– Acabo de llegar -habla con notorio acento argentino-. Vengo directo del aeropuerto…

– ?Pero como no nos avisaste?

– Queria darles la sorpresa…

– Ay, chico, que mala suerte la tuya. Alicia anda atareadisima con sus clases y ex menes… Me dijo que hoy iba a estar en casa de una amiga, estudiando hasta tarde…

– Bueno, entonces sigo hasta el hotel y asi descanso un rato. Si viene Alicia decile que por la noche la llamo.

– ?Que sorpresa se va a llevar!

– ?Me prometes guardar un secreto y no decirle nada a ella?

– Si, claro…

– Vine a casarme con Alicia.

Margarita se lleva una mano al pecho y abre la boca y los ojos en un gesto de enorme sorpresa.

[19:22]

El Peugeot termina de escalar la empinada cuesta que nace junto al Jardin Zoologico de La Habana. Al culminarla, cuatro cuadras mas arriba, toma hacia la derecha el desvio de la Calle 38, por la que desciende, esta vez en un pronunciado declive.

Pasa de largo junto a las casas de la parte alta. Al pie de un edificio en obra, hay tres o cuatro personas inactivas. Cuando el Peugeot desciende unas dos cuadras hacia el rio, se oye un ladrido. Otros le hacen eco.

Al estacionar junto a una fosa, las ruedas descansan sobre el borde de un acantilado de ocho metros.

En la calzada no se ven carros estacionados. Ni transeuntes. Tras un minuto de inmovilidad y silencio, Victor se apea por un lado y Alicia por el otro y se reunen junto al maletero. Miran en todas direcciones.

– ?Ahora! En esta oscuridad nadie nos ve.

Abren el maletero, cogen el fardo por los nudos y lo depositan al borde del precipicio. Victor saca un cuchillo, corta por debajo de cada nudo y le pasa la tela cortada a Alicia. Luego se agacha, coge el envoltorio por un extremo, lo alza con fuerza y hace que el cadaver gire hacia el vacio. Tres segundos despues, el ruido sordo del impacto en el fondo, rebota contra los farallones.

Victor recoge los restos de s bana y colcha y se introduce con ellos en el Peugeot. Alicia ya esta adentro. Victor enciende las luces y el carro parte, cuesta abajo, con el motor apagado.

[20:11]

Suena el timbre de la puerta. Un negro joven, acompanado del portero del edificio, extiende un carnet de la Policia Nacional Revolucionaria y pide hablar con el Sr. Karl Bos.

– Adelante -le dice el propio Bos-. Sientese, por favor.

El policia se acomoda, se coge las manos en actitud de quien prepara lo que va a decir. Luego saca de su bolsillo superior una especie de tarjeta y se la pasa a Bos.

– ?Reconoce a este senor?

Bos mira con avidez y temor.

Es una licencia de conduccion con la foto y nombre de Hendryck Groote.

– Si, es Hendryck Groote, el presidente de la empresa donde trabajo… ?Le ha pasado algo?

– Lamento informarle que aparecio muerto, hace poco, en el fondo de una obra en construccion…

Bos hace un gesto de consternacion y se derrumba hacia un lado del sillon, con ambas manos en las sienes.

[20:41]

Alicia en el interior del Peugeot, termina de pasar un trapo humedo sobre el timon, la palanca de cambios, y practicamente todo el tablero.

Victor hace lo mismo por fuera. En eso oye timbrar su celular, y se lo quita de la cintura.

– ?Si? Si, hola, Karl. ?Alguna novedad?

– ?Que horrible!

Tras un prolongado silencio, en que Victor solo asiente, dice por fin:

– Si si, voy para all inmediatamente.

Cuelga y se vuelve a Alicia.

– Ya encontraron el cadaver… Parece que habia unos muchachos jugando en el fondo de la fosa. La Policia quiere que vayamos a reconocerlo en la morgue…

Alicia eleva la cabeza y los brazos al cielo y exclama:

– ?Que ganas de emborracharme, cono!

– Por favor, no lo hagas ahora. Necesitamos nuestros cinco sentidos. Mientras yo regreso, llevate el carro y abandonalo en cualquier lugar del Vedado. Luego esperame, disfrazada, en el bar del Habana Libre, pero no te excedas…

[21:15]

Casi simultaneamente, con rostros igualmente lugubres, Bos y Victor cabecean afirmativamente ante un hombre, visto de espaldas, que ha levantado una s bana.

Reconocido Groote, el hombre deja caer la s bana y se lleva el cadaver en una camilla rodante.

– Si ustedes se sienten en condiciones ?podrian responderme unas preguntas ahora…?

– Yo le confieso que no me siento en condiciones. Esto es terrible… -le dice Victor,

– Yo tambien preferiria, teniente…

– Perfectamente, no hay ningun problema. ?Podriamos reunirnos manana a las nueve?

Bos y Victor asienten.

– De acuerdo; pero quisiera informarles que no han terminado los problemas en su empresa. La mujer del Sr. Jan Van Dongen ha denunciado la desaparicion de su marido. Dice que no ha recibido siquiera un llamado desde el mediodia.

– Yo ya lo sabia, y tambien me preocupo. Jan no volvio a aparecer ni a llamar en toda la tarde. Realmente, es algo incomprensible…

– Permitanme informarles que el Sr. Van Dongen salio de Rancho Boyeros esta tarde a las 16:30 con destino a Mexico -saca un papel y lee-: en un vuelo de Aerotaxis, que habia reservado y pagado desde antiayer a nombre de la empresa.

Bos y Victor se miran asombrados.

[21:50]

Alicia, disfrazada otra vez de gringa gorda, espera sentada en la barra. Cuando llega Victor, se le sienta al lado y pide un conac.

– ?Donde lo dejaste?

– A tres cuadras de aqui. No problem. Ojal alguien se lo robe esta noche. ?Y a ti como te fue en la morgue?

Victor no le responde.

– ?Tendrias la amabilidad de responderme? ?Todo bien?

– Todavia no lo se. El narizon Van Dongen se marcho de Cuba sin decir nada. Ni a su mujer.

Alicia, muy alarmada, se vira para mirar a los ojos de Victor.

– ?Y eso? Por cierto ?tu miraste bien el contenido de la maleta?

– Eso mismo iba a preguntarte yo… Porque nos distrajimos con la flor y al final no miramos…

– Tu piensas que el narizon pudo hacernos alguna trampa…

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