inundaciones), aunque el parroco tuvo que pelear para hacer desistir a los padres en su empeno por llamarlo «Inundacion Van Leyden».
Al decimocuarto dia, Wimsey, que salio a darse un bano en lo que antes habia sido una calle, vio que el nivel del agua habia bajado treinta centimetros y volvio, agitando con la mano una rama de laurel que habia cogido del jardin de una casa, como el sustituto mas cercano al olivo. Ese dia tocaron un carrillon muy alegre de Kent Treble Bob Major y, desde el otro lado de las tierras inundadas, escucharon la respuesta de las campanas de St Stephen.
– El olor -dijo Bunter, mirando el desierto de destrozos y algas en lo que se habia convertido St Paul- es muy desagradable, milord, incluso me atreveria a decir que no es higienico.
– Tonterias, Bunter -dijo Wimsey-. En el sur lo llamarian ozono y pagarian mucho dinero por poder respirarlo.
Las mujeres del pueblo se hacian cruces del trabajo que les costaria limpiar y ordenar las casas, y los hombres se quejaban de como habian quedado los campos.
Los cuerpos de Will Thoday y John Cross aparecieron en St Stephen, hasta donde los habia arrastrado la corriente. Los enterraron bajo la sombra de la torre de St Paul, con toda la solemnidad posible, repique incluido. Hasta que ambos descansaron en paz Wimsey no hablo con el parroco y el comisario Blundell.
– Pobre Will -dijo-. Murio como un hombre y se llevo sus pecados con el. Seguro que no queria hacerle mal a nadie, pero creo que quiza se imagino como habia muerto Deacon y se sintio responsable. Aunque ahora ya no tenemos que buscar al asesino.
– ?Que quiere decir, milord?
– Porque -dijo con una amarga sonrisa- los asesinos de Geoffrey Deacon ya estan colgados, y muy por encima del infierno.
– ?Asesinos? -pregunto el comisario-. ?Mas de uno? ?Quienes fueron?
– Gaude, Sabaoth, John, Jericho, Jubilee, Dimity, Batty Thomas y Sastre Paul.
Se hizo un largo silencio. Wimsey anadio:
– Deberia haberlo adivinado. Creo que se dice de la Catedral de San Pablo que cuando uno entra en la sala de las campanas mientras tocan un carrillon, no sale vivo. Tambien se que si la noche que tocaron la alarma hubiera estado diez minutos mas alli arriba, tambien yo estaria muerto. No se de que, si de una apoplejia o un infarto, de lo que sea. Estoy seguro que aquella nota tan aguda habria roto una jarra de cristal. Se que ningun ser humano podria resistir el ruido de las campanas durante mas de un cuarto de hora, y Deacon estuvo alli encerrado y atado durante nueve interminables horas el dia de Nochevieja.
– ?Dios mio! -exclamo el comisario-. Entonces, cuando usted dijo que podia haberlo matado el parroco, Hezekiah Lavender o usted mismo, tenia razon.
– Si -dijo Wimsey-. Fuimos nosotros. -Se quedo un momento pensando y continuo-. Es mas, el ruido debio de ser mucho peor aquella noche porque la nieve hacia de pantalla y no dejaba escapar el sonido. Geoffrey Deacon era un mal hombre, pero cuando pienso en la terrible agonia de su muerte…
Se vino abajo, con la cabeza entre las manos, como si instintivamente quisiera hacer callar aquel ruido que todavia retumbaba en su cabeza. En medio del silencio, se oyo la suave voz del parroco.
– Siempre ha habido leyendas sobre
– Bueno -dijo el comisario, mas alegre de lo habitual-. Parece que no tendremos que hacer mas averiguaciones. El tipo esta muerto, y el que lo encerro alli arriba tambien, el pobre, y eso es todo. No entiendo demasiado de campanas, pero me fiare de usted, milord. Supongo que sera cuestion de periodos de vibracion. Parece que es la mejor solucion, y asi se lo comunicare al inspector jefe. Y eso es todo. -Se levanto y anadio-: Que tengan un buen dia, caballeros.
Y se marcho.
Dorothy L. Sayers
[1] Nombre que se da a la tercera y ultima fase del gotico ingles, que abarca el periodo comprendido entre 1350 y 1530