– No me imagino como. Parece imposible; pero me da muy mala espina que se haya marchado sin decir nada a nadie…

[22:26]

El Chevrolet entra en la finca. Ambos se apean con premura y van hacia el armario donde han guardado la maleta con los tres millones.

Victor la carga, la deposita encima de un sof y se apresura a abrirla, ante la ansiosa expectativa de Alicia. Cuando los fajos vuelven a desplegarse ante su vista, cuidadosamente ordenados, coge uno al azar y le desliza el pulgar sobre un extremo.

Con un grito y un poderoso movimiento de rabia, Victor rompe el fajo, deja caer una cascada de papeles en blanco, y lanza el resto contra el piso. Entre horribles imprecaciones en ingles, coge otro, y otro, y todos son fraudulentos.

De pronto, se pone ambas manos en la cintura y se queda mirando a Alicia, como dispuesto a agredirla.

– No puedo creer que tu…

La apunta con un dedo y avanza hacia ella, pero se detiene, con la mano en alto y el entrecejo fruncido. Mira de reojo a la maleta y de pronto, en dos zancadas regresa junto a ella, coge dos fajos, uno del fondo y otro de arriba, y los examina muy de cerca. Vuelve a lanzarlos contra el piso y se coge la cabeza…

Mientras golpea y patea lo que tiene por delante, comienza a gritar in crescendo, con los punos en alto:

– Son of a bitch!… Son of a bitch!… The focking son of a bitch!

Alicia lo mira con severidad, pero no parece impresionada.

– Me haces el favor de calmarte y decirme que esta pasando…

Victor demora en reaccionar. Finalmente baja los brazos en un gesto de impotencia.

– Disculpame, Alicia… Por un momento pense que entre tu y tu madre habrian cambiado los billetes…

– Por Dios, que ridiculez… ?En que tiempo?

Victor coge un fajo y le muestra la cinta transparente que lo envuelve por el medio:

– Y aunque tuvieras todo el tiempo, estas cintas fajadoras, con esta inscripcion, no existen en Cuba. Pertenecen a un banco holandes y fueron traidas de Venezuela hace pocos dias. Y el numero mas alto que introdujimos en la maleta, era el 300. En cambio, estas comienzan en el 301 y llegan al 600. Eso, solo pudo hacerlo alguien de la oficina, que tenia otra maleta igual…

Alicia lo mira fija y friamente:

– ?Y yo no tengo derecho a pensar que tu te complotaste con Van Dongen para trampearme a mi?

40

Una mesa muy bien puesta, para tres. Vajilla fina, copas de cristal, manteleria elegante, flores. Alicia y Margarita visten de noche. Alicia repasa con una servilleta el borde de una copa y la mira al trasluz, mientras la madre ordena varios cubiertos al lado de cada plato.

– ?Y tu has descartado que Victor pueda estar de acuerdo con el narizon?

– Totalmente. Si eran complices desde un principio, ?para que me necesitaban? Yo hubiera sido solo un estorbo, y hasta un peligro para ellos…

– Quiza no fueran complices al principio, pero si despues…

– Olvidate, mami, eso es imposible… Yo he estado al lado de Victor todo el tiempo y no hubo nada sospechoso en su conducta… Aqui lo unico que hay que hacer es olvidarse de Victor, del narizon, de Cuba e irnos con Fernando a la Argentina.

Margarita la mira preocupada:

– Ay, m'hija, no se, asi, tan de golpe… Yo ya no tengo edad para aventuras… Tu crees que Fernando pueda…

– Y si no puede, podr, el o el que sea. Eso es asunto mio. Pero tu no me vas a abandonar ahora, cuando mas te necesito…

Suena el timbre de calle y Margarita se apresura a abrir. En la puerta esta Fernando, con un ramillete de flores.

– Adelante, bienvenido -le sonrie Margarita, obsequiosa.

41

Alicia vio por ultima vez a Victor el 20 de noviembre, una semana despues de haberse deshecho del cadaver. Victor la llamo para pedirle las llaves del carro.

Ella condujo hasta el punto donde se dieran cita, un bar de Miramar, dentro de un patio a cielo abierto.

Cuando Alicia lo vio sentado a una mesa, sintio una mezcla de tristeza y rencor, y el deseo de alejarse de el de inmediato, corriendo, y para siempre.

?l la invito a un trago en su mesa.

– Gracias, no puedo.

Ella puso las llaves sobre la mesa sin mirarlo, se dio vuelta y se alejo sin despedirse. Vestia otra vez como una estudiante.

Del parqueo del local salia en ese momento un negro gordo en una moto. Ella le pidio botella y el hombre se la dio gustoso.

Victor la vio alejarse montada atr s, con el pelo recogido. Se habia hecho una cola de caballo con un pompon rojo en la punta. Cuando la moto doblo en la salida, el pompon saltarin se le sacudio varias veces a uno y otro lado de la nuca.

Victor la siguio con la vista, pero ni siquiera en ese momento, cuando quedo de perfil, se volvio para despedirse de el.

Se sintio muy solo y victima de una injusticia del destino. El pinche destino que todo lo enreda y hace que la gente se conozca a destiempo.

Tomo su whisky, pidio otro, doble, y encendio un cigarro.

Y volvio a pensar como pudo hacer Van Dongen para preparar y entregar la maleta con los billetes falsos. La posibilidad de un cambiazo del dinero bueno por el falso en aquel momento, habria requerido que un complice de Van Dongen, Carmen por ejemplo, estuviera esper ndolo con una maleta identica alli mismo…

?Bah, absurdo…! Van Dongen no supo que la entrega iba a ser en el Triton hasta que Bos se lo dijera adentro del ascensor, cuando ya iban bajando. Imposible que hubiera podido avisar nada a nadie…

?Y por que no pensar que Van Dongen hubiera escondido en el maletero de su carro, una maleta identica, repleta de papeles sin valor? Tuvo dos dias para prepararla…

Victor recordo que el dia en que pagaron el rescate, el habia arrastrado la maleta hasta el carro de Van Dongen para cargarla en el maletero. Y recordaba haber visto el maletero vacio. Pero quiza Van Dongen habia preparado un doble fondo…

A una semana de pensar y repensar obsesivamente en todos los detalles, no veia otra posibilidad. En todo caso, ya nada podia hacer el.

?Recuperar el dinero?

Imposible.

?Urdir una venganza?

?Para que? Vengarse no es propio de personas inteligentes.

Victor era buen perdedor. En esta vida habia que aprender a perder, porque siempre hay alguien que te pone banderillas. Y el que se enfurece cuando se las ponen, es tan bruto como un miura.

Lo que si lo fastidiaba ahora, era aquel desaire de Alicia. Nunca se imagino que le doliera tanto.

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