verdadera familia. Asi que habla de este asunto con el patriarca, cuentale lo que quieras, pero arreglatelas para que acabe por ganar.

—?Sabes que esto puede alargarse mucho?

—Tengo prisa, pero una prisa razonable.

—Bien. Estudiare el asunto con nuestro jurista y su eminencia. Intentaremos encontrarte el mejor abogado eclesiastico y te ayudare a redactar la peticion al Santo Oficio… Ah, ya he llegado. Gracias por traerme.

—?Quieres que te espere?

—No. Es posible que la visita se alargue. Que Dios te acompane, Aldo.

Al tiempo que desembarcaba, el sacerdote trazo sobre su amigo una pequena senal de la cruz.

Unos dias mas tarde, Morosini recibia un modelo de carta que le parecio absolutamente conforme a lo que el deseaba expresar. Se apresuro, pues, a copiarla con cuidado, antes de enviarla de acuerdo con las formas exigidas por el protocolo a su eminencia el cardenal La Fontaine —natural de Viterbo pese a su apellido tan maravillosamente frances—, que entonces ocupaba el trono patriarcal de Venecia. Al dia siguiente, envio a Zaccaria a decirle a Anielka que se reuniera con el antes de cenar en la biblioteca. Le parecia mas elegante avisarla de lo que estaba haciendo que pillar a la joven desprevenida. Ella debia buscarse tambien un abogado, y ademas, Aldo albergaba la debil esperanza de conseguir una especie de consenso mutuo para afrontar ese desagradable episodio.

El vestido de noche que llevaba la joven/de crespon negro con algunas lentejuelas del mismo color, apenas atenuaba el ostensible luto. De todas formas, penso Morosini, poco caritativo, ella sabia bien que el funebre color, en contraste con el rubio resplandeciente de sus cabellos, le sentaba de maravilla.

—Es una invitacion muy solemne —dijo Anielka, sentandose en un sofa y cruzando con cierta audacia sus finas piernas enfundadas en seda negra—. ?Puedo fumar, o la circunstancia es demasiado importante?

—No te prives. Es mas, voy a acompanarte —contesto Aldo, sacando su pitillera y tendiendosela completamente abierta.

Al cabo de unos instantes, dos delgadas volutas de humo azulado se elevaban en direccion al suntuoso techo artesonado.

—Bueno, ?que tienes que decirme? —pregunto Anielka con una debil sonrisa—. Pones cara de haber tomado una decision.

—Admiro tu perspicacia. En efecto, he tomado una decision que no te sorprendera mucho. Acabo de presentar en la Santa Sede una solicitud de disolucion de nuestro matrimonio.

La replica de la joven fue inmediata y tajante:

—Me niego.

Aldo fue a sentarse junto al cartulario donde reposaban los numerosos y venerables titulos familiares, como buscando en el nuevas fuerzas para la batalla que se anunciaba.

—No tienes que aceptar o negarte, aunque sin duda seria mas sencillo que lograramos ponernos de acuerdo.

—?Jamas!

—Eso es hablar claro. Pero, una vez mas, solo te informo por cortesia y para que puedas preparar tu defensa, puesto que vamos a enfrentarnos.

—No esperarias otra respuesta, supongo. Me he tomado demasiadas molestias para casarme contigo.

—Si, y hace bastante que me pregunto por que.

—Muy sencillo: porque te quiero —dijo ella en un tono a la vez aspero y nervioso que hizo sonar, la palabra de un modo extrano.

—?Bonita manera de decirlo! —ironizo Morosini—. ?Que hombre no se rendiria ante una declaracion tan apasionada?

—Depende de ti que lo diga de otra forma.

—No te molestes. No serviria de nada y lo sabes.

—Como quieras… ?Puedo saber en que basas tu solicitud?

—Tu padre y tu me habeis proporcionado argumentos de sobra: union contraida bajo coaccion y no seguida de… consumacion. Solo el primer punto es en si mismo causa de nulidad…

Anielka entorno los ojos para dejar filtrar solo una delgada linea dorada y ofrecio a su marido la mas ambigua de las sonrisas.

—Lo que no se puede decir, desde luego, es que tengas miedo.

—?Quieres decirme de que deberia tener miedo?

—Para empezar, de incomodar a los que nos ayudaron a conducirte hasta el altar. Es gente a la que no le gusta que se la acuse de haber obrado mal.

—Si la memoria no me falla, la detencion de tu padre enfrio mucho su ardor.

—El ardor puede atizarse. Basta con ponerle un precio…, y yo soy rica. Deberias tener eso en cuenta. En cuanto al otro argumento que has mencionado, de lo que deberias tener miedo es del ridiculo.

—?Por que? ?Por no querer acostarme contigo? —repuso sin contemplaciones—. El hecho de que seas encantadora no significa nada. ?Si uno tuviera que desear a todas las mujeres bonitas que pasan por su lado, la vida se volveria insoportable!

—?Yo no soy una mujer cualquiera! ?No me decias antes que mi belleza era demasiado poco comun para permanecer escondida, que podria ser la reina de Venecia porque sin duda era una de las mas guapas del mundo?

Aldo se levanto, apago el cigarrillo en un cenicero y, con las manos metidas en los bolsillos, dio unos pasos en direccion a la ventana.

—?Que tonto se puede llegar a ser cuando se esta enamorado! ?Se dicen disparates! En cualquier caso, pareces estar totalmente segura de ti misma. ?Es realmente admirable! —anadio riendo con bastante insolencia.

—Tienes razon. Me basta con mirar a un hombre para que se enamore de mi. Tu el primero.

—Si, pero el enamoramiento se me ha pasado del todo. Reconozco que tambien le hiciste perder la cabeza a Angelo Pisani…, que no cesa de lamentarlo. Es curioso: nos enamoramos de ti y luego nos arrepentimos de habernos enamorado. Deberias explicarme eso.

—?Rie, rie! ?No reiras siempre! Ni siquiera mucho tiempo, porque puedo demostrar la falsedad de tu presunto matrimonio rato.

—?Presunto? ?Soy quiza sonambulo?

—De ningun modo, pero a veces se producen milagros.

La palabra era tan inesperada que Morosini rompio a reir.

—?Tu y el Espiritu Santo? ?Crees acaso que eres la Virgen? ?Esta si que es buena!

—?No blasfemes! —exclamo Anielka, santiguandose precipitadamente—. No es obligatorio compartir la cama con un hombre para ofrecer al mundo la imagen feliz de una mujer colmada…, de una futura madre. En ese caso, seria muy dificil invocar la «no consumacion», ?no te parece?

Las cejas de Aldo se juntaron hasta formar un solo trazo oscuro e inquietante sobre unos ojos cada vez mas verdes.

—Tu discurso me parece un poco hermetico —dijo—. ?Podrias aclararlo? ?Que quieres decir? ?Que estas embarazada?

—Comprendes las cosas con rapidez —dijo ella en tono burlon—. Espero darte dentro de unos meses el heredero con el que siempre has sonado.

La bofetada fue tan inmediata que Morosini apenas se dio cuenta de haberla dado: habia sido el simple reflejo de una colera contenida durante demasiado tiempo. Solo al ver que Anielka se tambaleaba se percato de la fuerza del golpe. La mejilla de la joven se torno escarlata y una gota de sangre broto en la comisura de sus labios, pero Aldo no sintio ni pena ni remordimiento.

—?Estas viva? —pregunto, recuperada por completo la calma—. ?Mucho mejor!

—?Como te has atrevido? —rugio ella, replegada sobre si misma como si estuviera tomando impulso para abalanzarse sobre Aldo.

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