en su mano la raqueta.

– ?Hay alguien en el laboratorio? -pregunto Zargarian.

– ?Para que? -pregunto a su vez el atleta perezosamente-. Todos estan en el sexto sector.

– ?No esta desconectada la instalacion?

– No. ?Por que?

– Primeramente, te presento al profesor Gromov.

– Mucho gusto. Nikodimov -dijo el atleta quitandose los anteojos.

No se parecia en nada a aquel Fausto de largos cabellos.

– ?Ha sucedido algo? -dijo intrigado.

– Si. Algo imprevisible y curioso. Ahora lo sabras -pronuncio Zargarian con solemnidad.

Cualquiera hubiese encontrado algo de comun entre esta visita y la que realice por primera vez al laboratorio de Fausto. Hasta al apretar el boton de la escalera, revivia en el rostro de este Zargarian aquel aire significativo de mi amigo.

En mi primera visita al laboratorio note que ante el se extendia un largo corredor, que ahora no existia: desde el techo descendia hasta la misma puerta una escalera automatica movible, arrastrandose suavemente y chasqueando en las curvas.

– Perdoneme -me dijo Zargarian-. Le explicare todo a este joven en el argot de los biofisicos. Sera mas exacto y simple.

Y empezo a hablar. Escuchandolo, yo trataba de comprender algo en el amontonamiento de terminos desconocidos, de cifras y letras griegas; pero todo fue en vano. Cuando 'mi' Zargarian hablaba, a pesar del extasis y ensimismamiento que empleaba al conversar no me abrumaba tanto como ahora, pues en la conversacion lograba captar una que otra idea. Nikodimov entendia todo al vuelo mirandome con palpable interes. Despues de escucharlo todo, se acerco a la maquina, y con una agilidad inefable, se lanzo sobre la marana de enchufes, palancas y manivelas. A proposito, este laboratorio era mucho mas grande, extenso y complicado que el de Fausto. Si aquel era comparable al gabinete de un medico, este se igualaba a la sala de direccion de una gran fabrica automatica. Sin embargo, los dos tenian detalles que los identificaban. Por ejemplo, las lamparillas de control, las pantallas de television y los alambres que se extendian hasta el sillon situado en el centro de la sala.

Al prestar atencion a la disposicion de las pantallas, observe que se alargaban en forma de parabola a lo largo de los paneles ubicados en la sala, parecidos a los de las calculadoras electronicas. Por lo visto, el movible cuadro de mando podia deslizarse por las pantallas, si asi lo deseaba el observador. Las pantallas provocaban en el espectador un gran interes, porque, a pesar de estar apagadas, resplandecian como si reflejaran una luz inmensa.

– ?No se parece al otro laboratorio? -quiso saber Zargarian.

– No -respondi.

– ?En que no se parece?

– En estas pantallas. En el nuestro estan dispuestas de otro modo; ademas, este sillon carece de casco -le dije, senalandolo.

El sillon no tenia casco, ni captadores.

Me sente en el.

Zargarian senalo:

– Comprendo las inquietudes de los cientificos de su mundo. ?Cuantas veces Igor y yo estuvimos en tales situaciones! ?Cuantas noches insomnes pasamos! ?Cuantos calculos errados! ?Cuantas esperanzas vanas se apoderaron de nuestra mente! Y al fin, encontramos un cerebro-inductor desarrollado en matematicas. Este cerebro nos trajo una formula tan fantastica, que cuando los academicos la vieron, se quedaron impavidos. Ahora se conoce como la ecuacion de Yanovski y se utiliza al calcular las rutas interplanetarias mas complejas. Por desgracia, su memoria no le ayudaria a recordar esta ecuacion. Y he aqui, que ahora, usted se encuentra conmigo y se vislumbra una lejana esperanza, distante, pero palpable. Bueno, ya es hora de despedirse, Serguei Nikolaevich. ?Buen viaje! Quizas ya no nos encontraremos.

Solo a hora comprendi la idea terrible que rondaba por las mentes de estos cientificos. ?Un salto de cien anos al futuro! No a un mundo cercano y vecino; sino a uno con cosas completamente diferentes, con otras maquinas, costumbres y relaciones en la gente. Por unas horas, quizas por un dia, Hide se apoderaria del alma de Jekyll. Pero, ?lograria el enganar a los que lo rodearan en caso de querer pasar de incognito? Aunque su ropa y rostro lo encubrieran, su lenguaje y su habito, extranos a ese mundo lo delatarian. ?No me estaria arriesgando demasiado?

Estos pensamientos se agitaban en mi cerebro, pero sin revelar mis inquietudes, permaneci imperterrito y no temble al escuchar la voz de Zargarian ordenando enchufar el protector.

La oscuridad y el silencio me rodearon de nuevo; y a traves de ellos, se abrieron paso voces apenas inteligibles, pero conocidas, que se fueron olvidando lentamente como si las separara de mi el salto de cien anos al futuro.

– No comprendo nada. ?Que ves?

– Desaparecio. Algo se mueve, pero no hay ninguna imagen.

– Pero en el sexto hay; a pesar de que la luminosidad es muy debil. ?Comprendes algo?

– Creo que esta fuera de la fase, como la otra vez.

– Pero si no hemos registrado el shock.

– Tampoco lo registramos aquella vez.

– Aquella vez los encefalografos grabaron el sueno en la fase del sueno paradojico. ?Recuerdas?

– Creo que ahora existe otra clase de sueno. Fijate en la cuarta: las curvas fluctuan.

– ?No puedes aumentar?

– Esperemos, mejor.

– ?Tienes miedo?

– Por ahora no hay motivo. Comprueba su respiracion.

– Ya la comprobe.

– ?Y su pulso?

– Tambien. Por ahora no ha aumentado la presion. ?Quizas es debido al cambio de los procesos bioquimicos?

– No hay ninguna indicacion. Tengo la impresion de que existe una interferencia. Posiblemente es la oposicion del receptor o alguna inhibicion artificial.

– ?Pero eso es fantastico!

– No se. Esperemos.

– Estoy esperando; aunque…

– ?Mira! ?Mira!

– No comprendo. ?De donde ha surgido esto?

– No trates de adivinar. ?Y donde esta la imagen?

– En la misma fase.

– ?En la misma o en otra?

Y de nuevo me rodeo el silencio al tragarse todos los sonidos. Yo no oia nada, no veia y no sentia.

EL SALTO DE CIEN ANOS AL FUTURO

El paso de las tinieblas a la luz iba acompanado de un estado de tranquilidad absoluta. Me senti a extrano, como si estuviera flotando en un espacio blanco. Y… apareci en una camara en la que reinaba un silencio infinito.

Mire hacia los lados: la camara no tenia ni ventanas ni puertas y, sin embargo, estaba inundada de luz palida, tibia, a semejanza de las nubes cuando las hiere el sol. Esta nube blanca me rodeaba, e iba transformandose lentamente en una espuma nebulosa en forma de pared. La cama donde descansaba se disolvia en la blancura de la habitacion. No sentia el roce de la manta ni de la sabana, como si hubieran sido tejidas con aire.

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