Snaut no contesto, y se acerco a la ventana. Visto de espalda parecia mucho mas viejo. El cabello, cortado al ras, era gris. Profundas arrugas le surcaban la nuca quemada por el sol.

Detras de la ventana rielaban las crestas de las olas; el agua se elevaba y descendia en movimientos lentos. Mirando asi el oceano, se tenia la impresion — simple ilusion, sin duda— de que la Estacion se desplazaba imperceptiblemente, como si se deslizara en un zocalo invisible; luego, parecia recobrar el equilibrio, antes de inclinarse hacia el otro lado, con un identico movimiento perezoso. Abajo, la espuma espesa, del color de la sangre, se acumulaba en lo profundo de las olas. Durante una fraccion de segundo, se me oprimio la garganta, y anore la disciplina severa, a bordo del Prometeo,recordando una existencia que subitamente me parecio dichosa y perdida para siempre.

Snaut se volvio, frotandose nerviosamente las manos.

— Escucha — dijo inopinadamente—, por el momento estoy solo aqui… Hoy tendras que contentarte con mi compania. Llamame Rata Vieja, y basta de historias: ya que has visto mi fotografia, imaginate que me conoces desde hace tiempo. Todo el mundo me llama Rata Vieja. No hay modo de evitarlo. Ademas, supongo que es un nombre predestinado; mis padres siempre tuvieron aspiraciones cosmicas…

Obstinado, repeti mi pregunta:

—?Donde esta Gibarian?

Snaut parpadeo rapidamente.

— Lamento haberte recibido en esta forma. Pero… de veras, no es mi culpa. Me habia olvidado por completo.. Han ocurrido muchas cosas por aqui, entiendes…

— Esta bien… Entonces ?Gibarian? ?No esta en la Estacion? ?Ha salido en vuelo de reconocimiento?

Snaut contemplo una pila de rollos de cable.

— No, no ha salido. Y ya no volara. Justamente…

Yo seguia con los oidos taponados, y oia cada vez peor.

—?Como… que significa esto? — pregunte—. ?Donde esta?

— Has comprendido bien — dijo Snaut con una voz distinta, y mirandome friamente a los ojos. Me estremeci. Snaut estaba borracho, pero sabia lo que decia.

— No habra ocurrido…

— Si.

—?Un accidente?

Snaut sacudio la cabeza, asintiendo vigorosamente y espiando mi reaccion.

—?Cuando?

— Esta manana, al alba.

Senti una emocion que no tenia ninguna violencia. Ese intercambio de preguntas y respuestas concisas me habia calmado en cierto modo. Empezaba a explicarme el extrano comportamiento de Snaut.

—?Que clase de accidente?

— Ve a tu cabina y quitate esa escafandra… vuelve aqui… dentro… dentro de una hora, digamos.

— Bueno — dije finalmente.

En el momento en que ya me iba hacia la puerta, Snaut me llamo:

—?Espera! — Tenia una mirada extrana, y quiza deseaba decirme alguna otra cosa, pero no se decidia. Al cabo de un momento, continuo:— Eramos tres, y ahora, contigo, somos de nuevo tres. ?Conoces a Sar-torius?

— Como te conocia a ti, en fotografia.

— Esta arriba en el laboratorio, y no creo que salga antes de la noche, pero… en todo caso, tu lo reconocerias. Si vieras a alguien mas, entiendes, a alguien que no fuera yo, ni Sartorius, entiendes, entonces…

— Entonces ?que?

?Yo estaba sonando, todo aquello no era sino un sueno! Aquellas olas negras, de reflejos sanguinolentos, bajo el sol hundido, y aquel hombrecito que acababa de volver al sillon, cabizbajo otra vez, y que miraba un monton de cables.

— Entonces, no hagas nada.

Me enfureci.

—?Que podria ver? ?Un fantasma?

— Claro, tu crees que estoy loco. No. No, no estoy loco. No puedo decirte nada mas. En todo caso, no olvides mi advertencia.

—?Habla mas claro! ?De que se trata?

— Dominate, preparate para afrontar… cualquier cosa. Ya se que es imposible. Intentalo, de todos modos. Es el unico consejo que puedo darte.

— Pero ?que es lo que podria afrontar? — grite.

Viendolo alli, sentado, mirandome de soslayo, la cabeza fatigada y quemada por el sol, me era dificil contenerme; hubiera querido tomarlo por los hombros y sacudirlo con todas mis fuerzas.

Penosamente, arrancandose las palabras una a una, Snaut me respondio:

— No lo se. En cierto sentido, depende de ti.

—?Alucinaciones?

— No, es… es real. No ataca. ?Y recuerda mi consejo!

—?Que quieres decirme?

No reconoci mi propia voz.

— No estamos en la Tierra.

—?Una forma politera? — grite—, ?No tienen nada de humano!

Iba a abalanzarme sobre el, para sacarlo del trance en que habia caido, provocarlo quiza por las palabras descabelladas que el mismo pronunciara, cuando Snaut murmuro:

— Por eso mismo son de temer. ?Recuerda lo que te he dicho, y no te descuides!

—?Que le ocurrio a Gibarian?

Snaut no respondio.

—?Que hace Sartorius?

— Vuelve por aqui dentro de una hora.

Di media vuelta y sali. Al cerrar la puerta, lo mire por ultima vez. Enclenque, acurrucado, la cabeza entre las manos y los codos apoyados sobre el manchado pantalon, seguia alli sentado e inmovil. Entonces, solo entonces, le vi la sangre coagulada en el dorso de las manos.

Los Solaristas

El corredor estaba desierto. Me detuve un instante, detras de la puerta cerrada. El gemido del viento envolvia el pasadizo tubular. Sobre el panel de la puerta, pegado de traves, al descuido, habia un cuadrado de esparadrapo con una inscripcion en lapiz: « Hombre ». Mire la palabra, garabateada con trazos borrosos, y pense en volver a la cabina de Snaut; me eche atras.

Las advertencias dementes de Snaut me vibraban aun en los oidos. Avance por el corredor, los hombros hundidos bajo el peso de la escafandra. De puntillas, escapando no del todo conscientemente de algun observador invisible, volvi a la rotonda; al salir del corredor, encontre dos puertas a mi derecha y dos a mi izquierda. Lei los nombres de los ocupantes: Dr. Gibarian, Dr. Snaut, Dr. Sartorius. No habia ningun marbete en la cuarta puerta. Titubee, aprete apenas el picaporte, y abri lentamente la puerta. En ese instante tuve el presentimiento, casi la certeza, de que habia alguien en la habitacion. Entre.

No habia nadie. Una ventana panoramica concava, apenas mas pequena que el mirador de la cabina donde descubriera a Snaut, dominaba el oceano. Aqui, a la luz del sol, el agua brillaba con un resplandor grasoso, y las olas mismas parecian segregar un aceite de tintes rosaceos. Reflejos escarlatas inundaban todo el aposento, que por la disposicion recordaba un camarote de barco. De un lado, rodeada por anaqueles atestados de libros, habia una cama retractil, replegada contra la pared; del otro, entre los numerosos armarios, colgaban bastidores de niquel — series de fotografias aereas, sujetas todo a lo largo con cintas adhesivas— y una variedad de probetas y retortas con tapones de algodon. Frente a la ventana, dos hileras de cajas de metal esmaltado obstruian el paso.

Вы читаете Solaris
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату