Belleza se sento inmediatamente.

– Como ves, he progresado algo con ella -anadio.

– Estoy impresionada. Es todo un triunfo.

Simon carraspeo y le acerco las flores.

– Son para ti. Espero que todavia sean tus favoritas.

Genevieve acepto el ramo e intento controlar el escalofrio de placer que sintio cuando sus dedos se rozaron.

– Por supuesto que si. Son muy bonitas… gracias.

– De nada. Me recuerdan a ti.

Ella no dijo nada. Esperaba que Simon hablara, pero al ver que se mantenia en silencio, pregunto:

– ?Que estas haciendo aqui, Simon?

– Queria hablar contigo y me parecio que seria mejor que viniera a buscarte al manantial. Temia que, si llamaba a la casa, Baxter se lanzara a mi cuello antes de que pudiera abrir la boca.

Genevieve penso que estaba en lo cierto.

– ?Y de que quieres que hablemos?

– En primer lugar, quiero que sepas que la carta de Ridgemoor no solo acusaba a Waverly; tambien incluia pruebas irrefutables de su culpabilidad en los delitos de robo y traicion a la Corona.

– ?Habia mas personas involucradas?

– No, actuaba solo. De hecho, Ridgemoor hizo un gran servicio al pais al incluir las pruebas en esa carta. El conde murio como lo que era, un heroe.

Genevieve asintio.

– Gracias por decirmelo, Simon. Pero no era necesario que vinieras a Little Longstone para eso. Podrias haberme enviado una nota.

– No, porque hay algo que queria darte. O mas bien devolverte, porque es tuyo.

Simon se metio una mano en el bolsillo y saco una hoja de papel, que le entrego.

– ?Que es esto? -pregunto, perpleja.

– Abrelo.

Genevieve lo hizo y se llevo una buena sorpresa al descubrir una de sus notas para la entrega siguiente de la Guia para damas.

– Ese papel me salvo la vida -explico el.

– ?Como dices?

– Lo encontre en la papelera aquella noche y me lo guarde, no se por que. Cuando Waverly me pidio la carta, saque la hoja y la deje caer al suelo; el se distrajo un momento y me dio la ocasion para atacarle.

– Vaya… no se que decir. Pero me alegra que te fuera de ayuda…

– Y a mi, Genevieve. ?O deberia llamarte Charles Brightmore?

– ?Serviria de algo que lo negara?

Simon sonrio.

– No. Pero no tienes por que; eres una escritora de gran talento.

Genevieve no esperaba un halago.

– Gracias…

– De talento, e inteligencia. Espero que el segundo libro tenga tanto exito como el primero. Puedes estar segura de que adquirire un ejemplar.

– ?No te… incomodo?

– No. Me siento muy orgulloso de ti. Y no te preocupes por la identidad real de nuestro querido Brightmore; puedes estar segura de que tu secreto seguira a salvo conmigo.

– No se que decir… Gracias, supongo.

– Es un placer. Pero queria hablar contigo de un asunto bien diferente. He pensado mucho desde que me marche de Little Longstone. Fundamentalmente, en ti; en los dias que estuvimos juntos. Y en algo que, me dijiste.

– ?Que te dije?

– Que esperabas que llevara una vida larga y feliz -respondio-. ?Lo decias en serio?

Ella asintio.

– Si, claro.

Simon sonrio.

– Excelente. Me alegro que lo dijeras en serio, porque he decido que efectivamente quiero una vida larga y feliz y que solo puedo tenerla contigo, Genevieve. Tu eres lo que necesito para alcanzar la felicidad.

Genevieve se quedo helada. Simon queria que retomaran su relacion.

Intento recordarse todo lo que se habia repetido a si misma durante un mes; intento convencerse de que no podia ser su amante. Pero todo ello se derrumbo ante sus pies como un castillo de naipes ante la posibilidad de volver a su lado; y ya estaba a punto de decirselo cuando el se le adelanto.

– Este ha sido el mes mas triste y solitario de mi vida. Espero que tambien lo haya sido para ti.

Ella parpadeo.

– ?Como?

– Lo que has oido. Espero que haya sido desolador, desesperante, terrible, solitario y angustioso. Igual que el mio.

– ?Tan mal te sentias?

Simon rio sin humor.

– Tan mal, y peor. Desde que te deje en la sala de estar de tu casa -confeso-. Pero todavia no has contestado a mi pregunta.

– Bueno, no puedo negar que he estado triste; ni que te he echado de menos.

– Magnifico.

– Simon… en cuanto a la posibilidad de ser tu amante…

– No quiero que seas mi amante.

Genevieve lo miro con confusion.

– Oh, lo siento. Pensaba que…

– Quiero que seas mi esposa -la interrumpio.

Genevieve se quedo sin habla.

– ?Que has dicho?

Simon carraspeo y repitio:

– Que quiero que seas mi esposa.

– Simon, los hombres de tu posicion no se pueden casar con plebeyas…

– ?Por que no?

– Porque el escandalo te arruinaria y mancharia el buen nombre de tu familia.

– Es posible, pero no me importa. No puedo vivir sin ti. Quiero estar contigo siempre, todas las noches, hasta que la muerte nos separe.

Simon la tomo entre sus brazos y anadio:

– Genevieve, no he sido el mismo desde que te vi por primera vez, cuando me escondi detras de tu estatua; fue como si un rayo me hubiera golpeado. Desde que te deje, no he dejado de repetirme que conseguiria superarlo, olvidarte, pero me enganaba a mi mismo. Estoy profunda, rematada e apasionadamente enamorado de ti. Habria venido antes, pero queria solventar mis compromisos en Londres antes de presentarme en tu puerta.

El corazon de Genevieve latia tan deprisa que penso que Simon podria oirlo.

– ?Me amas?

– Tanto que me duele. Tanto, que no podria pasar otro dia, otro minuto u otro segundo sin ti.

– Pero tu vida esta en Londres…

– Eso no importa. Mi corazon esta aqui, en Little Longstone.

– ?Y que vas a hacer con tu trabajo?

El la miro con toda la seriedad de sus ojos verdes.

– Estoy oficialmente retirado del servicio. En cuanto a mi vida en Londres, mantendre la casa en la ciudad

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