taberna. Camino hasta el mostrador, saco un punado de monedas de plata y cobre de su cinto y las desparramo diciendo:

– Al contado; ?trae vino!

Llevaba una chaqueta nueva forrada y, evidentemente, una alforja pendia de su cinto, puesto que el peso curvaba el cinturon en un angulo agudo. Segun la costumbre de Weichuang, cuando parecia haber algo desacostumbrado en alguien, mas valia tratarlo con respeto que con desprecio; y ahora, aunque sabian muy bien que se trataba de A Q, este parecia diferente del A Q de la chaqueta rota. Los antiguos dicen: «Se encontrara un nuevo motivo de admiracion en el hombre a quien no se ve desde hace tres dias»; de modo que el mozo, el tabernero, los parroquianos y los transeuntes, todos expresaron una natural sorpresa con mezcla de respeto. El tabernero fue el primero en saludar con la cabeza y decir:

– Hola, A Q, ?de modo que has vuelto? -Si., he vuelto.

– ?Has ganado dinero!… ?Donde? -Estuve en la ciudad.

Al dia siguiente la noticia se habia difundido en Weichuang. Todo el mundo queria conocer la historia de la rehabilitacion de A Q, el hombre del dinero contante y de la nueva chaqueta forrada. En la taberna, en la casa de te, bajo el portal del templo, los aldeanos se fueron enterando poco a poco de la noticia. Resulto que comenzaron a mostrar nueva deferencia por A Q.

Segun contaba A Q, habia estado sirviendo en casa de un licenciado del examen provincial. Todos los que oian esa parte de la historia se quedaban boquiabiertos. Este licenciado del examen provincial se llamaba Bai, pero como era el unico licenciado en toda la ciudad, no era necesario usar su apellido; y cuando se hablaba del licenciado del examen provincial, todos sabian que se trataba de el. Esto ocurria no solo en Weichuang, sino en todas partes en cincuenta kilometros a la redonda, y asi casi todo el mundo creia que su nombre era Senor Licenciado del Examen Provincial. Haber trabajado en una casa como la de este ciudadano, naturalmente, infundia respeto; pero segun posteriores declaraciones de A Q, este no habia querido seguir trabajando alli porque este licenciado de examen provincial era en realidad un «hijo de perra» superlativo. Todos los que oian esa parte de la historia suspiraban, pero al mismo tiempo se sentian contentos porque demostraba que A Q realmente no era apto para trabajar en la casa del licenciado del examen provincial; pero no trabajar alli era una lastima.

De acuerdo con A Q, su regreso se debia tambien a que no estaba contento con la gente de la ciudad, porque a un banco largo lo llamaban banco luengo y usaban chalote picado para el pescado frito; agreguese a esto el defecto, que el habia descubierto recientemente, de que las mujeres no se meneaban de manera satisfactoria al caminar. Sin embargo la ciudad tenia tambien algunas buenas cosas que el admiraba francamente: por ejemplo, en tanto que los aldeanos de Weichuang jugaban con 32 palos y solo Falso Demonio Extranjero era capaz de jugar al mayong, en la ciudad, hasta los pilluelos de la calle eran campeones en el juego. Si Falso Demonio Extranjero caia en manos de estos jovenes bribones, se convertiria inmediatamente en un «pequeno demonio delante del rey de los infiernos». Esta parte de la historia hacia enrojecer a todos.

– ?Han visto ustedes una decapitacion? -preguntaba A Q-. ?Ah, es un hermoso espectaculo!… ?Cuando ejecutan a los revolucionarios!… ?Ah, es un hermoso, hermoso espectaculo!…

Sacudio la cabeza y lanzo un salivazo sobre la cara de Chao Si-chen, que estaba al frente. Esta parte de la historia hacia temblar a todos. Pero A Q, mirando alrededor, subitamente alzo la mano derecha y la dejo caer sobre el cuello de Bigotes Wang, quien con la cabeza hacia adelante, escuchaba en extasis y grito:

– ?Mata!

Bigotes Wang dio un respingo, sorprendido, al tiempo que retiraba su cabeza tan rapido como el rayo o la chispa del pedernal, mientras el auditorio se estremecia de agradable aprension. Despues de esto Bigotes Wang anduvo estupefacto durante varios dias y no se atrevio a acercarse a A Q; y lo mismo les pasaba a los demas.

Aunque no podemos decir que la situacion de A Q fuera entonces superior a la del senor Chao ante los habitantes de Weichuang, podemos sin embargo admitir que era casi la misma, sin temor a equivocacion.

La fama de A Q no tardo en alcanzar tambien a los circulos femeninos de Weichuang, aunque las dos unicas familias de ciertas pretensiones eran las de Chian y Chao, y los nueve decimos del resto eran pobres; sin embargo las habitantes femeninas eran las habitantes femeninas y la propagacion de la fama de A Q en ellas fue cosa de milagro. Cuando las mujeres se encontraban se decian: -La Septima Cunada Zou compro una falda de seda azul a A Q, y si bien era usada, solo le costo noventa centavos; y la madre de Chao Bai-yan (esto debe ser verificado porque algunos dicen que se trataba de la madre de Chao Si-chen) tambien compro un traje de calico importado, para nino, de color rojo, poco gastado, por solo trescientas sapecas, menos el ocho por ciento de descuento-. Y entonces querian ver a A Q con impaciencia: las que no tenian falda de seda y querian comprarle una y las que necesitaban traje de calico extranjero; de modo que no solo dejaron de evitar a A Q, sino que a veces cuando este pasaba de largo, lo seguian, llamandolo y preguntandole: -?Tienes alguna otra falda de seda? ?No? Tambien necesitamos un traje de calico, ?te queda?

Luego, estas noticias se difundieron de los hogares pobres a los mas ricos, porque la Septima Cunada Zou estaba tan contenta con su falda de seda que se la llevo a la senora Chao para que esta le diera su visto bueno y la senora Chao se lo conto al senor Chao con palabras muy entusiastas.

El senor Chao discutio el asunto esa tarde, a la hora de la comida, con su hijo el bachiller, sugiriendo que realmente ocurria algo extrano en relacion a A Q y que debian tener mas cuidado con sus puertas y ventanas. Pero no sabian si a A Q le quedaba alguna mercaderia y pensaron que tal vez tuviese algo bueno en reserva. Agreguese a ello el hecho de que la senora Chao necesitaba en aquel momento un chaleco de piel, bueno y barato. Por tanto en consejo de familia se decidio que la Septima Cunada Zou buscara inmediatamente a A Q y lo trajera a casa; y en esto se hizo una tercera excepcion a la regla, permitiendo que se encendiera la lampara esa tarde.

La lampara habia consumido una buena cantidad de petroleo, y A Q no aparecia. Toda la familia Chao bostezaba en su impaciencia, algunos muy enojados por los modales de vagabundo de A Q, otros quejosos con la Septima Cunada Zou por no haber cumplido bien con el encargo. La senora Chao temia que A Q no se atreviera a volver a causa de lo resuelto en la primavera anterior, pero el senor Chao creia que no valia la pena preocuparse por eso, porque, como el decia, «ahora soy yo quien lo manda a buscar». Y en verdad el senor Chao demostro poseer bastante poder, pues A Q llego finalmente, acompanado de la Septima Cunada Zou.

– Dice que no le queda nada y cuando le dije que viniera a decirselo a usted, seguia repitiendo lo mismo. Y yo le dije… -decia la Septima Cunada Zou, jadeante al entrar.

– ?Senor! -dijo A Q, esbozando una sonrisa y deteniendose bajo el alero.

– He oido decir que te has convertido en un hombre rico en otros lugares -dijo el senor Chao, aproximandose a el y examinandolo cuidadosamente-. Eso esta muy bien, muy bien. Ahora… me han contado que tienes algunas cosas viejas… Traelas todas para que las veamos… Esto es, porque simplemente deseo…

61 -Ya le dije a la Septima Cunada Zou que no me queda nada.

– ?No te queda nada? -el senor Chao no pudo evitar mostrarse desilusionado-. ?Como pudiste venderlo todo tan pronto?

– Eran de un amigo y no eran muchas. La gente compro…

– Pero debe de quedar algo.

– Solo me queda una cortina.

– Entonces trae esa cortina para que la veamos -dijo la senora Chao apresuradamente.

– Bueno, traela manana -dijo el senor Chao sin mucho entusiasmo-. Mas adelante, cuando tengas algo que vender, debes traernoslo a nosotros antes que a nadie, para que lo examinemos…

– Por cierto que no pagaremos menos que otros -dijo el bachiller. Su esposa miro apresuradamente el rostro de A Q para ver si este se emocionaba. -Necesito un chaleco de piel -agrego la senora Chao.

Aunque A Q dijo que estaba bien, se retiro con tal indiferencia que nadie pudo decir si tomaba su compromiso en serio o no. El senor Chao se sintio tan desilusionado, enfadado y preocupado que hasta dejo de bostezar. El bachiller tambien estaba muy lejos de sentirse satisfecho con la actitud de A Q y dijo:

– Habria que ponerse en guardia contra este huevo de tortuga. Quizas fuese mejor ordenar al alcalde que no le permitiera vivir en Weichuang.

Pero el senor Chao no se mostro de acuerdo y dijo que eso podia acarrear resentimientos, agregando que, en negocios como los de A Q, «el aguila no hace presa en lo que tiene en su propio nido»; de modo que su propia aldea no tenia de que preocuparse y que bastaba con mantener mayor vigilancia por la noche. El bachiller se impresiono mucho con la «leccion paterna» e inmediatamente retiro su sugerencia de expulsar a A Q, advirtiendo

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