manos. Tenia la frente cubierta de sudor, como antes de un desmayo. Sentia un zumbido en los oidos, y a traves de aquel zumbido oia la voz ronca de Izya, inaudible y ensordecedora, angustiada, diciendo: «Muchachos, aguardad». Y oia tambien la musica estrepitosa, solemne, el ruido de pasos sobre el parque, un tintineo de platos y el sonido impreciso de gente bebiendo y masticando. Aparto las manos del rostro y miro el pene dibujado en el papel, sin entender. Despues, agarro la hoja y se dedico a rasgarla en tiras largas y estrechas que tiro despues a la papelera y volvio a esconder el rostro entre las manos. Era todo. Habia que esperar. Que armarse de paciencia y esperar. Entonces, todo se justificaria. Desapareceria el malestar y podria respirar aliviado.
— Si, Andrei, a veces hay que apelar incluso a eso — escucho una voz conocida y serena.
Desde el taburete donde hasta pocos minutos atras estuviera sentado Izya, con las piernas cruzadas y los finos dedos entrelazados sobre la rodilla lo miraba ahora el Preceptor, con una expresion de tristeza y cansancio. Asentia levemente con la cabeza y las comisuras de sus labios apuntaban hacia abajo, en gesto luctuoso.
— ?En aras del Experimento? — pregunto Andrei, ronco.
— Tambien en aras del Experimento — dijo el Preceptor —. Pero, ante todo, en aras de ti mismo. No hay manera de evitarlo. Hay que pasar tambien por esto. Porque no necesitamos a cualquier tipo de personas. Necesitamos a personas de un tipo muy especial.
— ?De cual?
— Eso no lo sabemos — dijo el Preceptor, lamentandolo —. Solo sabemos que gente es la que no necesitamos.
— ?Gente como Katzman?
Con la mirada, el Preceptor respondio: si.
— ?Y los que son como Rumer?
— Los que son como Rumer no son personas — contesto el Preceptor con una risa burlona —. Son herramientas vivientes, Andrei. Utilizar a los que son como Rumer en aras y por el bienestar de personas como Van, como el tio Yura… ?entiendes?
— Si. Estoy de acuerdo. Y no existe otro camino, ?verdad?
— Verdad. No hay atajos.
— ?Y el Edificio Rojo?
— Tampoco podemos evitarlo. Sin el, cada cual podria, sin darse cuenta, convertirse en alguien como Rumer. ?Acaso no te has dado cuenta de que el Edificio Rojo es indispensable? ?Acaso ahora sigues siendo el mismo que eras por la manana?
— Katzman dijo que el Edificio Rojo era el delirio de la conciencia que se rebela.
— Katzman es inteligente. Espero que no discutas eso.
— Por supuesto — asintio Andrei —. Precisamente por eso es peligroso.
Y de nuevo, el Preceptor le respondio con los ojos: si.
— Dios mio — mascullo Andrei con angustia —. Si uno pudiera conocer con exactitud cual es el objetivo del Experimento… Todo esta revuelto, es tan facil confundirse. Geiger, Kensi, yo… A veces me parece que tenemos algo en comun, otras veces estoy en un callejon sin salida, en un absurdo… Geiger mismo, es un antiguo fascista, incluso ahora… Incluso ahora me resulta muy repulsivo, no como persona, sino como tipo de individuo, como… O Kensi. Es algo asi como un socialdemocrata, un pacifista tolstoyano… No, no entiendo.
— El Experimento es el Experimento — dijo el Preceptor —. Lo que se pide de ti no es comprension, sino algo bien diferente.
— ??Que?!
— Si lo supiera…
— Pero ?todo eso se hace en nombre de la mayoria? — pregunto Andrei, casi con desesperacion.
— Por supuesto — afirmo el Preceptor —. En nombre de la mayoria ignorante, apaleada, oscura y totalmente inocente.
— A la que hay que entender — completo Andrei —, ilustrar, convertir en duena del planeta. Si, eso lo entiendo. En aras de eso es posible aceptar muchas cosas… — Callo, tratando de reunir unas ideas que se le escapaban —. Ademas, esta la Anticiudad — anadio, indeciso —. Y eso es peligroso, ?no es verdad?
— Muy peligroso — dijo el Preceptor.
— Entonces, incluso aunque no este totalmente seguro con respecto a Katzman, he actuado correctamente. No tenemos derecho a arriesgar nada.
— ?Sin la menor duda! — respondio el Preceptor. Sonreia, estaba satisfecho de Andrei, y este se daba cuenta —. Solo el que no hace nada no se equivoca nunca. Lo peligroso no son los errores, lo peligroso es la pasividad, la falsa pureza, la devocion a los antiguos mandamientos. ?Adonde pueden llevarnos esos mandamientos? Solo al mundo de antes.
— ?Si! — dijo Andrei, emocionado —. Eso lo entiendo muy bien. Es precisamente lo que debemos defender. ?Que es la persona? Una unidad social. Un cero a la izquierda. No se trata de individuos, sino del bienestar de la sociedad. En nombre del bienestar de la sociedad estamos obligados a cargar lo que sea sobre nuestra conciencia, formada en los antiguos mandamientos, a infringir cualquier ley, escrita o no. Solo tenemos una ley: el bienestar de la sociedad.
— Te haces adulto, Andrei — dijo, casi con solemnidad el Preceptor, levantandose —. Lentamente, pero te haces adulto. — Alzo una mano a guisa de saludo, atraveso sin ruido la habitacion y desaparecio tras la puerta.
Andrei permanecio un rato sentado alli, con la mente en blanco, reclinado en su silla, fumando y contemplando el humo azul que revoloteaba en torno a la bombilla desnuda junto al techo. Se dio cuenta de que estaba sonriendo. Ya no sentia el cansancio, la somnolencia que lo atormentaba desde el dia anterior habia desaparecido, tenia deseos de trabajar, de actuar, y le incomodaba pensar que, de todos modos, ahora debia marcharse a dormir unas horas para no andar despues atontado.
Con un gesto de impaciencia acerco el telefono, levanto el auricular y en ese mismo momento recordo que no habia manera de llamar al sotano. Entonces se levanto, cerro la caja fuerte, comprobo que los cajones de la mesa tuvieran el cerrojo echado y salio al pasillo.
Alli no habia nadie, el agente de guardia dormitaba detras de su mesita.
— ?No se duerme en el puesto! — le reprocho Andrei al pasar junto a el.
En el edificio reinaba un silencio retumbante, precisamente a esa hora, pocos minutos antes de que conectaran el sol. La mujer de la limpieza, medio dormida, arrastraba sin muchas ganas un trapo humedo por el suelo de cemento. Las ventanas de los pasillos estaban abiertas de par en par, los vahos hediondos de centenares de cuerpos humanos desaparecian paulatinamente y se perdian en las tinieblas, expulsados por el frio aire matutino.
Haciendo sonar los tacones sobre la resbaladiza escalera de metal, Andrei bajo al sotano, con un gesto descuidado le indico al agente de guardia que permaneciera sentado, y abrio una puerta metalica bajita.
Fritz Geiger, sin chaqueta y con la camisa arremangada, de pie junto a un lavabo oxidado, silbaba una conocida marcha y se frotaba los musculosos brazos con agua de colonia. No habia nadie mas en el recinto.
— Ah, eres tu — dijo Fritz —. Que bien. Precisamente, ahora iba a subir a verte. Dame un cigarrillo, se me ha terminado el tabaco.
Andrei le tendio el paquete, Fritz saco un cigarrillo, lo ablando entre los dedos, se lo llevo a los labios y miro a Andrei con expresion burlona.
— ?Que pasa? — Andrei no se contuvo.
— ?Como que que pasa? — Fritz encendio el cigarrillo e inhalo el humo con placer —. Perdiste el tiempo. No es un espia ni nada parecido. — ?Como es posible? — balbuceo Andrei, paralizado —. ?Y la carpeta?
Fritz solto una carcajada con el cigarrillo en la comisura de la boca y se echo un poco mas de agua de colonia en la mano.
— Nuestro judio es un mujeriego sin remedio — dijo, en tono academico —. En la carpeta tenia cartas de amor. Venia de casa de una mujer, se pelearon y el recogio sus cartas. Le tiene un miedo mortal a su viuda, y no seas idiota, trataba de deshacerse de la carpeta a la primera oportunidad. Dice que, por el camino, la tiro en una alcantarilla… ?Que lastima! — prosiguio Fritz, aun en tono academico —. Debio retirarle esa carpeta, senor juez de instruccion Voronin, desde el primer momento, hubieramos conseguido un excelente material para comprometerlo, ?y tendriamos a nuestro judio agarrado por ahi mismo! — Fritz mostro por donde tendrian agarrado al judio. En los nudillos tenia aranazos recientes —. Por cierto, nos firmo el acta del interrogatorio, asi