aparto.
— Creame — dijo el — me apena mucho su desgracia. Le compadezco de todo corazon.
Los ojos de Guianeya brillaron de odio.
— No se atreva a hablar asi — dijo en tono violento —. Ustedes han justificado la feroz violencia de estos salvajes. Ustedes no los han castigado. Por lo demas — Guianeya solto una carcajada. Muratov se estremecio (cuanto dolor oculto habia en esta risa) — ustedes tampoco me han castigado a mi aunque tenian todos los motivos para hacerlo. Al mandarme Riyagueya al asteroide estaba convencido de que iba a la muerte.
— ?El?
— ?Le asombra a usted? No sabiamos como eran las personas de la Tierra. He leido todos los libros que trajeron los primeros que les visitaron y les representaban a ustedes de otro modo.
— ?Pero si Riyagueya estaba convencido de que usted iba a la muerte para que la dejo descender en Hermes?
— Porque no podia matar con su propia mano — Guianeya se inclino hacia Muratov.
Sus ojos se nublaron y durante un largo rato estuvo callada recordando el pasado.
Despues comenzo a hablar entrecortadamente, no pensando en la ligazon de sus palabras, con frecuencia incomprensible —: Todos dormian. Riyagueya no desperto a la tripulacion, aunque ya era hora. Sufria mucho. Tenia pena pero no vacilaba. Lo habia decidido firmemente. La segunda nave no iba a volar despues de nosotros. Otra tercera no existia. Pasaria mucho tiempo. Me desperto. Yo todavia no sospechaba nada. Nada habia pensado. Y me dijo. Nunca olvidare su rostro. No, yo no intente disuadirle.
Comprendia que era en vano.
Todos conocian cual eran sus concepciones. Y me dijo que los miembros de la tripulacion habian decidido ajusticiarle en cuanto la nave descendiera en la Tierra. No tenian confianza en el. Me pidio que me marchara. ?Marcharse? Era algo que causaba risa. Adonde ir al salir de la nave encontrandose en el cosmos. Volamos durante mucho tiempo dando vueltas. Le miraba, estaba tranquilo, irrevocablemente decidido. Yo sabia que si no encontraba lo que buscaba, de todas formas cumpliria lo que habia decidido.
Para el era muy dificil matarme. Sabia hace tiempo que Riyagueya me amaba como a una hija. No podia matarme con sus propias manos. No podia. Me envio a la muerte Estaba convencido de ello. No tuve mas remedio que obedecerle. Me dijo: «Se que salvo a la humanidad de Lia. Pero no es necesario que conozcan esto. Calla, si quedas viva.
Calla tambien ante la faz de la muerte». Le prometi callar. En aquel instante estaba dispuesta a cumplir cualquier deseo suyo. El ultimo ante la terrible muerte.
Guianeya se tapo los ojos con la mano.
— ?Usted le amaba? — pregunto Muratov despues de un largo silencio.
— No lo se. Era demasiado joven, y ahora ya soy vieja. La mas vieja de todos. Ya que nadie ha quedado de mis coetaneos. A todos los han matado esos… — agacho la cabeza, Muratov sabia que era para ocultar sus lagrimas.
Muratov apoyaba en todos los sentidos a Merigo y a su pueblo. Pero en este momento comprendio que se podia odiar a aquellos con los que simpatizaba. Estaba embargado por una conmiseracion grande hacia Guianeya, que no era culpable de nada, que recaian sobre ella las consecuencias de la conducta de otros entre los que habia nacido.
— Usted, Viktor, se parece mucho a Riyagueya — dijo Guianeya —, por esto le he pedido que viniera hoy.
— Estoy contento si con esto puedo aliviar un poco su pena — contesto el.
Todo lo que ella dijo le incitaba a hacerle muchas preguntas, pero comprendio que no serian oportunas. Que hablara ella misma.
Guianeya levanto la cabeza. En sus ojos no habia ni una lagrima e incluso se sonreia, pero Muratov sabia que esto solo era una ficcion.
— ?Usted queria preguntarme algo?
— Si no tiene nada en contra.
— Pregunte.
— ?Por que Riyagueya fue tan poco consecuente? De sus palabras se deduce que el comprendia que las personas de la Tierra habian avanzado, que no eran como las de antes. ?Por que penso que usted iba a la muerte?
— La explicacion a esto hay que buscarla en nuestra historia — contesto Guianeya completamente tranquila —. Alguna vez la sabra usted. Tengo fe en que ustedes lleguen a nuestra patria. Su desarrollo es mas rapido que el nuestro, e incluso Riyagueya no previo esto. Yo lo he comprendido en la Tierra, Ahora, Viktor, no puedo relatar nada. Lo mismo que Riyagueya estaba convencida de que las personas me matarian, y al dirigirme al asteroide me vesti para esperar la muerte.
— ?Entonces, este vestido?…
— Es una mortaja. De color dorado se visten los muertos y los condenados a muerte.
— ?Para que se lo ha puesto usted hoy?
— Entierro mi juventud.
Parecia que no hablaba sinceramente. Muratov empezo a sentir una vaga alarma, pero se esforzo por mostrar una sonrisa.
— ?Pero cuando se presento ante nosotros comprendio que nada le amenazaba?
— No inmediatamente. Era demasiado fuerte el concepto adquirido desde la infancia, y en parte la influencia de lo leido sobre la Tierra. Es posible que no fueran bien elegidos los libros. Esto no lo se. Cuando usted me traslado a su nave yo pense: «Coincidencia rara».
— ?En que?
— Nosotros tenemos una costumbre. Cuando el hombre elige su esposa la lleva a su casa en los brazos. Yo pense: «Riyagueya podia haber hecho esto para la vida, y esta persona tan parecida a el por la cara, hace lo mismo para la muerte».
— Guardo silencio y despues dijo —: Ahora me parece extrano, pero entonces estaba convencida de que iba a morir en la Tierra, y al descender de su nave estaba dispuesta a ir directamente a la hoguera. Es una muerte que me causaba horror.
— ?Por que a la hoguera?
— Entre nosotros existe esa clase de pena, y lei que en la Tierra tambien la habia.
Despues comprendi que incluso Riyagueya se habia equivocado; ustedes son mejores que nosotros, su vida es clara y bella, comprendi que yo debia terminar lo que comenzo Riyagueya, que si el lo supiera me habria librado de la palabra empenada.
— La mirada de Guianeya se detuvo en el reloj que estaba en el rincon de la habitacion.
Muratov recordo para siempre que marcaban las diez en punto —. Ya es tarde, ya es hora de ?terminar nuestra conversacion. — Guianeya alargo la mano y cogio su copa. Muratov ni se movio —. Brindo, Viktor, por su patria, por su vida feliz. Un tiempo pense que ella se convertiria en mi tercera patria.
— ?Acaso no es asi?
— No. Entre ustedes y yo hay un abismo. Es posible que yo no tenga razon y usted si.
Pero nada puedo hacer conmigo misma. He luchado, Viktor, si no, le hubiera llamado antes. Perdoneme.
La vaga sospecha se convirtio en seguridad. Muratov comprendio perfectamente lo que iba a ocurrir ahora, lo que significaba el vestido dorado de Guianeya.
Salto del asiento derribando el sillon.
— ?Detengase!
Alargo su mano para sujetar la de Guianeya pero tardo una fraccion de segundo.
Guianeya habia tragado el contenido de la copa.
Epilogo En una terraza llena de plantas, estaban sentados dos hombres a una pequena mesa.
Uno de ellos era Viktor Muratov.
El otro, mucho mas alto de estatura, con un fuerte matiz verdoso en la piel, con unos ojos alargados como si estuvieran entornados, era por todo su aspecto un compatriota de Guianeya. De vez en cuando sus ojos se abrian. Eran enormes, negros y profundos.