Una semana despues de la graduacion en la academia, Bosch y Rider estaban sentados frente a frente tras sus escritorios mientras daban los ultimos toques a la acusacion contra Gordon Stoddard, quien habia sido llevado ante el tribunal municipal de San Fernando esa misma semana y se habia declarado no culpable. Habia empezado el baile legal. Bosch y Rider tenian que recopilar un amplio pliego de cargos que trazara las lineas maestras de la acusacion contra Stoddard. La documentacion seria entregada a un fiscal, quien la utilizaria en sus negociaciones con el abogado defensor de Stoddard. Despues de reunirse con Muriel Verloren, asi como con Bosch y Rider, el fiscal establecio una estrategia. Si Stoddard elegia ir a juicio, el Estado buscaria la pena capital por el agravante de la premeditacion. La alternativa era que Stoddard evitara la pena capital declarandose culpable de asesinato en primer grado en un acuerdo extrajudicial que lo llevaria a prision de por vida sin posibilidad de condicional.
En cualquier caso, el sumario que Bosch y Rider estaban preparando resultaria de vital importancia, porque mostraria a Stoddard y a su abogado el enorme peso de las pruebas. Forzarian la mano y harian que Stoddard eligiera entre las tristes alternativas de una existencia en una celda de prision o jugarse la vida sobre las escasas posibilidades de convencer a un jurado.
Hasta ese punto habia sido una buena semana. Rider salio airosa despues de estar a punto de morir por la bala de Stoddard y mostro estar en plena disposicion de sus facultades al reunir la documentacion del caso. Bosch habia pasado todo el lunes revisando la investigacion con un detective de Asuntos Internos y el caso fue archivado al dia siguiente. El veredicto de «no emprender ninguna accion» por parte de Asuntos Internos significaba que estaba a salvo en el seno del departamento, si bien una retahila de articulos de la prensa continuaban cuestionando las acciones de la policia al usar a Roland Mackey como cebo.
Bosch estaba listo para pasar a la siguiente investigacion. Ya le habia dicho a Rider que queria revisar el caso de la senora a la que hallo atada y ahogada en su banera el segundo dia de servicio en el cuerpo. Lo asumirian en cuanto terminaran; con el papeleo sobre Stoddard.
Abel Pratt salio de su oficina y se acerco a ellos. Tenia un aspecto ceniciento. Hizo una senal con la cabeza hacia el ordenador de Rider.
– ?Estais trabajando en Stoddard?
– Si -dijo Rider-. ?Que pasa?
– No le podreis clavar la aguja. Esta muerto.
Nadie dijo nada durante un largo momento.
– ?Muerto? -pregunto Rider por fin-. ?Como que muerto?
– Muerto en su celda en la prision de Van Nuys. Dos heridas de puncion en el cuello.
– ?Se lo hizo el? -pregunto Bosch-. No me parecio que fuera capaz.
– No, alguien lo hizo por el.
Bosch se sento mas derecho.
– Espere un momento -dijo-. Estaba en la planta de alta seguridad y aislado. Nadie podia…
– Alguien lo hizo esta manana -dijo Pratt-. Y esta es la peor parte.
Pratt levanto una libretita que tenia en la mano, con notas garabateadas. Leyo.
– El lunes por la noche arrestaron a un hombre en Van Nuys Boulevard por desordenes y borrachera. Tambien agredio a uno de los policias que lo detuvieron. Le tomaron las huellas de manera rutinaria y lo enviaron a la prision de Van Nuys. No tenia documento de identidad y dio el nombre de Robert Light. Al dia siguiente, ante el juez, se declaro culpable de todos los cargos y el juez lo envio una semana a la prision de Van Nuys. Las huellas todavia no se habian comprobado en el ordenador.
Bosch sintio un profundo tiron en las entranas. Sentia panico. Sabia adonde iria a parar la historia. Pratt continuo, valiendose de sus notas para construir su relato.
– El hombre que se hacia llamar Robert Light fue asignado a trabajo de cocina en la carcel porque aseguro y demostro que tenia experiencia en restaurantes. Esta manana cambio su funcion con otro de los asignados a cocina y estaba empujando el carrito que llevaba bandejas de comida a los custodiados en alta seguridad. Segun dos guardias que fueron testigos, cuando Stoddard se acerco a la ventanita corredera de su celda para coger la bandeja de comida, Robert Light metio la mano entre los barrotes y lo agarro. Acto seguido lo acuchillo repetidamente con un punzon hecho con una cuchara afilada. Tenia dos pinchazos en el cuello antes de que los guardias redujeran al agresor. Los guardias llegaron demasiado tarde. La arteria carotida de Stoddard estaba seccionada y se desangro en su celda antes de que llegaran a ayudarle.
Pratt se detuvo, pero Bosch y Rider no hicieron preguntas.
– De manera coincidente -empezo de nuevo Pratt-, las huellas dactilares de Robert Light fueron introducidas finalmente en la base de datos aproximadamente al mismo tiempo en que estaba matando a Stoddard. El ordenador revelo que el custodiado habia dado un nombre falso. El nombre real, como estoy seguro de que ya habeis adivinado, era Robert Verloren.
Bosch miro a Rider, pero no pudo sostenerle la mirada mucho tiempo. Bajo la cabeza. Se sentia como si le hubieran dado un punetazo. Cerro los ojos y se froto la cara con las manos. Creia que en cierto modo era culpa suya. Robert Verloren habia sido de su responsabilidad en la investigacion. Deberia haberlo encontrado.
– ?Que tal esto como cierre? -dijo Pratt.
Bosch bajo la mirada a sus manos y se levanto. Miro a Pratt.
– ?Donde esta? -pregunto.
– ?Verloren? Todavia lo tenian alli. Lo llevan en Homicidios de Van Nuys.
– Voy para alli.
– ?Que vas a hacer? -pregunto Rider.
– No lo se. Lo que pueda.
Salio de la 503, dejando atras a Rider y Pratt. En el pasillo pulso el boton del ascensor y espero. La opresion en el pecho no remitia. Sabia que era la sensacion de culpa, la sensacion de que no habia estado preparado para este caso y que sus errores habian sido muy costosos.
– No es culpa tuya, Harry. L1evaba diecisiete anos esperando hacer esto.
Bosch se volvio. Rider habia ido tras el.
– Deberia haberlo encontrado antes.
– No queria que lo encontraran. Tenia un plan.
La puerta del ascensor se abrio. Estaba vacio.
– Hagas lo que hagas -dijo Rider-. Voy contigo.
Bosch asintio. Estar con ella lo haria mas soportable. Le cedio el paso en el ascensor y la siguio. En el camino de bajada sintio que la determinacion crecia en su interior. La determinacion de continuar en la mision. La determinacion de no olvidar nunca a Robert y Muriel y Rebecca Verloren. Y una promesa de hablar siempre por los muertos.
Agradecimientos
El autor quiere dar las gracias a todos aquellos que le ayudaron en la preparacion y redaccion de esta novela. Entre ellos: Michael Pietsch, Asya Muchnick, Jane Wood y Peggy Leith Anderson, asi como Jane Davis, Linda Connelly, Terrill Lee Lankford, Mary Capps, Judy Couwels, John Houghton, Jerry Hooten y Ken Delavigne. Mi especial agradecimiento a los detectives Tim Marcia, Rick Jackson y David Lambkin, del Departamento de Policia de Los Angeles, asi como al sargento Bob McDonald y al jefe de policia William Bratton.