—Puedes ser sincero conmigo. Que Anielka y la asesina de tu madre hayan muerto no debe de causarte una pena inmensa, supongo…

—Es verdad, pero lo de Celina es distinto. A ella la quiero, y la idea de que lo haya sacrificado todo por mi, incluso la vida…, eso me resulta… insoportable.

Un sollozo acompano la ultima palabra. Aldo salio precipitadamente de la habitacion y cerro la puerta tras de si. Diez minutos mas tarde, un taxi lo llevaba a la estacion.

Informado por el telegrama que Aldo habia enviado antes de marcharse del Europa, Guy Buteau lo esperaba en la estacion de Santa Lucia con el motoscaffo. Aquella manana de noviembre gris y lluviosa, el antiguo preceptor vestido de negro parecia la imagen misma de la desolacion pese a llevar el sombrero hongo graciosamente inclinado, como tenia por costumbre. Cuando vio aparecer a Morosini, se arrojo en sus brazos llorando, incapaz de pronunciar una sola palabra.

Aldo nunca lo habia visto llorar. El dolor de aquel hombre refinado y cortes, siempre tan discreto, le encogio el corazon.

—?Es que… Celina ha…?

El maduro caballero se irguio secandose los ojos.

—No…, todavia no. Es casi un milagro… Se diria que esta esperando algo.

—Pero ?como ha pasado?

—Anielka, como le dije, habia invitado a su prima para celebrar lo que ella llamaba su toma de poder. Celina no hizo ningun comentario, pero me dijo que le gustaria que yo no estuviese presente. A mi me iba bien, porque Massaria me habia invitado a cenar en su casa. Envio a Livia al cine y a Prisca a casa de su madre porque, segun ella, para dos personas solamente ella y Zaccaria eran mas que suficientes. Despues del primer plato, que era una sopa de langosta, Celina empezo a quejarse de dolores «en sus interiores», como ella decia, y mando a su marido a la farmacia para que le comprara magnesia.

—A esas horas debia de estar cerrada.

—Exacto. Ella sabia que Franco Guardini le abriria, pero que eso llevaria un poco de tiempo. Al quedarse sola, fue a servir ella misma un magnifico souffle de trufas y setas. Yo no entiendo nada de setas, pero parece ser que las que Celina utilizo eran mortales: las dos mujeres debieron de tardar aproximadamente un cuarto de hora en morir. Despues, Celina comio tambien souffle.

—Entonces, ?como es que…?

—?Que no ha muerto? Gracias a Zaccaria. Los repentinos dolores de su mujer le parecieron sospechosos; se imagino que estaba tramando algo y, en vez de ir a la farmacia, fue corriendo a casa de la senorita Kledermann…

Aldo solto la maleta, que estuvo a punto de caer en el canal.

—?Lisa? ?Aqui?

—Si. A principios de este ano compro discretamente, con ayuda de nuestro notario, el pequeno palacio de San Polo, donde se instalo con un par de sirvientes. Celina iba a verla con frecuencia. Decia que le sentaba bien, que le daba animos, y era verdad. Cuando volvia de alli, siempre estaba mas alegre; y Zaccaria tambien.

—?Y usted estaba al corriente?

—Si, perdoneme… Vera, a finales del ano pasado Celina escribio a la senorita Lisa para explicarle como lo habian obligado a casarse con lady Ferrais. Entonces ella decidio venir y formamos en su casa un pequeno club cuyo objetivo era permanecer alerta y protegerlo lo maximo posible, porque estabamos convencidos de que junto a esa desgraciada usted se encontraba en peligro. Sobre todo cuando anuncio su intencion de solicitar la anulacion del matrimonio.

Los dos hombres embarcaron en la lancha rapida, a cuyo mando continuo Zian, tambien de luto, mientras que Aldo se sento en la popa con su viejo amigo.

—?Al hospital! —ordeno el senor Buteau—. Pero no demasiado deprisa, que podamos hablar…

El barco zarpo lentamente, retrocedio y luego se adentro en el Gran Canal.

—?Por que no me dijeron nada? —le reprocho Morosini—. A mi tambien me habria sentado bien.

—No habria podido evitar ir a verla y toda Venecia habria sacado la conclusion de que tenia una amante. Ademas, ella no queria que usted estuviera enterado de su presencia. Una cuestion de orgullo, querido Aldo.

—Pero ?por que?

—Todos sabemos que esta enamorado de ella, pero ?se lo ha dicho alguna vez?

—Tenia demasiado miedo de que se riera en mi cara. No olvide que fue mi secretaria durante dos anos y que estaba al corriente de mis aventuras… sentimentales. Ademas, cuando vino a traerme el opalo, cuando mi unico gesto deberia haber sido tenderle los brazos, Anielka entro… y Lisa se marcho corriendo.

—Y estaba firmemente decidida a no volver a verlo. Si no hubiera sido por Celina, asi habria sido.

—Pero ?como es que estaba en Zurich hace unos dias? Aparecio para salvarme en el momento en que la mujer que lleva mi apellido me acusaba de asesinato.

—Se entero de que iba alli con su padre y tomo el siguiente tren.

—?Y no se ha quedado alli? Kledermann debe de necesitarla en estos momentos de dolor.

—Todos los hombres no viven el dolor de la misma manera. Una vez enterrada su mujer, Kledermann opto por volcarse en los negocios. Se fue a Sudafrica, y Lisa regreso inmediatamente aqui, mas preocupada que nunca por su suerte. Ha sido ella la que ha evitado que Celina muriera poco despues que las otras dos. Fue al palacio con Zaccaria y basto un instante para comprender lo que habia pasado. Celina ya estaba en el suelo. La senorita Lisa le hizo tragar leche y aceite de oliva hasta que consiguio que vomitara. Yo llegue en ese momento. Zaccaria habia enviado a Zian en mi busca, y llame a la policia.

—?Dios mio!

—Habia que hacerlo. Pero telefonee a casa del comisario Salviati, que siente por usted una especie de veneracion desde el robo en casa de la condesa Orseolo. Acudio inmediatamente y todo fue sobre ruedas: concluyo que se trataba de uno de esos lamentables accidentes que se producen a veces en otono, con esas malditas setas que mucha gente cree conocer. Incluso una gran cocinera como Celina podia equivocarse: ese drama era la prueba, puesto que ella tambien habia sido victima de su refinado plato. ?Que mas quiere saber?

—Nada, aparte de la verdad sobre su estado. ?Va a salvarse?

—No lo se. Los medicos creen que han conseguido eliminar el veneno, pero al parecer su corazon esta muy debil. Estaba muy gorda, y esas emociones violentas, la pasion que ponia en todo, han acabado por deteriorarlo.

—?Estaba muy gorda? ?Es que ya no lo esta?

—Usted mismo lo vera. Ha cambiado muchisimo en unos dias.

El barco giro en el Rio dei Mendicanti, dejo atras San Giovanni e Paolo y la Scuola di San Marco para tocar tierra finalmente ante la entrada del hospital. Siguiendo al senor Buteau, Morosini subio una escalera y recorrio un pasillo sin percatarse de los saludos que le dirigian, hasta que por fin una puerta se abrio ante el y la pena invadio su corazon. Celina estaba alli, y el hubiera podido no reconocerla. Inmovil en aquella cama de hospital, parecia reducida a la mitad. El rostro de mejillas flaccidas, chupado, tragico, y las ojeras que marcaban los ojos cerrados la apartaban ya del mundo de los vivos. Aldo solo necesito una mirada para comprender que la mujer a la que queria tanto, casi su madre, el genio familiar de su morada estaba viviendo sus ultimos instantes y no se podia hacer nada para impedirlo.

El dolor le atenazo el corazon hasta el punto de que no se atrevio a acercarse. De pie ante la cama, con las manos crispadas sobre los barrotes de hierro pintado, busco a su alrededor una ayuda, una respuesta alentadora, la seguridad de que lo que estaba viendo no era verdad, y encontro la bella mirada oscura de Lisa, que al verlo entrar se habia retirado a una esquina. Y esa mirada estaba llena de lagrimas.

—?Esta…?

—No. Todavia respira.

Entonces se dirigio hacia Lisa, hacia la calida luz que su cabellera desprendia en aquella habitacion de agonia. Durante unos instantes, se quedo plantado delante de ella, inmovil, hipnotizado por el rostro claro que se

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