Gustavo Adolfo Becquer
Rimas
El libro de los gorriones
Fecha de Edicion 1871
Originario de Sevilla, Espana, Becquer nacio el 17 de febrero de 1836 siendo su padre un celebre pintor del costumbrismo sevillano quien dejo huerfano a Adolfo a los cinco anos; comenzo sus primeros estudios en el colegio de San Antonio Abad, para luego pasar a tomar la carrera nautica en el colegio de San Telmo.
A los nueve anos quedo huerfano tambien de madre y salio del anterior colegio para ser acogido por su madrina de bautismo. A la edad de diecisiete anos dejo a su madrina y a la buena posicion que esta le proporcionaba para viajar a Madrid en busca de fortuna a traves del campo de las letras que se le daba con facilidad.
Como es conocido, no era facil subsistir de la literatura y paradojicamente, Becquer que deseaba encontrar fortuna lo que abundo fueron escaseces, por lo que se vio obligado a servir de escribiente en la Direccion de Bienes Nacionales, donde su habilidad para el dibujo era admirada por sus companeros, pero fue motivo de que fuera cesado al ser sorprendido por el Director haciendo dibujos de escenas de Shakespeare. De este modo volvio Gustavo a vivir de sus articulos literarios que eran entonces de poca demanda por lo que alterno esta actividad con la elaboracion de pinturas al fresco.
Tiempo despues encontro una plaza en la redaccion de «El Contemporaneo» y fue entonces que escribio la mayoria de sus leyendas y las «Cartas desde mi celda». En 1862 llego a vivir con Becquer su hermano Valeriano, celebre en Sevilla por su produccion pictorica pero no por eso mas afortunado que Gustavo, y juntos vivieron al dia uno traduciendo novelas o escribiendo articulos y el otro dibujando y pintando por destajo; mucho les costo a los hermanos salir adelante de su infortunio y con el tiempo lograron juntos una modesta estabilidad que les permitia a uno retratar por obsequio y al otro escribir una oda por entusiasmo.
Como legado para la literatura del mundo, Gustavo Adolfo Becquer dejo sus «Rimas» a traves de las cuales deja ver lo melancolico y atormentado de su vida; en el genero de las leyendas escribio la celebre «Maese Perez el Organista», «Los ojos verdes», «Las hojas secas» y «La rosa de pasion» entre varias otras. Escribio esbozos y ensayos como «La mujer de piedra», «La noche de difuntos», «Un Drama» y «El aderezo de esmeraldas» entre una variedad similar a la de sus leyendas. Hizo descripciones de «La basilica de anta Leocadia», el «Solar de la Casa del Cid» y el «Enterramiento de Garcilaso de la Vega», entre otras. Por ultimo, dentro del costumbrismo o folklor espanol escribio «Los dos Compadres», «Las jugadoras», la «Semana Santa en Toledo», «El cafe de Fornos» y otras mas.
En septiembre de 1870 dejo de existir Valeriano, duro golpe para Gustavo, que pronto enfermo sin ningun sintoma preciso, de pulmonia que se convirtio luego en hepatitis para tornarse en una pericarditis que pronto habia terminar su vida el 22 de diciembre de ese mismo ano.
Introduccion sinfonica
Por los tenebrosos rincones de mi cerebro, acurrucados y desnudos, duermen los extravagantes hijos de mi fantasia, esperando en silencio que el arte los vista de la palabra para poderse presentar decentes en la escena del mundo.
Fecunda, como el lecho de amor de la miseria, y parecida a esos padres que engendran mas hijos de los que pueden alimentar, mi musa concibe y pare en el misterioso santuario de la cabeza, poblandola de creaciones sin numero, a las cuales ni mi actividad ni todos los anos que me restan de vida serian suficientes a dar forma.
Y aqui dentro, desnudos y deformes, revueltos y barajados en indescriptible confusion, los siento a veces agitarse y vivir con una vida oscura y extrana, semejante a la de esas miriadas de germenes que hierven y se estremecen en una eterna incubacion dentro de las entranas de la tierra, sin encontrar fuerzas bastantes para salir a la superficie y convertirse al beso del sol en flores y frutos.
Conmigo van, destinados a morir conmigo, sin que de ellos quede otro rastro que el que deja un sueno de la media noche, que a la manana no puede recordarse. En algunas ocasiones, y ante esta idea terrible, se subleva en ellos el instinto de la vida, y agitandose en terrible, aunque silencioso tumulto, buscan en tropel por donde salir a la luz, de las tinieblas en que viven. Pero, ?ay, que entre el mundo de la idea y el de la forma existe un abismo que solo puede salvar la palabra; y la palabra timida y perezosa se niega a secundar sus esfuerzos! Mudos, sombrios e impotentes, despues de la inutil lucha vuelven a caer en su antiguo marasmo. Tal caen inertes en los surcos de las sendas, si cae el viento, las hojas amarillas que levanto el remolino.
Estas sediciones de los rebeldes hijos de la imaginacion explican algunas de mis fiebres: ellas son la causa desconocida para la ciencia, de mis exaltaciones y mis abatimientos. Y asi, aunque mal, vengo viviendo hasta aqui: paseando por entre la indiferente multitud esta silenciosa tempestad de mi cabeza. Asi vengo viviendo; pero todas las cosas tienen un termino y a estas hay que ponerles punto.
El insomnio y la fantasia siguen y siguen procreando en monstruoso maridaje.
Sus creaciones, apretadas ya, como las raquiticas plantas de un vivero, pugnan por dilatar su fantastica existencia, disputandose los atomos de la memoria, como el escaso jugo de una tierra esteril. Necesario es abrir paso a las aguas profundas, que acabaran por romper el dique, diariamente aumentadas por un manantial vivo.
?Anda, pues! Andad y vivid con la unica vida que puedo daros. Mi inteligencia os nutrira lo suficiente para que seais palpables. Os vestira, aunque sea de harapos, lo bastante para que no averguence vuestra desnudez. Yo quisiera forjar para cada uno de vosotros una maravillosa estrofa tejida de frases exquisitas, en las que os pudierais envolver con orgullo, como en un manto de purpura. Yo quisiera poder cincelar la forma que ha de conteneros, como se cincela el vaso de oro que ha de guardar un preciado perfume.
?Mas es imposible! No obstante necesito descansar: necesito, del mismo modo que se sangra el cuerpo, por cuyas hinchadas venas se precipita la sangre con pletorico empuje, desahogar el cerebro, insuficiente a contener tantos absurdos.
Quedad, pues, consignados aqui, como la estela nebulosa que senala el paso de un desconocido cometa, como los atomos dispersos de un mundo en embrion que avienta por el aire la muerte antes que su Creador haya podido pronunciar el fiat lux que separa la claridad de las sombras.
No quiero que en mis noches sin sueno volvais a pasar por delante de mis ojos en extravagante procesion, pidiendome con gestos y contorsiones que os saque a la vida de la realidad del limbo en que vivis, semejantes a fantasmas sin consistencia. No quiero que al romperse este arpa vieja y cascada ya, se pierdan a la vez que el instrumento las ignoradas notas que contenia. Deseo ocuparme un poco del mundo que me rodea, pudiendo, una vez vacio, apartar los ojos de este otro mundo que llevo dentro de la cabeza.
El sentido comun, que es la barrera de los suenos, comienza a flaquear y las gentes de diversos campos se mezclan y confunden. Me cuesta trabajo saber que casos he sonado y cuales me han sucedido; mis afectos se reparten entre fantasmas de la imaginacion y personajes reales; mi memoria clasifica, revueltos nombres y fechas de mujeres y dias que han muerto o han pasado con los de dias y mujeres que no han existido sino en mi mente. Preciso es acabar arrojandoos de la cabeza de una vez para siempre.
Si morir es dormir, quiero dormir en paz en la noche de la muerte sin que vengais a ser mi pesadilla, maldiciendome por haberos condenado a la nada antes de haber nacido. Id, pues, al mundo a cuyo contacto fuisteis engendrados, y quedad en el como el eco que encontraron en un alma que paso por la tierra, sus alegrias y sus dolores, sus esperanzas y sus luchas.
Tal vez muy pronto tendre que hacer la maleta para el gran viaje; de una hora a otra puede desligarse el espiritu de la materia para remontarse a regiones mas puras. No quiero, cuando esto suceda, llevar conmigo, como el abigarrado equipaje de un saltimbanqui, el tesoro de oropeles y guinapos que ha ido acumulando la fantasia en los desvanes del cerebro.