Francis Carsac
Los robinsones del Cosmos
PROLOGO, por Miguel Masriera
LOS ROBINSONES DEL COSMOS es la segunda novela de Francis Carsac que ofrecemos a nuestros lectores de COLECCION NEBULAE. Estos, en efecto, tendran todavia fresco el recuerdo de la novela de este mismo autor Los habitantes de la nada, num. 24 de nuestra coleccion. Al prologar esta obra, ya pusimos de manifiesto el espiritu latino y propio de la literatura francesa que caracteriza a Francis Carsac, espiritu tan distinto del de la mayoria de obrar, de autores anglosajones que hemos publicado hasta ahora.
Ya entonces sacamos a relucir el nombre de julio Verne. ?Como no hablar de el al tratar de la novela cientifica de aventuras en Francia? Ahora debemos recordar a la mas conocida de las obras del que podemos considerar como padre de este genero novelistico: La isla misteriosa; debemos recordarla porque esta obra que presentamos hoy a los lectores de habla castellana es una novela que sigue la misma linea… mas de medio siglo despues. Hasta cierto punto, podriamos decir que LOS ROBINSONES DEL COSMOS es una version cosmica de La isla misteriosa. La aventura que en Julio Verne es geografica, en Francis Carsac se convierte en interplanetaria.
Despues de una colision entre planetas, un pequeno pedazo de la Tierra (naturalmente, un trozo de Francia) se desprende de nuestro globo y queda adherido a un planeta desconocido con sus habitantes, sus animales, sus casas, sus campos, etc…., y, desde luego, la vida continua, porque se trata de un planeta que tiene una atmosfera respirable parecida a la nuestra y el choque no ha sido demasiado violento. Dos o tres millares de personas tienen, pues, que continuar su vida en un planeta nuevo, desconocido para ellos. Son unos Robinsones del Cosmos.
Hace falta explorar este mundo nuevo, al que han bautizado con el nombre de Telus, y es entonces cuando surgen los descubrimientos mas sorprendentes. Hay seres que piensan en Telus y que tienen unas costumbres y una lengua; un espiritu hasta cierto punto analogo al nuestro y un aspecto completamente distinto. Hay tambien monstruos de pesadilla que recuerdan los prehistoricos mastodontes.
Lo que Francis Carsac nos cuenta es precisamente la historia de este descubrimiento progresivo de un planeta al mismo tiempo que el establecimiento de una civilizacion. Es una humanidad que tiene que empezar de nuevo, pero no desde el principio, es decir, como naufragos que, despues de un naufragio, logran salvarse en una isla desierta a la que llegan sin nada, sino partiendo ya de una comunidad social pequena, pero completa. Son trescientos kilometros cuadrados del suelo de Francia injertados, por decirlo asi, en un astro desconocido.
Francis Carsac hace gala en esta obra de sus extraordinarios dotes de novelista. Al encanto de la aventura en si, une esta gracia tan francesa en el saber narrarla. Maestro en la tecnica de la novela, os cautivara desde el principio, y estoy seguro de que, como yo, sentireis en seguida una gran simpatia por este viejo, que en su juventud fue quizas el primer heroe de la gesta de esta parte de humanidad perdida por el espacio y que, al final de su vida, siente la necesidad de escribir su historia para leccion ti solaz de sus nietos y siente todavia un poco la nostalgia de la antigua Tierra, abandonada para siempre y que sus descendientes no habran conocido nunca. Mientras dicta a su nieto, al mirar por la ventana ondular los trigales bajo el viento, por un momento le parece haber vuelto a su tierra natal, hasta el momento en que se da cuenta de que los arboles tienen dos sombras. Telus tiene dos soles y vosotros, amigos lectores, tendreis el gusto de leer uno de los mejores libros de fantasia cientifica escrito por un autor frances.
PROLOGO
No voy a emprender aqui la historia del cataclismo, ni la de la conquista de Telus, la cual podeis hallarla detalladamente estudiada en las obras de mi hermana. Yo quiero, simplemente, contar mi propia vida. A todos vosotros, descendientes mios o de mis companeros, que habitais este mundo por derecho de nacimiento, os gustara, seguramente, conocer las impresiones y luchas de un hombre, nacido en otro planeta, que fue transportado aqui por un fenomeno sin precedentes, todavia mal explicado, y que casi perdio la esperanza antes de comprender la magnifica aventura que se le ofrecia.
?Para que escribir este libro? Sin duda, no todos vais a leerlo. Conoceis ya lo esencial. Escribo principalmente para el futuro. Recuerdo que en aquella Tierra que desconoceis, y que yace en algun rincon ignorado del espacio, la curiosidad de los historiadores se centraba en el testimonio de tiempos remotos. Cuando hayan transcurrido cinco o seiscientos anos, este libro tendra el interes de ser el relato de un testigo ocular del Gran Comienzo.
En la epoca en que inicio esta narracion, no era este anciano encorvado y un poco chocho que soy ahora. Tenia entonces veintitres anos, hace ya sesenta de todo esto. Sesenta anos que han pasado como una exhalacion. Se que voy perdiendo facultades: mis movimientos no tienen la precision de antes, me fatigo pronto, y me atraen pocas cosas; mis hijos y mis nietos, todavia algo de la geologia y tomar el sol, es decir, los soles, ya que tenemos dos. Me doy prisa, por tanto, en dictar a mi nieto Pedro — mis manos tiemblan demasiado para escribir—, la historia insubstituible y unica de un destino humano. Me ayudo para ello con el diario escrito a lo largo de mi vida y que destruire acabada esta tarea. Pienso decir todo lo que tenga interes. Por otra parte, no quisiera librar a la curiosidad, a veces un poco sadica de los historiadores, lo que fue de mis modestas alegrias y mis penas.
Al dictar, contemplo por la ventana como ondula el trigo bajo el viento, y me parece, por un momento, estar de vuelta en mi Tierra natal, hasta que me doy cuenta de que los arboles tienen dos sombras…
PRIMERA PARTE — EL CATACLISMO
I — LOS SIGNOS PRECURSORES
Ante todo, quien soy yo. Para vosotros, mis inmediatos descendientes, las precisiones son inutiles. Pero muy pronto vuestros hijos, y los hijos de vuestros hijos, olvidaran incluso mi existencia. ?Cuan pocas cosas recuerdo de mi abuelo!
Era el mes de julio de 1975, cuando termine mi primer ano como ayudante en el laboratorio de Geologia en la Facultad de Ciencias de Burdeos, una ciudad de la Tierra. Tenia entonces veintitres anos y, sin ser un Adonis, era un joven de buena presencia. Si mi estatura, ahora reducida por la edad, me empequenece en este mundo de jovenes gigantes, en la Tierra mis anchas espaldas y mi 1,83 m. imponian. ?Para vosotros 1,83 m. no es mas que una talla mediana! Si quereis conocer mi antiguo aspecto, contemplad a Juan, el mayor de mis nietos. Yo era, como el, moreno, de grandes manos, nariz acusada y ojos verdes. Estaba muy contento de mi nombramiento. Asi, habia vuelto al mismo laboratorio, donde anos antes dibujaba mis primeros fosiles. Ahora, en cambio, me divertia