– No, construirlos no -respondio ella con seriedad-. Pero, como os he dicho, he visto otros como este alguna vez.

– Bueno, no os equivocais -confeso el capitan-. Lo compre en Kerhostin hace dos anos. Mi oficial de cubierta… -Senalo a uno de los hombres que habia junto a la espadilla, un muchacho con semblante saturnino-. Ese de ahi, Gurvan. Es el segundo de a bordo en este barco. Es breton y ayudo a construir el Barnacla. Entre la tripulacion tambien hay hombres de Cornualles y Galicia. Conocen bien los mares que separan Eireann del reino de los suevos.

– Es bueno que tengais en vuestra tripulacion a buenos conocedores de estas aguas -comento Fidelma con solemnidad.

– Bueno, ya os digo: si el viento es favorable y nuestro patron, san Brendan el Navegante, nos acompana, sera un viaje agradable.

La alusion a san Brendan hizo pensar a Fidelma en los demas peregrinos.

– ?No sabriais por azar por que motivo los demas pasajeros no muestran interes por la mejor parte del viaje? A mi juicio, el momento mas emocionante de la travesia es cuando el barco deja atras la tierra y se adentra en el mar.

– Desde el punto de vista de un viajero, yo diria que es mucho mas emocionante arribar a un puerto desconocido que desabocar desde uno conocido -opino Murchad, y luego se encogio de hombros-. Tal vez sus companeros de viaje no sean tan buenos navegantes como vos y esos dos jovenes hermanos de ahi -sugirio, senalando con la cabeza a los dos religiosos que seguian enzarzados en su conversacion-. Pero yo diria que esos mozalbetes apenas se percatan de que estan en un barco… a diferencia de sus companeros.

Fidelma tardo un instante en entender la insinuacion.

– ?Hay quienes ya se han mareado?

– El grumete me ha dicho que un par al menos ya esta basqueando. He llegado a embarcar peregrinos que rezaban por morir, de tan mal que lo pasaban -dijo, riendose al recordarlo-. Conoci a un peregrino que se mareo no bien puso un pie a bordo, y no se le pasaba ni con el barco anclado en el puerto. Hay quien puede hacerse a la mar, pero hay quien esta hecho para quedarse en tierra firme.

– ?Como son los pasajeros? -pregunto Fidelma.

Murchad apreto los labios y la miro con cierto asombro.

– ?No los conoceis?

– No. No voy con ellos. Viajo sola.

– Pensaba que erais de la abadia -comento Murchad, senalando con la mano en direccion a la lejana costa para indicar St. Declan.

– Soy de Cashel… me llamo Fidelma de Cashel. Llegue a la abadia anoche.

– Bueno… -Murchad reflexiono un momento sobre la pregunta que le habia hecho-. Diria que vuestros companeros de viaje podrian describirse como un grupo tipico de religiosos. Disculpad, hermana, pero es dificil discernir entre el habito y el individuo.

Fidelma comprendio su perspectiva.

– ?Son un grupo mixto de hombres y mujeres?

– Ah, eso si puedo decirlo. Incluyendoos a vos, son cuatro mujeres y seis hombres.

– ?Diez en total? -Fidelma se sorprendio-. Es una cifra inusual. Los peregrinos prefieren viajar en grupos de doce o de trece, ?no?

– Que yo sepa, asi es. En este viaje iban a ser seis mujeres y seis hombres. Sin embargo, me dijeron que una de ellas no llego a Ardmore, y otra sencillamente no se ha presentado en el muelle esta manana. Hemos esperado hasta el ultimo momento, pero un barco no puede dominar el viento y la marea. Teniamos que zarpar. Quiza la religiosa que faltaba se arrepintio de emprender este viaje. Si bien es cierto que es raro encontrar a una mujer peregrinar sola -anadio con tono de curiosidad.

Fidelma levanto un hombro con un movimiento imperceptible.

– Llegue anoche a la abadia de St. Declan con la intencion de buscar un barco rumbo al reino de los suevos. El abad me dijo que el vuestro se estaba preparando para zarpar esta manana y suponia que tendriais lugar para un pasajero mas. Asi que me acogio en la abadia mientras un mensajero se encargaba de reservarme el pasaje. No tuve ocasion de encontrarme con el resto de viajeros en la abadia, y tampoco conocia a ninguno.

Murchad la miraba con gesto meditabundo, mientras se frotaba la narizota con el indice.

– Es cierto que el mensajero del abad vino a mi encuentro anoche en la posada de Colla y reservo vuestro pasaje -afirmo y luego fruncio el ceno-. Me da en la nariz que sois una clase rara de religiosa, hermana. ?El abad os recibe y envia a un mensajero para que os reserve el pasaje…? Aunque tampoco pareceis una superiora de vuestra orden…

Aquella observacion encerraba una pregunta.

– No lo soy -respondio ella, deseando que no hubiera surgido ese asunto.

El capitan la miraba con mucha curiosidad.

– No es habitual gozar de tal privilegio…

Se interrumpio y sus ojos perspicaces y brillantes se abrieron como platos al reconocerla.

– ?Fidelma de Cashel! ?Claro!

Fidelma suspiro, resignada al saber que el habia oido hablar de ella. Con todo, su identidad habria salido a la luz tarde o temprano en los reducidos limites de la embarcacion.

– Confio en que guardeis mi condicion en secreto, Murchad -solicito-. No creo que a ninguno de los demas pasajeros incumba saber quien soy.

Murchad solto un largo suspiro.

– La hermana del rey de Cashel va a bordo de mi barco. Es para mi un gran honor, senora, y mi curiosidad esta satisfecha.

Fidelma movio la cabeza con un gesto de reproche.

– Hermana -le corrigio con dureza-. Solo soy una religiosa mas en peregrinacion.

– Muy bien, guardare la confidencia. Si bien debo decir que es excepcional toparse con una princesa y una abogada en la persona de una religiosa. He oido un sinfin de historias sobre como salvasteis el reino…

Fidelma alzo un poco el menton y, con un peligroso brillo en los ojos, replico:

– ?Acaso Brendan no era tambien principe? ?Acaso Comcille no pertenecia a la real dinastia de Ui Neill? Diria que no es tan extraordinario que haya personas de la realeza al servicio de la Fe. Comoquiera que sea. Este asunto debe quedar entre nosotros y no debe comentarse con los demas peregrinos.

– Pero habre de decirselo al mozo que os atendera en el viaje.

– Preferiria que no lo hicierais. Decidme, capitan, ?no ibais a hablarme de los peregrinos? -pregunto Fidelma, cambiando de tercio para no seguir hablando de algo que para ella era embarazoso.

– No se gran cosa -confeso Murchad-. Aunque pasaron la noche en la abadia, se que no pertenecen a su comunidad. Por los acentos, al menos los que yo he oido, la mayoria son del norte, del reino de Ulaidh.

Fidelma se sorprendio un poco.

– ?No es una ruta muy larga para un peregrino de Ulaidh viajar a Ardmore para coger un barco, pudiendo zarpar directamente desde un puerto del norte?

– Es posible -afirmo Murchad con indiferencia-. Como patron de este barco, me complace transportar pasajeros que paguen, sea por el motivo que sea. Tendreis tiempo de sobra para conocerlos bien, senora, asi como para averiguar que les ha llevado a emprender este viaje.

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