– Oui -contesto Ricky-. Bien sur.

– Pero ?no es hoy el dia que nos dejas?

– Solo para una breve visita a casa. Sera menos de una semana.

El medico, que semejaba un gnomo, asintio. Ricky advirtio la duda reflejada en sus ojos. Auguste Dumondais no habia hecho muchas preguntas cuando Ricky llego a la clinica seis meses antes y ofrecio sus servicios a cambio de un salario mas que modesto.

La clinica habia prosperado despues de que Ricky hubiera instalado en ella su consulta, muy parecida a la que el ocupaba en ese momento, empujando a le docteur Dumondais a abandonar su pobreza autoimpuesta y permitiendole invertir en mas equipo y mas medicinas. Ultimamente los dos hombres habian comentado la adquisicion de un aparato de rayos X de segunda mano en un centro de liquidacion de Estados Unidos que Ricky habia descubierto. Ricky veia que el doctor temia que el azar que lo habia llevado a su puerta fuera a arrebatarselo.

– Una semana como mucho. Te lo prometo.

– No me lo prometas, Ricky -dijo Auguste Dumondais sacudiendo la cabeza-. Tienes que hacer lo que tengas que hacer, por la razon que sea. Cuando vuelvas, continuaremos nuestro trabajo.

Sonrio, como dando a entender que tenia tantas preguntas que le resultaba imposible decidir por cual empezar.

Ricky asintio. Se saco el cuaderno del bolsillo ancho de los pantalones.

– Hay un caso -comento-. El del nino que vi la otra semana.

– Ah, si -sonrio el doctor-. Por supuesto, lo recuerdo. Imagine que te interesaria, ?no? ?Cuanto tiene, cinco anos?

– Seis. Y tienes razon, Auguste, me interesa mucho. El nino todavia no ha dicho una sola palabra, segun su madre.

– Eso es tambien lo que yo entendi. Interesante, ?no crees?

– Poco corriente. Si, es verdad.

– ?Y tu diagnostico?

Ricky visualizo a aquel nino pequeno, enjuto y nervudo como muchos otros islenos, y algo desnutrido, lo que tambien era tipico, pero no tanto. El nino tenia una mirada furtiva mientras habia estado frente a Ricky, asustado a pesar de seguir en el regazo de su madre. Esta habia vertido unas lagrimas amargas que le resbalaron por las mejillas oscuras cuando Ricky le hizo preguntas, porque la mujer creia que el nino era el mas inteligente de sus siete hijos, rapido en aprender, rapido en leer, rapido con los numeros, pero sin decir jamas una palabra. Lo consideraba un nino especial en casi todos los aspectos. La mujer tenia fama de tener poderes magicos y se ganaba algun dinero extra vendiendo filtros de amor y amuletos que, segun se decia, protegian del mal. Y Ricky comprendio que, para ella, llevar al nino a ver al extrano medico blanco de la clinica debia de haber sido una concesion muy dificil de hacer y que indicaba su decepcion respecto a las medicinas nativas y su amor por el nino.

– No creo que la dificultad sea organica -dijo Ricky despacio.

– ?Su falta de habla es…? -Sonrio Auguste Dumondais, y convirtio esa expresion en una pregunta.

– Una reaccion histerica.

El pequeno doctor negro se froto la barbilla y se paso la mano por el craneo reluciente.

– Lo recuerdo vagamente de mis estudios. Quiza. ?Por que piensas eso?

– La madre insinuo una tragedia, cuando el nino era mas pequeno. Habia siete hijos en la familia pero ahora solo son cinco.

– ?Conoces la historia de esa gente?

– Murieron dos ninos, es cierto. Y el padre tambien. Recuerdo que fue en un accidente, durante una gran tormenta. Si, el nino estaba ahi; eso tambien lo recuerdo. Podria ser el origen. Pero ?que tratamiento podriamos aplicarle?

– Lo elaborare despues de estudiar un poco mas el caso. Tendremos que convencer a la madre, claro. No sera facil.

– ?Le resultara caro?

– No -contesto Ricky. La peticion de Auguste Dumondais de que diera un diagnostico sobre el nino cuando tenia previsto un viaje fuera del pais obedecia a algun motivo. Un motivo bueno, sin duda, Imaginaba que el habria hecho mas o menos lo mismo-.

Creo que no les costara traerme al nino para que lo vea cuando haya vuelto. Pero primero tengo que averiguar algunas cosas.

– Excelente -dijo Dumondais, que sonrio y asintio.

Se colgo un estetoscopio al cuello y dio a Ricky una bata blanca.

Fue un dia muy ajetreado, tanto que Ricky casi perdio su vuelo a Miami en Caribe Air. Un empresario de mediana edad llamado Richard Lively, que viajaba con un pasaporte norteamericano reciente que solo contenia unos cuantos sellos de varias naciones caribenas, paso por la aduana estadounidense sin demasiada dilacion. Comprendio que no encajaba en ninguno de los habituales perfiles delictivos, que se habian inventado mas que nada para identificar a los traficantes de drogas. Ricky penso que era un delincuente de lo mas especial, imposible de clasificar. Tenia reserva en el avion de las ocho de la manana a La Guardia, asi que pernocto en el Holiday Inn del aeropuerto. Tomo una larga ducha caliente y jabonosa, que disfruto tanto desde un punto de vista higienico como sensual y que le parecio rayar en autentico lujo tras el alojamiento espartano al que estaba acostumbrado. El aire acondicionado que mitigaba el calor del exterior y refrescaba la habitacion constituia un placer recordado. Pero durmio de manera irregular, con sobresaltos, tras una hora dando vueltas en la cama antes de que se le cerraran los ojos para despertarse despues dos veces, una en medio de un sueno sobre el incendio de su casa y otra cuando sonaba con Haiti y con el nino que no podia hablar.

Yacio en la cama, en la oscuridad, un poco sorprendido de que las sabanas le parecieran demasiado suaves y el colchon demasiado mullido, y escucho el zumbido de la maquina de cubitos de hielo en el vestibulo y algunos pasos en el pasillo, apagados por la moqueta. En medio del silencio, reconstruyo la ultima llamada que habia hecho a Virgil hacia casi nueve meses.

Era medianoche cuando llego a la habitacion en las afueras de Provincetown. Habia sentido una extrana y contradictoria sensacion de agotamiento y energia, cansado de la larga carrera y entusiasmado con la idea de haber superado una noche que deberia haber visto su muerte. Se habia dejado caer en la cama y habia marcado el numero de Virgil en Manhattan.

Cuando contesto al primer tono, esta se limito a decir:

– ?Si?

– No es la voz que esperabas -contesto Ricky.

Virgil se quedo callada.

– Tu hermano el abogado esta ahi, ?verdad? Sentado frente a ti, a la espera de la misma llamada.

– Si.

– Dile que descuelgue el supletorio y escuche.

En unos segundos, Merlin estaba tambien en la linea.

– Escuche -empezo el abogado, tempestuoso en su falsa bravata-. No tiene idea…

– Tengo muchas ideas -le interrumpio Rick y-. Ahora callate y escuchame, porque las vidas de todos dependen de ello.

Merlin empezo a decir algo, pero Ricky noto que Virgil le habia lanzado una mirada para acallarlo.

– Primero, vuestro hermano. En este momento esta en el Mid Cape Medical Center. Seguira ahi o lo llevaran a Boston para que lo operen. La policia querra hacerle muchas preguntas si sobrevive a sus heridas, pero creo que les resultara dificil entender que delito se cometio esta noche, si es que se cometio alguno. Tambien querran haceros preguntas a vosotros, pero creo que necesitara el apoyo de los hermanos a los que ama, ademas del consejo de un abogado, suponiendo que sobreviva. De modo que lo primero que teneis que hacer es ocuparos de el.

Ambos permanecieron en silencio.

– Lo teneis que decidir vosotros, claro. Quiza prefirais dejar que maneje el solo la situacion. Quiza no. La eleccion es vuestra y tendreis que vivir con vuestra decision. Pero hay otros asuntos que atender.

– ?Que clase de asuntos? -pregunto Virgil con voz monotona en un intento de no revelar ninguna emocion,

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