algo?
— ?Por supuesto! — dijo Andrei —. Lo han reconstruido todo, los precios bajan de ano en ano… Es verdad que no he estado en el campo tras la guerra, pero a juzgar por el cine y por los libros, ahora se vive bien alli.
— Hum… el cine — pronuncio Davidov, dubitativo —. El cine, ?te das cuenta? es algo que…
— Pues no. En la ciudad, en las tiendas hay de todo. Abolieron las cartillas de racionamiento hace tiempo. ?De donde sale todo? Esta claro que de la aldea…
— Eso, sin la menor duda. De la aldea… — Davidov quedo pensativo un instante —. Cuando regrese del frente, mi mujer habia muerto. Mi hijo habia desaparecido. La aldea estaba desierta. Bueno, eso lo podemos arreglar, pense. ?Quien ha ganado la guerra? ?Nosotros! O sea, ahora tenemos fuerza. Me propusieron como presidente del koljos. Acepte. En la aldea solo habia mujeres, asi que no tenia necesidad de casarme. Pasamos el cuarenta y seis de cualquier manera, me dije que todo seria mas facil despues de eso… — De repente callo y se mantuvo asi un largo rato, como si se hubiera olvidado de la existencia de Andrei —. Felicidad para toda la humanidad — mascullo de pronto —. ?Tu crees en eso?
— Por supuesto.
— Yo tambien creia. No, pense, en la aldea eso no va a funcionar. Seguro que se trata de un error, pense. Antes de la guerra nos tenian atados por la cintura, despues de la guerra, por la garganta. No, pense, de esa manera nos van a ahogar. La vida era opaca, como las charreteras de un general. Yo comence a beber, y de repente, el Experimento. — Suspiro pesadamente —. Entonces, que crees, ?les saldra el Experimento?
— ?Que es eso de «les saldra»? ?«Nos» saldra!
— Esta bien, ?nos saldra? ?Si o no?
— Debe salir — repuso Andrei con firmeza —. Eso depende solo de nosotros.
— Lo que depende de nosotros, lo hacemos. Alla, aqui… En general, no hay de que quejarse, por supuesto. La vida, aunque dura, es mucho mejor. Lo fundamental es que dependes de ti. Y si viene alguien, lo tiras a la letrina y se acabo. ?Eres militante del partido?
— De la Juventud Comunista. Usted. Yuri Konstantinovich, tiene un punto de vista demasiado lugubre. El Experimento es el Experimento. Es dificil, hay muchos errores, pero seguro que no puede ser de otra manera. Cada cual en su puesto, cada cual hace todo lo que puede.
— ?Y en que puesto estas tu?
— Recogedor de basuras — dijo Andrei con orgullo.
— Un puesto importante — replico Davidov —. ?Eres especialista en algo?
— Mi especialidad es muy particular. Astronomo. — Lo pronuncio con cierto reparo y miro de reojo a Davidov, aguardando una burla, pero el granjero, por el contrario, se intereso.
— ?De veras que eres astronomo? Entonces, hermanito, tu debes saber donde estamos metidos. ?Es un planeta cualquiera o, digamos, una estrella? En las cienagas, donde yo vivo, todos los dias discuten eso, llegan hasta las manos, ?te lo juro! Se hartan de aguardiente y cada cual comienza a soltar sus ideas… Hay quien dice que estamos como en un acuario, en la misma Tierra. Un acuario gigantesco, y en lugar de peces hay personas. ?De verdad! Y, desde un punto de vista cientifico, ?que piensas tu de eso?
Andrei se rasco la coronilla y se echo a reir. En su piso esa discusion a veces se convertia casi en una pelea a punetazos, sin que hiciera falta aguardiente. Y sobre aquello del acuario, Izya Katzman repetia las mismas palabras, riendose y salpicando saliva.
— Como explicarselo… — comenzo —. Es algo complicado. Incomprensible. Pero, desde un punto de vista cientifico, solo puedo decirle una cosa: es dificil que se trate de otro planeta. Y menos todavia de una estrella. En mi opinion, todo lo que hay aqui es artificial, y no guarda relacion alguna con la astronomia.
— Un acuario — asintio Davidov con conviccion —. Y el sol aqui es como una bombilla. Ademas, la pared amarilla que llega al cielo… Oye, dime, si sigo por este callejon, ?llegare al mercado o no?
— Llegara al mercado — respondio Andrei —. ?Recuerda mi direccion?
— La recuerdo, esperame a la noche.
Davidov azoto levemente a los caballos, solto un silbido y el carreton desaparecio con estrepito por la calleja. Andrei se encamino a su casa.
«Vaya buen tio — penso, emocionado —. ?Un soldado! Seguramente no se brindo voluntario para el Experimento, sino que huia de las privaciones, pero no soy quien para juzgarlo. Estaba herido, la economia andaba por los suelos, es logico que vacilara. Y por lo que se ve, su vida aqui tampoco es un paseo. Y no es el unico que vacila, aqui hay muchos que dudan…»
Los babuinos estaban a sus anchas en la calle Mayor. Seria porque Andrei ya se habia acostumbrado a ellos, o porque se trataba de otros monos, pero ya no parecian tan descarados ni amenazadores como horas antes. Tomaban el sol en grupos, intercambiaban sonidos, se buscaban y cuando la gente pasaba a su lado, tendian sus manos peludas de palmas negras, y con expresion mendicante pestaneaban con ojos llorosos. Era como si hubiera aparecido de repente en la ciudad una enorme cantidad de mendigos. Andrei vio a Van en la entrada de su edificio. El chino estaba sentado sobre un pedestal, encorvado, con aire de tristeza, con las manos cansadas entre las rodillas.
— ?Perdieron los bidones? — pregunto, sin levantar la cabeza —. Mira que cosas pasan…
Andrei echo un vistazo por la entrada del patio y se asusto. La basura lo cubria todo, hasta la altura de la farola. Un estrecho caminito permitia llegar hasta la oficina del conserje.
— ?Dios mio! — dijo Andrei, y empezo a agitarse —. Ahora mismo yo… espera… ahora voy… — Intento recordar las calles por las que el y Donald habian pasado de madrugada y en que lugar los fugitivos habian tirado los bidones del camion.
— No es necesario — dijo Van con desesperacion —. Ya paso por aqui una comision. Anoto los numeros de los bidones y prometio que por la noche los traerian de vuelta. Por supuesto, no traeran nada esta noche, pero quiza lo hagan por la manana, ?eh?
— Van, date cuenta de que todo aquello fue un infierno, me da hasta verguenza acordarme…
— Lo se. Donald me ha contado como fue todo.
— ?Ya esta en casa? — pregunto Andrei, mas animado.
— Si. Dijo que no le pasara a nadie, que le dolian las muelas. Le di una botella de vodka y se fue.
— Vaya… — mascullo Andrei, que contemplaba de nuevo los montones de basura.
Y de repente sintio unos deseos locos, insoportables, casi histericos, de banarse, de tirar el hediondo mono de trabajo, de olvidarse de que manana tendria que palear toda aquella porqueria… A su alrededor, el mundo se volvio pegajoso y maloliente. Andrei, sin decir una palabra mas, atraveso corriendo el patio en direccion a su escalera, subio los peldanos de tres en tres temblando de impaciencia, llego a su piso, busco la llave bajo la alfombrilla, abrio la puerta y un aire fresco, perfumado con agua de colonia, lo acogio entre sus amantes brazos.
TRES
Ante todo, se desvistio hasta quedarse totalmente desnudo. Hizo un bulto con el mono de trabajo y la ropa interior, y lo tiro a una caja llena de cosas sucias. El fango, con el fango. A continuacion, desnudo en el centro de la cocina, miro a su alrededor y un nuevo motivo de asco lo hizo estremecerse. La cocina estaba llena de vajilla sucia. En los rincones habia montones de platos, cubiertos por telaranas azuladas de moho, que ocultaban caritativamente unos restos negruzcos. Sobre la mesa habia un monton de copas manoseadas y turbias, vasos y latas de frutas en conserva. Y, encima de los taburetes, atufaban en silencio ollas ennegrecidas, sartenes llenas de grasa, espumaderas y cazos. Se dirigio al fregadero y abrio el grifo. ?Que felicidad! ?Habia agua caliente! Y se dedico a poner orden.
Tras lavar toda la vajilla, agarro la fregona. Trabajo con dedicacion y entusiasmo, como si estuviera limpiando la suciedad de su cuerpo. Pero no alcanzo a limpiar las cinco habitaciones. Se limito a la cocina, el comedor y el dormitorio. En el resto, solo echo un vistazo con cierta perplejidad: aun no se acostumbraba, y no podia comprender para que una persona sola necesitaba tantos cuartos, sobre todo tan innecesariamente grandes y que olian a moho. Cerro bien las puertas de aquellas habitaciones y puso sillas delante.