ruinas de la casa que en una ocasion perteneciera a la familia que su antepasado habia masacrado. Si; alli delante estaba el familiar punto de referencia, el lugar donde el bosque extendia un brazo aislado en direccion a las aguas heladas. Y en medio de la nieve, recortandose con nitidez sobre la ininterrumpida blancura habitual de la zona cercana a la orilla del lago, se veia la silueta de la vieja pared desmoronada.

El caballo aflojo el paso cuando le tiro de las riendas, y se detuvo. Grimya, que iba algo mas adelantada, tambien se detuvo, y volvio la cabeza para mirarla.

«?Preferirias que lo evitasemos y fueramos por el otro lado del lago?», inquirio la loba.

Indigo vacilo unos segundos. Luego respondio:

«No, carino. Alli no hay nada ahora. Ni siquiera fantasmas.»

Golpeo ligeramente con los talones los ijares del caballo y este siguio avanzando. Cuando llegaron a la altura de los viejos cimientos, las orejas de Grimya se irguieron de repente y miro en direccion al bosque.

«?Indigo!» La llamada transmitida por la loba estaba llena de asombro y excitacion. «Mira...»

Indigo volvio la cabeza. A unos quince metros de distancia, cerca de los primeros arboles, estaba el tigre de las nieves. Habia surgido del bosque, y permanecia inmovil, contemplandolas. Su aliento formaba una nube en el aire gelido.

Indigo volvio a detener al caballo y la emocion le produjo un nudo en la garganta. Habia deseado el encuentro, pero ni siquiera sono que pudiera suceder, que el felino viniera a despedirse. Su montura piafo, oliendo algo que temia, pero ella la mantuvo bajo control tirando con fuerza de las riendas, al tiempo que miraba en direccion a la magnifica criatura que fuera un amigo tan leal. Inopinadamente, Grimya alzo el morro hacia el cielo y aullo. Era un grito exultante, vigoroso, lleno de jubilo; un homenaje y un saludo. La cabeza del tigre se elevo mientras el aullido se desvanecia. Luego abrio las fauces y lanzo un rugido de respuesta que resono sobre el lago y se perdio en el viento. En ese mismo instante, Indigo sintio una vez mas la oleada conocida, calida y poderosa de su mente que tocaba la de ella en una carinosa despedida. El tigre las miro un momento mas. Despues se dio la vuelta y desaparecio en silencio con un salto agil y elegante en el interior del bosque.

Indigo no supo cuanto tiempo permanecio sentada sobre el caballo, sin moverse, la mirada fija en el lugar donde habia estado el tigre de las nieves... Hizo caso omiso del inquieto cabecear de su caballo, del campanilleo de la brida, del movimiento de sus musculos bajo su cuerpo mientras pateaba el suelo, nervioso. Solo cuando la sensacion de ahogo que aun se aferraba a su garganta empezo a aflojarse, se estremecio como si se despertara de un sueno, sacudio la cabeza y permitio que su montura siguiera adelante.

No dijo nada. Pero Grimya, que caminaba en silencio junto al caballo y acariciaba sus propios recuerdos de esa ultima comunion con el gigantesco felino de las nieves, levantaba la cabeza de tanto en tanto para mirarla mientras avanzaban por la orilla del lago. Y vio y comprendio cuando, como una liberacion deseada y largo tiempo esperada, las lagrimas empezaron a correr por las mejillas de Indigo, serenas, sin interrupcion, calladas.

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