted todo esto?

—?Que quieres que te diga? No se ni una palabra. ?Como estan los demas?

Le puse al corriente.

— Va a ser necesario bajar al pueblo, para ver lo que ocurrio alli —observo.

— Por desgracia, el sol se pone.

—?Se pone? Precisamente se esta levantando.

— Se pone, tio. Hace un momento estaba mas alto.

—?Ah! ?Estas hablando de este miserable luminon de cuero? Mira detras tuyo.

Me volvi y pude contemplar un radiante sol azulado detras de las montanas segmentadas. Era preciso rendirse a la evidencia: estabamos en un mundo que poseia dos soles.

Mi reloj marcaba 0 h. 10 m.

SEGUNDA PARTE — LOS ROBINSONES DEL ESPACIO

I — LOS ESCOMBROS

No puedo describir el alud de sentimientos que se abatio sobre mi. Inconscientemente, a pesar de toda su novedad, yo habia asimilado la catastrofe segun las normas terrestres: grandes olas, seismos, erupciones y subitamente me encontre ante este hecho imposible, enloquecedor pero real. ?Me encontraba en un mundo iluminado por dos astros solares! No, no sabria explicar la turbacion que se apodero de mi. Intentaba negar la evidencia.

—?Pero… a pesar de todo estamos en la Tierra, aqui esta la montana y el Observatorio, y alli abajo el pueblo!

— Estoy realmente sentado en un pedazo de Tierra — repuso mi tio—. Pero, a menos que yo sea tan ignorante como para desconocer un hecho de esta importancia, nuestro sistema terrestre no admite mas que un Sol, y aqui hay dos.

— Pero entonces, ?donde estamos?

— Te repito que no lo se. Estabamos en el Observatorio. Al vacilar este, pense que se trataba de un temblor de tierra y salimos Martina y yo. Encontramos a Miguel en la escalera y fuimos proyectados fuera. Perdimos el conocimiento y no vimos nada mas.

— Yo si —dije con un escalofrio—. Vi como las montanas desaparecian con el Observatorio en medio de un resplandor livido. Despues me encontre fuera tambien, ?y el Observatorio estaba alli de nuevo!

— Y pensar que con cuatro astronomos, ninguno ha sido testigo de ello — se lamento.

— Miguel vio como comenzaba. ?Pero donde esta? Tarda demasiado…

— En efecto — dijo Martina—. Voy a ver.

— No, me corresponde ir a mi. Tio, por piedad, ?donde piensa usted que hemos ido a parar?

— Te repito que todavia no lo se. Pero con seguridad no en la Tierra. Incluso pudiera ser — musito— que ni en nuestro Universo.

—?Entonces la Tierra se acabo para nosotros?

—?Me lo temo! En fin, ocupate ahora de encontrar a Miguel.

Lo encontre escasamente unos pasos mas alla. Dos hombres le acompanaban, uno de ellos moreno, de unos treinta anos, y el otro aproximadamente diez anos mayor. Miguel nos presento, lo cual me parecio comico, teniendo en cuenta las circunstancias. Se trataba de Simon Beuvin, ingeniero electricista, y de Jaime Estranges, ingeniero metalurgico, director de la fabrica.

— Veniamos a ver lo que ha ocurrido — dijo Estranges—. Ante todo hemos bajado al pueblo, donde los equipos de socorro se han organizado inmediatamente. Hemos mandado a nuestros obreros como refuerzos. La iglesia se ha hundido. La alcaldia ha sepultado al alcalde y a su familia. Los primeros calculos fueron de unos cincuenta heridos, algunos de ellos graves, y once muertos, ademas del alcalde y su familia. Por lo demas, la mayoria de las casas han resistido bien

—?Y vosotros? — inquirio mi tio.

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