puedo hacer nada por ayudarte. De buena gana me encargaria de que ese canalla del conde se llevara su merecido; asi es como los ricos y poderosos tratan a los demas, sin respeto y sin mas preocupacion que sus propias necesidades.

Genevieve se sintio culpable por haber permitido que la viera tan deprimida. Baxter era el mejor de sus amigos y la cuidaba como si fuera una de las joyas de la Corona. Se conocian desde la adolescencia y se querian como hermanos; el le estaba muy agradecido porque le habia salvado la vida a los quince anos, cuando lo arrojaron a un callejon, dandolo por muerto, y ella cuido de el y lo alimento hasta que recobro la salud.

– Estoy bien, Baxter. Admito que me siento un poco sola, pero me acostumbrare. No te preocupes por ello - afirmo.

– Las lagrimas de tus ojos dicen otra cosa.

La voz de Baxter sono tan seca que cualquier otra persona se habria asustado. Nadie salvo ella podia imaginar que aquel hombre calvo y enorme, de muslos anchos como troncos y punos como jamones, fuera dulce como un gatito y cocinara los mejores bollos de todo el reino; pero ciertamente, tambien sabia romper el cuello a un hombre si se presentaba la necesidad.

Genevieve se sentia protegida con el. Una mujer sola debia andarse con cuidado; sobre todo, si estaba en posesion de secretos tan peligrosos como los suyos.

– Son lagrimas de felicidad… por Catherine; se nota que en Londres es feliz. Pero dejemos ese asunto de una vez; ?de que querias hablarme?

Baxter la miro como si no estuviera dispuesto a cambiar de conversacion. Sin embargo, comprendio que Genevieve habia cerrado esa puerta y contesto:

– Ese hombre esta aqui. Ha preguntado si te encuentras en casa.

– ?Hombre? ?Que hombre?

– El que alquilo la casa del doctor Oliver.

Genevieve se acordo enseguida. Baxter siempre estaba al tanto de lo que sucedia en Little Longstone, que no era mucho, y le habia mencionado que el medico se habia marchado del pueblo tras recibir una herencia y que habia puesto su casa en alquiler.

Baxter le dio vina tarjeta y ella la leyo. Pertenecia a un tal Simon Cooper, cuya direccion, impresa bajo el nombre, se encontraba en un barrio de Londres perfectamente respetable, aunque no rico.

Aunque no habia nada fuera de lo comun en ello, sospecho de inmediato. En muy poco tiempo habian llegado dos desconocidos a la zona; primero el senor Blackwell, un artista, y ahora, Simon Cooper. La posibilidad de que aquel hombre sospechara algo, de que hubiera descubierto sus actividades, la preocupo tanto que Baxter lo noto.

– ?Crees que ha venido por lo de Charles Brightmore?

Genevieve se estremecio al oir el nombre de su nom de plume, de su seudonimo.

– ?Y tu?

Baxter se rasco la calva.

– No me parece probable. Ya nos ocupamos de ese asunto hace meses, cuando se publicaron aquellos articulos en la prensa. Todo el mundo sabe que Charles Brightmore se ha marchado de Inglaterra y nadie vendria a buscarlo aqui. Pero si ese individuo mete las narices donde no le llaman, puedes estar segura de que se las partire. No permitire que te hagan dano, Gen.

Genevieve se sintio mas aliviada.

– Lo se, lo se. Y estas en lo cierto… todos creen que Brightmore ha salido de Inglaterra y que no tiene intenciones de volver.

Su criado asintio.

– No obstante, debemos ser cuidadosos. Aunque anado que ese hombre no tiene aspecto de investigador; se comporta mas bien como un pretendiente. Ha dicho que quiere presentarte sus respetos porque sera nuestro vecino durante dos semanas -explico, flexionando sus dedos gigantescos-. He sentido la tentacion de darle una buena patada y echarlo de la casa; pero dado que estas un poco sola, me ha parecido que su compania te podria animar.

– Procura no dar patadas a nadie, salvo que sea absolutamente necesario -dijo ella con seriedad-. ?Ha traido algun regalo?

– Un ramo de flores -contesto, sonriendo-. Ese tipejo deberia saber que una mujer como tu merece bastante mas. Diamantes, por ejemplo.

Genevieve rio.

– Y por supuesto, tu nunca sospechariais de un hombre que se presentara en mi casa por primera vez con unos diamantes como regalo.

Baxter asintio con timidez.

– Si, supongo que tienes razon, pero no debes confiar en nadie. Habra oido que una mujer preciosa vive sola en esta casa y lo primero que ha pensado es llevarle unas flores y cortejarla.

– Dudo que debamos preocuparnos por eso.

Genevieve bajo la vista y se miro las manos. Los medicos le habian dicho que la enfermedad que la afligia se llamaba artritis; ella no la consideraba una enfermedad sino una maldicion, porque le habia robado al hombre que amaba, el hombre que no habia soportado la vision de aquel defecto. En cualquier caso, carecia de importancia. Aunque otros hombres la encontraran atractiva, no volveria a permitir que le rompieran el corazon.

– ?Que aspecto tiene el senor Cooper? -pregunto.

Baxter la miro a los ojos y fruncio el ceno.

– Aspecto de cretino que merece que lo echen a patadas.

– Ya veo. ?Y que flores ha traido?

– Rosas.

Genevieve se alegro mucho. Eran sus flores preferidas, aunque el senor Cooper no podia saberlo.

En circunstancias normales, le habria pedido a Baxter que le dijera que no se encontraba en casa. Llevaba una vida tranquila y, excepcion hecha de sus visitas ocasionales al pueblo o de la aparicion de alguno de sus amigos, preferia mantenerse al margen de la sociedad. Sin embargo, Catherine se habia marchado y las circunstancias habian dejado de ser normales. Un vecino con un ramo de rosas no era exactamente la visita mas apetecible del mundo, pero al menos contribuiria a romper el tedio, el vacio y la monotonia de su existencia actual.

– Que pase -ordeno.

Baxter salio del dormitorio y ella se levanto y camino hasta la ventana, desde donde contemplo las hojas doradas que el viento arrastraba a su paso. Si Catherine no se hubiera marchado, estarian juntas en los jardines y se dedicarian a charlar sobre las flores que se debian podar en aquella epoca y las que podian plantar a la primavera siguiente. Ademas, faltaba poco para que Little Longstone celebrara su festival de otono.

Suspiro y su aliento empano el cristal. Limpio la condensacion y se obligo a contener la envidia que sintio durante un instante. Se alegraba sinceramente de la felicidad de Catherine. Ya se acostumbraria a la soledad. Tenia a Baxter y a Sofia. Y hoy, tambien al senor Cooper. Seria mejor que se contentara con ello y no esperara demasiado.

Supuso que su visita seria un anciano decrepito de los que se retiraban a Little Longstone para disfrutar de los beneficios de las aguas termales, tambien presentes en la antigua propiedad del doctor Oliven. Sin embargo, eso era mejor que nada. Su gata sabia escuchar, pero no era buena conversadora. Al menos tendria con quien hablar.

Un segundo despues oyo la voz de Baxter. Como siempre que se encontraban en publico, se abstuvo de tutearla:

– El senor Cooper viene a verla.

Genevieve se giro y se llevo una sorpresa mayuscula al comprobar que, lejos de ser un viejo chocho, el senor Simon Cooper era un joven que aparentaba treinta anos o quiza menos. No era mujer que se quedara facilmente sin habla, pero eso fue exactamente lo que paso; y por lo visto, a el le ocurrio lo mismo: se quedo mirandola con sus intensos ojos verdes, de tal forma que durante unos momentos no fue capaz de pensar ni de respirar siquiera.

Fue como si ya la conociera. Pero eso era absurdo; nunca se habian visto hasta entonces. De eso estaba

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