Anne Perry

Falsa inocencia

16? Monk

Para Diana Hinds, por su ayuda y amistad.

Capitulo 1

El fugitivo se mantenia en equilibrio en la popa de la gabarra. Su silueta se recortaba contra las relumbrantes aguas del Tamesis, con el cabello azotado por el viento, el semblante anguloso, los labios prietos. Entonces, en el ultimo instante, cuando la otra gabarra ya casi habia cruzado, se agacho y salto. Alcanzo la cubierta por muy poco y tuvo que gatear para afianzar los pies. Se tambaleo un momento, recobro el equilibrio y se volvio. Saludo con el brazo, presa de un jubilo grotesco, y acto seguido se agacho, perdiendose de vista detras de los apinados fardos de lana.

Monk sonrio forzadamente mientras los remeros se afanaban en dar la vuelta a la lancha patrullera luchando contra el reflujo y las estelas de las gabarras que remontaban el rio hacia el Pool [1] de Londres. No habria dado orden de disparar aun si hubiese estado seguro de que los disparos no alcanzarian a ninguna otra persona entre el ingente trafico fluvial. Queria a Jericho Phillips con vida para verlo juzgado y ahorcado.

En la proa de la lancha, Orme impreco entre dientes, dado que aun no estaba lo bastante comodo para dar rienda suelta a sus emociones delante de su nuevo jefe. Monk solo llevaba medio ano en la Policia Fluvial del Tamesis, a la que se habia incorporado tras la muerte de Durban. El trabajo era muy distinto del que se llevaba a cabo en tierra firme, donde tenia experiencia, aunque para el lo mas dificil era asumir el liderazgo de unos hombres para quienes era un intruso. Le precedia la reputacion de ser un brillante detective, pero tambien la de tener un caracter implacable, de ser un hombre dificil de conocer y de tratar.

Habia cambiado despues del accidente sufrido anos antes, en 1856, que le borro la memoria. Aquello le habia brindado la oportunidad de comenzar de nuevo. Habia aprendido a conocerse a traves de los ojos de los demas, y ese aprendizaje resulto amargamente esclarecedor. Cosa que tampoco podia explicarle a nadie.

Estaban acortando distancias con la barcaza donde Phillips se agazapaba oculto a la vista, sin que el timonel hubiese reparado en su presencia. Otros veinticinco metros y estarian a la misma altura. Habia cinco agentes en la patrullera, mas de lo habitual, pero reducir a un hombre como Phillips tal vez requiriera el uso de esos efectivos adicionales. Lo buscaban por el asesinato de un nino de unos trece o catorce anos de edad, Walter Figgis, conocido como Fig, un chaval flaco y de complexion menuda, rasgos que quiza fuesen los que le habian conservado la vida tanto tiempo. Phillips traficaba con ninos desde los cuatro o cinco anos de edad hasta que les cambiaba la voz y comenzaban a adquirir caracteristicas corporales de adultos, dejando asi de serles utiles en su particular parcela del mercado pornografico.

El tajamar de la lancha patrullera cortaba el agua turbulenta. A unos cincuenta metros un yate avanzaba perezosamente rio arriba, tal vez con destino a Kew Gardens. Banderines multicolores ondeaban al viento y se oia una mezcla de risas y musica. Delante, un centenar de barcos, desde barcazas carboneras hasta cliperes de la carrera del te, permanecian anclados en el Upper Pool. Las barcazas iban y venian sin cesar, y los estibadores descargaban mercancias traidas desde todos los rincones de la tierra.

Monk se inclino un poco hacia delante y tomo aire para instar a sus hombres a esforzarse mas, pero cambio de parecer y se contuvo. Parecia no confiar en que estuvieran dando lo mejor de ellos mismos. Aunque de todos modos no era posible que tuvieran tantas ganas de capturar a Phillips como el. Era Monk, no ellos, quien habia implicado a Durban en el caso Louvain, implicacion que al final le habia costado la vida. Y era a Monk a quien Durban habia recomendado para ocupar su puesto cuando supo que se estaba muriendo.

Orme habia servido con Durban durante anos, pero si le contrariaba estar bajo las ordenes de Monk, jamas lo habia demostrado. Era leal, diligente, incluso servicial; pero, en esencia, resultaba indescifrable. No obstante, cuanto mas lo escrutaba Monk, mas claro tenia que el respeto de Orme le era imprescindible para salir airoso y, ademas, en verdad deseaba granjearselo. No recordaba que hasta entonces le hubiese importado lo que un subalterno pensara de el.

La barcaza se hallaba tan solo a unos nueve metros y aminoraba la marcha para ceder paso a otra que cruzaba por su proa, cargada de toneles de azucar sin refinar procedentes de una goleta amarrada treinta metros mas alla. El barco, al estar casi vacio, revelaba la linea de flotacion, con el inmenso velamen recogido y plegado, y los palos desnudos oscilaban con el suave balanceo del casco.

La patrullera cabeceo al virar a babor mientras la otra barcaza cruzaba hacia estribor. El primer agente salto a bordo, y luego el segundo, pistolas en mano.

El de Phillips era el unico caso que Durban no habia cerrado, permaneciendo, incluso en sus ultimas notas, como una herida aun abierta en su mente. Monk habia leido cada pagina del prontuario desde que lo heredara de Durban junto con el puesto. Alli estaban todos los datos: fechas, horas, personas interrogadas, respuestas, conclusiones, decisiones sobre los siguientes pasos a dar. Pero todas las palabras, su letra de trazos grandes y desgarbados, vibraban de sentimiento. Habia en ellas una evidente ira mucho mas profunda de la que podian explicar la mera frustracion del fracaso o el orgullo herido por saberse burlado. Se trataba de una ardiente furia ante el sufrimiento infantil y de una honda piedad por todas las victimas del comercio de Phillips. Y ahora tambien Monk se veia marcado por ella. Al concluir la jornada y marcharse a su casa seguia pensando en el caso. Invadia la paz de la hora de comer. Se entrometia en las conversaciones con su esposa Hester. Rara vez se habia llegado a obsesionar tanto.

Iba sentado muy tieso en la popa de la patrullera, ansioso por unirse a los hombres que habian saltado a la gabarra. ?Donde estaban? ?Por que no habian reaparecido con Phillips?

De pronto lo entendio; se hallaban en la banda equivocada. Phillips lo habia calculado todo con suma precision. Sabiendo que tendrian que pasar por babor para no estrellarse contra la otra gabarra, habia pasado a estribor y saltado otra vez. Era una maniobra arriesgada pero no tenia nada que perder, porque cuando lo capturaran seria juzgado y solo cabia un veredicto. Tres domingos despues lo ahorcarian.

– ?Haga volver a los hombres! -grito Monk, incorporandose en el asiento-. ?Ha pasado a estribor! ?A la otra barcaza!

Los agentes ya se habian percatado. Orme agarro el otro remo, lo metio en el agua y se puso a bogar para situar la patrullera a popa de la primera barcaza.

Los dos agentes regresaron y saltaron a bordo, haciendo que la patrullera se balanceara con violencia. No habia tiempo para cambiar de sitio con Orme. La otra barcaza ya se encontraba a casi veinte metros de ellos, camino de la darsena. Si Phillips llegaba antes que ellos, desapareceria entre las cajas y las pacas, los arcones de te, los toneles de azucar y de ron, los montones de madera, asta, pieles y ceramica que abarrotaban el muelle.

Monk tenia el cuerpo entumecido, el viento le azotaba el rostro con el penetrante olor a salitre y pescado de las aguas de menguante. Capturar a Phillips era lo unico que aun podia hacer por Durban. Justificaria la confianza que Durban habia depositado en el tras haberlo tratado tan solo unas semanas. No habian compartido nada de la vida y la rutina cotidianas, solo un caso de un horror casi inconcebible.

Perdieron de vista la barcaza que llevaban delante durante un momento, oculta por la popa de una goleta de cinco mastiles.

Monk mantenia la mirada fija al frente. Tuvo la impresion de que la embarcacion tardaba demasiado en

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