Haces autoestop. Con timidez al principio, sin mover apenas el puno, inclinandolo casi imperceptiblemente en direccion a tu destino imaginario. Corre una ardilla por la rama de un arbol. Haces autoestop a la ardilla. Pasa volando un grajo. Le indicas que baje. No eres entonces la famosa Sissy, sino solo una timida nina surena en el linde de un bosquecillo, observando como se mueve hacia delante tu pulgar, estudiando como se comportan los pulgares a distintas velocidades y angulos de giro. Haces senas a abejas, serpientes, nubes, flores.
En la escuela, aprendes que es el pulgar lo que diferencia a los seres humanos de los primates inferiores. El pulgar es un triunfo de la evolucion. Por sus pulgares puede el hombre utilizar herramientas. Por poder utilizar herramientas puede ampliar sus sentidos, controlar su medio y crecer en poder y perfeccion. ?El pulgar es piedra angular de la civilizacion! Tu eres una nina ignorante. Crees que la civilizacion es algo bueno.
Por sus pulgares puede el hombre utilizar herramientas, etc., etc. Pero
La primera vez… Nunca lo olvidaras. Es una manana gelida; llena la nieve fina las grietas del viento. No tienes animos para caminar las cinco manzanas que te separan de la escuela. Por encima del hombro ves (?oh, apenas puedes hablar de ello ahora!) una ranchera Pontiac que se acerca a moderada velocidad. Cuanto sufrimiento te producen esas falsas arrancadas antes de que tu mano tome impulso. La vesicula amenaza con desbordarse. El giro de tu flaco brazo parece durar un minuto. Y aun asi el coche pasa de largo. Pero no: ?Luces de freno! El Pontiac patina levemente sobre la nieve. Corres, sudando realmente, hasta el. Atisbas el interior. Tu rostro, bajo el gorro con orejeras, es como un tomate. Pero el conductor hace senas para que entres…
A partir de entonces, no volveras a pie a la escuela. Ni siquiera con buen tiempo. Vas en autoestop al cine los sabados por la tarde (tu primer encuentro con vaqueras); vas en autoestop al centro de Richmond solo por practicar. Te asombra la precision natural, instintiva casi, con que tus pulgares surcan el aire. Te maravilla la gracia de los gordos apendices. En tu treceavo verano, recorres en autoestop casi 150 kms.: hasta las playas de Virginia, para ver el oceano.
Por alguna razon, buscas «pulgar» en el diccionario. Dice: «el dedo corto y grueso, primero o mas preaxial de la mano humana, que se diferencia de los demas dedos por tener dos falanges y mayor libertad de movimiento».
Eso te gusta:
7
Y SIGUIERON creciendo, los primeros dedos o mas preaxiales de la mano de Sissy. Crecieron mientras ella comia sus gachas y su pan globo; crecieron mientras sorbia ella sus copos de trigo con leche. Crecieron mientras ella estudiaba historia («Como los colonos avanzaban constantemente hacia el Oeste, se veian amenazados constantemente por hordas de indios salvajes»); crecieron mientras estudiaba aritmetica («Si una gallina y media suele poner un huevo y medio en dia y medio, ?cuanto tardara un mono que tiene una pata de palo en sacar de un pisoton las semillas de un pepino en salmuera?») Crecieron en la habitacion de olor acre en que dormia con sus dos hermanos; crecieron en el bosquecillo donde jugaba sola. Crecieron en verano, cuando crecian otras cosas. Crecieron en invierno, cuando casi todo crecimiento cesaba. Crecian cuando reia; crecian cuando lloraba. Y cuando inspiraba y expiraba, crecian.
(Si, crecieron, incluso cuando millones de jovenes norteamericanos bajo la presion social y siguiendo las ensenanzas de sus mayores, luchaban por dejar de crecer, es decir, luchaban por hacerse «adultos», objetivo de insuperable dificultad por ir contra las leyes esenciales de la naturaleza (las del cambio y la renovacion) aunque por milagro lo alcancen todos en nuestra cultura, salvo unos cuantos abortos.)
Y ellos, los digitos primeros o mas preaxiales de las manos de Sissy, siguieron creciendo, y no exactamente en proporcion directa al resto de su ego de nina en desarrollo.
Si albergo Sissy el temor de que pudiesen seguir creciendo eternamente, que pudiesen llegar a adquirir un tamano que los situase fuera de su propio control, que pudiesen llevarla a acabar en un zoo de feria, tercer bicho a la izquierda, justo frente a la jaula del monstruo de Gila, no lo demostro.
Sin el menor esfuerzo mental, sus pechos fueron pasando de tapones de botella a monticulos que requerian contencion material. Sin ayuda alguna de su cerebro, un vello aterciopelado fue cubriendo su entrepierna, hasta entonces tan desnuda y fea como la de un pichon. Sin razon ni logica que la guiase, habia articulado sin embargo sus ritmos organicos en perfecta sincronizacion con los de la luna, puntuando las bragas primero y luego, tras solo unos meses de practica, desprendiendo un flujo lunar ajustado a las normas. Con la misma inocencia diestra y sosegada, bombeaba sus pulgares, alargando siempre las sombras que arrojaban sobre el cuaderno escolar y el plato de la cena.
Como intimidados por esta simple y extrana exhibicion de crecimiento (que, dado que compartian habitacion, habian de presenciar con intimo detalle) a punto estuvieron sus hermanos de paralizar su propio desarrollo fisiologico. Se quedaron para toda la vida bajitos y cacahuetescos, con caras de ninos y genitales de un tamano que dejaria indiferentes a las mujeres pero que llevaria con frecuencia a burlarse a los demas hombres. Creyendo ese cuento de viejas que correlaciona el tamano del pulgar con el del pene, los anatomistas de vestuario sugirieron varias veces a los hermanos que era una pena que no compartiesen la grandeza digital de su hermana.
Jerry y Junior Hankshaw se habrian horrorizado si sus pulgares hubiesen adquirido proporciones hermanescas; se habrian horrorizado tambien si sus pititos hubiesen crecido de igual modo. Pero un
Junior, cuyas habilidades mecanicas le encaminarian tras los animosos pasos de su papa (en los almacenes de tabaco de South Richmond siempre hay un secador, un higrometro o un ventilador que arreglar), empezo a construir un aparato secreto. Despues de haber abierto y destrozado en vano tres tuberias usadas por lo menos, y tras el robo de ambos cordones de badana de las botas del senor Hankshaw, produjo Junior al fin un artilugio que parecia cruce de prensa de tornillo, tiragomas y tubo central de rollo de papel higienico. Por razones de discrecion, el alargapulgares solo podia utilizarse a ultima hora de la noche, y los hermanos pasaron mas de una sonolienta hora turnandose en la oscuridad y soportando el calvario que causaba aquel artilugio que habian fijado a su cama de madera de arce de imitacion Sears & Roebuck.
No carecia la empresa de precedente historico. Hacia 1830, cuando contaba treinta anos, sometio el compositor Robert Schumann los dedos de su mano derecha a una maquina alargadora. El objetivo de Schumann era acelerar su progreso hacia el virtuosismo como pianista por haber expresado su amada, la pianista Clara, gran decepcion por su tardanza en alcanzarlo. En la almibarada elegancia de un salon de Leipzig del siglo xix, Schumann debia sentarse muy tieso, sorbiendo
Lo que a Jerry y Junior Hankshaw les sucedio fue que, con pulgares demasiado rojos y despellejados para poder ocultarlo, pronto fueron interrogados por sus padres y ridiculizados por sus companeros. Agradeciendo a Dios que el y Jerry hubiesen pasado por intermediarios digitales en vez de someter directamente sus pititos al invento, Junior arrojo el artilugio al rio James. El pobre Schumann se tiro el mismo al Rin.
Solo un par de pulgares estaban destinados a crecer (y brillar) en la destartalada casa de los Hankshaw. Un par de pulgares destinados a remontarse y arquearse, como si ese par fuese la carrera de interpretes prematuramente cortada de Robert Schumann que se continuase de nuevo con una carnosa levita empapada de Rin por los escenarios de asfalto de las autopistas de Norteamerica, oh Fantasia, oh Tabulacion, oh Humor, Gas Comida Alojamiento Salida 46.