habian regalado al nacer. Scott contemplo la colcha y recordo que habia sido un episodio divertido: en las semanas anteriores al nacimiento de Ashley, sus dos futuras abuelas le regalaron sendas colchas. La otra, lo sabia, estaba en una cama similar en la casa de la madre de Ashley.

Contemplo el resto de la habitacion. Fotografias de Ashley y sus amistades pegadas en una pared; baratijas; notas escritas a mano con la letra florida y ampulosa de las adolescentes. Posters de atletas y poetas, y el poema enmarcado de William Butler Yeats que terminaba con «Anhelo ese beso tuyo que he de poseer, y que echare de menos cuando crezcas»; el se lo habia regalado por su quinto cumpleanos, y a menudo se lo susurraba mientras ella se dormia. Tambien habia fotografias de sus diversos equipos de futbol y softball, y una foto enmarcada del baile de graduacion, tomada en ese momento exacto de perfeccion adolescente, cuando su vestido silueteaba cada curva recien hallada, el cabello le caia perfectamente sobre los hombros desnudos y su piel resplandecia. Scott reparo en que estaba contemplando una coleccion de recuerdos: la infancia documentada de manera tipica, probablemente no muy distinta de la habitacion de cualquier otra joven, pero unica a su modo. Una arqueologia del crecimiento.

Habia una foto de los tres, tomada cuando Ashley tenia seis anos, quizas un mes antes de que Sally lo abandonara. Estaban de vacaciones familiares en la costa, y le parecia que las sonrisas que todos esbozaban tenian cierto matiz de fatalidad, pues apenas enmascaraban la tension que habia dominado sus vidas. Ashley habia construido un castillo de arena con su madre aquel dia, pero la marea y las olas lastraron sus esfuerzos, derribando cada estructura, aunque no cejaban en cavar fosos y levantar murallas de arena.

Escruto las paredes y la mesa, sin ver ningun rastro de algo fuera de lo normal. Esto lo preocupo aun mas.

Scott echo otro vistazo a la carta. «Nadie puede amarte como yo lo hago.» Sacudio la cabeza. Eso no era cierto, penso. Todo el mundo amaba a Ashley.

Lo que le asustaba era que el remitente pudiera tomarse en serio aquel sentimiento exagerado. Por un instante, trato de convencerse de que estaba siendo demasiado protector. Ashley ya no era una adolescente, ni siquiera una estudiante universitaria. Estaba a punto de iniciar un curso para posgraduados de Historia del Arte en Boston, y tenia su propia vida.

No traia firma. Eso significaba que ella conocia al remitente. El anonimato era una firma tan clara como cualquier nombre escrito.

Junto a la cama habia un telefono rosa. Lo cogio y marco el numero del movil de Ashley.

Ella respondio al segundo tono.

– ?Hola, papa! ?Que tal? -Su voz irradiaba juventud, entusiasmo y confianza.

El suspiro lentamente, aliviado.

– ?Como estas? -repuso-. Solo queria oir tu voz.

Una vacilacion momentanea.

A Scott no le gusto.

– Sin novedad. La facultad esta bien y el trabajo, bueno, es trabajo. Pero eso ya lo sabes. La verdad es que nada ha cambiado desde que estuve en casa la ultima vez.

El tomo aire.

– Apenas te vi. Y no tuvimos muchas ocasiones de hablar. Solo queria asegurarme de que todo va bien. ?Ningun problema con tus profesores? ?Has oido algo del curso en que te has matriculado?

Otra pausa.

– No. Aun no.

El se aclaro la garganta.

– ?Y los chicos? Los hombres, quiero decir. ?Algo que yo debiera saber?

Ella no contesto.

– ?Ashley?

– No -dijo rapidamente-. Nada, de verdad. Nada especial. Nada que no pueda manejar.

Scott espero, pero ella no dijo mas.

– ?Hay algo que quieras contarme?

– No, de verdad que no. Papa, ?a que viene este tercer grado? -pregunto con tono de broma forzado.

– Solo intento no perderte de vista. Tu vida pasa de largo, y a veces necesito seguirte los pasos.

Ella rio, tambien de manera algo forzada.

– Bueno, ese viejo coche tuyo es bastante rapido.

– ?Algo de lo que tengamos que hablar? -insistio el, aunque sabia que ella advertiria la insistencia.

– Ya te he dicho que no. ?Por que lo preguntas? ?Todo bien por tu parte?

– Si, si, estoy bien.

– ?Y mama? ?Y Hope? Estan bien, ?no?

Scott contuvo la respiracion. La familiaridad con que ella mencionaba el nombre de la companera de su madre siempre lo aturullaba, aunque no deberia sorprenderse despues de tantos anos.

– Las dos estan bien, supongo.

– Entonces, ?te preocupa otra cosa?

El miro la carta.

– No, en absoluto. Nada concreto. Solo que los padres siempre nos preocupamos por nada. Solemos imaginar lo peor. Cosas ominosas, desesperacion y dificultades acechando en cada esquina. Es lo que nos convierte en las personas terriblemente aburridas y pesadas que somos.

La oyo reir, cosa que lo alivio un poco.

– Mira, tengo que ir al museo y voy a llegar tarde. Ya hablaremos, ?vale?

– Claro. Te quiero.

– Yo tambien, papa. Adios.

Scott colgo y penso que a veces lo que no oyes es tan importante como lo que oyes. Y en esta ocasion no habia oido un monton de problemas.

Hope Frazier observo a la centrocampista del equipo contrario. La joven tenia tendencia a avanzar demasiado, dejando sola a la defensora que tenia detras. La jugadora de Hope, marcandola de cerca, no acababa de ver que en ese momento podia lanzar un contraataque. Hope se paseo por la banda, penso en hacer un cambio, pero luego se arrepintio. Saco una libretita del bolsillo trasero e hizo una rapida anotacion. «Lo mencionare en el entrenamiento», penso. Tras ella, oyo un murmullo entre las chicas del banquillo; estaban acostumbradas a verla emplear la libreta. A veces esto suponia alabanzas, pero otras se convertia en dar varias vueltas alrededor del campo despues del entrenamiento del dia siguiente. Hope se volvio hacia las muchachas.

– ?Alguien ve lo que yo veo?

Hubo un momento de vacilacion. «Estudiantes -penso-. En un instante, son todo bravatas. Al siguiente, todo timidez.» Una chica alzo la mano.

– Muy bien, Molly. ?Que?

Molly se levanto y senalo a la centrocampista rival.

– Nos esta causando problemas por la derecha, pero podemos aprovechar su adelantamiento…

Hope dio una palmada.

– ?En efecto! -dijo. Vio sonreir a las otras chicas. Manana no habria vueltas extra-. Muy bien, Molly, empieza a calentar. Sustituiras a Sarah en el centro. Controla el balon y contraataca desde ahi.

Hope fue a sentarse en el sitio dejado por Molly en el banquillo.

– Mirad el terreno de juego, chicas -dijo-. Vedlo en su conjunto. El juego no es siempre la pelota que teneis a los pies: trata del espacio, el tiempo, la paciencia y la pasion. Es como el ajedrez. Hay que convertir las desventajas en…

Alzo la cabeza al oir una exclamacion del publico. Se habia producido un encontronazo en la otra banda, y varios espectadores exigian al arbitro que sacara una tarjeta amarilla. Un padre airado corria por la banda y agitaba los brazos. Hope se levanto y se acerco a la banda, intentando ver que habia pasado.

– Entrenadora…

Se volvio y vio que el juez de linea la llamaba.

– Creo que la necesitan.

El entrenador del equipo contrario habia echado a correr, asi que rapidamente cogio una botella de Gatorade y el maletin de primeros auxilios. Mientras iba hacia alli, paso junto a Molly.

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