– Lo dudo. Parecia mas desconfiada que enamorada. -De repente se le ocurrio que segun la teoria de Daniel sobre que en la oscuridad todas las mujeres eran iguales, aun le faltaba por ver a la senorita Moorehouse a la luz del dia. Y por razones que no podia explicar, no podia esperar a verla. Si su intencion era conseguir algun tipo de informacion sobre jardineria, no tenia mas remedio que convertirse en su amigo.

Si, indudablemente, esa era la unica razon. Aliviado de haber encontrado una explicacion para su deseo de volver a verla, se volvio hacia Daniel.

– Creo que ha llegado el momento de unirme a mis invitadas.

Sarah fue consciente de el en el mismo momento en que salio a la terraza seguido por su amigo, lord Surbrooke. No importaba cuanto intentara concentrarse en jugar con Danforth, la mirada se le desviaba continuamente a la terraza. Y le parecia que cada vez que miraba descubria a lord Langston mirandola a su vez, lo cual la hizo sentir una incomoda calidez. Caramba, incluso sentia el calor en el cuero cabelludo, lo que como bien sabia, hacia que sus rizos ya incontrolables de por si se rizaran aun mas. Incluso cuando le volvia la espalda al grupo para lanzar el palo, intentaba identificar su profunda voz de entre los distintos murmullos que llegaban hasta ella.

Decidida a poner distancia entre ella y la tentacion de oir su voz o ver sus ojos, tiro el palo hacia la esquina de la casa, luego, recogiendose las faldas para no tropezar, corrio detras de Danforth que iba a toda velocidad delante de ella. Cuando llevaba tres lanzamientos, habia doblado la esquina y la terraza habia quedado fuera de su vista.

Aliviada por razones que no podia comprender, se puso en cuclillas y le ofrecio a Danforth las caricias que esperaba cada vez que recuperaba el palo.

– Oh, no tienes absolutamente nada de feroz -le canturreo con dulzura, riendose del alegre perro-. Desearia que mi Desdemona estuviera aqui. Creo que os llevariais muy bien.

– ?Haciendo de casamentera, senorita Moorehouse?

El corazon se le acelero ante el sonido de la familiar voz masculina justo a sus espaldas. Miro por encima del hombro, pero no pudo distinguir sus rasgos ya que el sol le daba de frente.

Volviendose al perro, le dijo:

– Solo le decia a Danforth que el y Desdemona se caerian bien.

El se agacho al lado de ella y palmeo el robusto flanco de Danforth, haciendo que el perro se retorciera de deleite.

– ?Y eso por que?

La mirada de Sarah se concentro en la mano grande de Matthew, en los dedos largos que acariciaban el oscuro pelaje del perro. Era una mano muy fuerte y capaz. Y sorprendentemente morena para pertenecer a un caballero. Uno que estaba claro que era capaz de sentir ternura al deslizar la mano por el pelaje del perro. ?Seria esa mano capaz de cometer actos siniestros? Viendo el afecto que sentia por su perro era dificil imaginarlo. Bueno, tambien era cierto que podia fingir sus afectos igual que fingia sobre sus conocimientos de jardineria, asi que tenia que andarse con cuidado.

– Son de temperamento similar. La echo mucho de menos.

– Deberia haberla traido.

Sarah no pudo evitar echarse a reir.

– No es un perrito faldero, milord. Aunque intenta convencerme de ello al menos dos veces al dia. Apenas habia sitio en el carruaje para mi hermana, para mi y para nuestro equipaje, mucho menos para una perra de ese tamano.

– No se ha unido a los demas para tomar el te. ?Por que? -Sintio el peso de su mirada sobre ella y se volvio para mirarlo. Se quedo impactada ante la penetrante mirada de sus ojos color avellana; una mezcla fascinante de castano, verde y azul, salpicados con motas doradas. Eran unos ojos inteligentes, agudos y muy despiertos, aunque detecto un ligero indicio de hastio en ellos, ?Seria producto de alguna pena que lo entristecia? ?O quizas era producto de la culpabilidad? ?Y esa culpabilidad estaria relacionada con esos paseos nocturnos con una pala?

Imposible saberlo. Pero lo que si estaba claro por su expresion interrogativa, era que el le habia hecho una pregunta. Aunque no lograba recordarla. Una mirada a esos ojos, a no mas de medio metro de ella, y ya habia perdido el hilo de la conversacion.

El rubor comenzo a subirle por la nuca como siempre que se avergonzaba. Sabia que en unos segundos ese rubor le cubriria las mejillas, delatando su verguenza.

– Perdon, ?que ha dicho?

– Le preguntaba por que no se unio a las demas damas para tomar el te.

– El dia es demasiado hermoso para sentarse alli y tomar te. Estaba a punto de dirigirme a los jardines con la esperanza de encontrar al jefe de jardineros cuando me tope con Danforth. Me pidio que jugara con el y accedi.

El indicio de una leve sonrisa asomo a la cara de Matthew.

– ?Se lo pidio?

– Salio disparado, regreso con ese palo y lo dejo caer a mis pies, luego emitio gemidos de suplica. Quizas haya alguien capaz de resistir tal invitacion, pero yo no soy ese alguien.

– La mayoria de las damas huye de el por su tamano.

– Me temo que no soy como las demas damas.

El fruncio el ceno e inclino la cabeza con lentitud, obviamente no la contradecia. Ella intento pasar por alto la ridicula punzada de dolor que sintio.

Despues de darle otra palmada al robusto flanco de Danforth, se levanto y tendio la mano hacia ella. Sarah clavo la mirada en esa mano varonil durante varios segundos, y por alguna alocada razon su corazon comenzo a palpitar con fuerza. Como en un sueno, levanto la mano lentamente y tomo la suya. Sentir su palma desnuda contra la de ella, sentir como sus largos dedos se cerraban sobre los suyos la aturdio. Su piel era tan… calida. Y su mano tan… grande. Siempre habia creido que sus manos eran demasiado grandes y torpes, pero parecia muy pequena dentro de la de el. Casi delicada.

El tiro suavemente y ella se levanto. En cuanto estuvo de pie, la solto, y ella curvo los dedos, presionando la palma contra la falda para retener el calor de su contacto.

– ?Quiere dar un paseo conmigo? -le pregunto, senalando con la cabeza hacia el bosque que habia a lo lejos.

Ella tuvo que tragar para que le saliera la voz.

– Por supuesto.

Pasearon en silencio durante casi un minuto, luego lord Langston dijo:

– Acaba de afirmar que usted no es como el resto de las damas. ?Que queria decir?

Ella se encogio de hombros.

– No me importa ensuciarme en el jardin, ni retozar con mis animales. Detesto bordar, adoro caminar bajo la lluvia, no me importa que el sol haga que me salgan pecas en la nariz, soy un desastre cantando, y no se mantener una conversacion educada.

– Disiento con usted en eso ultimo. Personalmente, encuentro refrescante no tener que hablar del clima.

Sarah lo miro para ver si estaba bromeando, pero por su expresion hablaba totalmente en serio.

– Dejeme que le diga que eso mismo me pasa a mi. No puedo entender por que la gente siente deseos de hablar sobre el tiempo. Siempre.

– Yo tampoco.

– No se puede hacer nada al respecto. El tiempo…

– … es como es -dijeron al unisono.

Sarah parpadeo. Luego sonrio.

– Exactamente.

La mirada de Matthew bajo a la boca de ella, y una oleada de calor la atraveso. Luego el levanto la vista, y mirandola a los ojos le pregunto suavemente:

– ?En que mas es diferente al resto de las damas?

– Bueno, supongo que lo principal es que no soy una dama.

– Quiza, pero me referia al termino generico, como mujer. ?No le gusta ir de tiendas?

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