– Ah, entonces ese es el problema. No me gusta el brocoli.
– Pues es una lastima, por lo que he leido en el menu esta noche van a servirlo en abundancia.
El parecio absolutamente horrorizado.
– Esta bromeando.
– Si, claro que si. -Ella le sonrio ampliamente-. Pero su expresion no tiene precio.
El la miro fijamente durante unos segundos y luego se rio.
– Lo sabia.
– ?Que estaba bromeando? -Sarah nego con la cabeza-. Creo que no.
– No, quiero decir que sabia que usted era… diferente.
Sarah permanecio inmovil durante unos segundos; luego suspiro para sus adentros. Aparentemente hoy era el dia en que los caballeros senalaban sus defectos.
Algo debio de reflejarse en su cara, pues el dijo:
– Le aseguro que «diferente» era un elogio, senorita Moorehouse. Tiene sentido del humor y no teme hablar con franqueza.
– Parece que usted padece la misma cualidad, senor Jennsen.
– Si. Por lo que agradezco profundamente encontrarme sentado junto a usted esta noche. En la ultima cena me sente entre la madre casamentera de lady Julianne y la tia casamentera de lady Emily que, dicho sea de paso, esta medio sorda. Rezo para que me salve de otra cena interminable sin ninguna charla sustancial. Blablabla, clima, mas clima, matrimonio, matrimonio, matrimonio, blablabla. -Meneo la cabeza-. No se como hacen los britanicos para conversar siempre de lo mismo.
– Es una habilidad adquirida durante la infancia. Nos la inculcan para que cuando lleguemos a la adolescencia, sepamos hablar del clima, el matrimonio y blablabla durante todo el dia.
– Entiendo. ?Y como se libro usted de ese conocimiento?
Ella vacilo, preguntandose si debia ser honesta, pero luego decidio que no habia ninguna razon para ocultarse tras perogrulladas con ese hombre que no temia hablar claro.
– A mis padres no les importaba si dominaba con maestria el bello arte de debatir sobre el clima, ademas todas sus aspiraciones matrimoniales fueron colmadas por mi hermana. Asi que pude aprovecharme y aprender otras cosas.
El asintio mostrando su aprobacion.
– Estupendo. Cosas como jugar con los perros y pasear por los jardines, supongo. -Cuando ella arqueo las cejas, anadio-: La vi hoy, durante el te de la terraza. Usted y ese enorme perro estaban pasando un buen rato.
– Si. ?Usted no se divirtio?
– Desde luego, no tanto como usted. No fue solo que me toco sentarme otra vez entre las casamenteras, sino que no me gusta particularmente el te.
– ?Ni el brocoli ni el te? -Ella chasqueo la lengua-. ?Hay algo que le guste, senor Jennsen?
– Los esparragos. El cafe. -Tomo su copa y la miro por encima del borde-. Me gustan las cosas inusuales. Inesperadas. La gente que posee sentido del humor y que no teme hablar con franqueza. ?Que le gusta a usted?
– Las zanahorias. La sidra caliente. La gente que, como yo, se siente… extrana. La gente que posee sentido del humor y no teme hablar con franqueza.
El esbozo una media sonrisa.
– Parece que he encontrado un espiritu afin. Gracias a Dios. Pense que iba a tener que sufrir toda la estancia escuchando a Thurston y Berwick hablar de la caza del zorro.
– Es lo que hacen los caballeros en este tipo de acontecimientos. Pasean, comen, duermen, cazan, cuentan historias bellamente adornadas sobre cacerias y presumen de sus exitos. -Sonrio ampliamente-. Ademas siempre puede jugar al piquet y al whist con las damas de compania.
El fingio estremecerse.
– Gracias, pero no.
– Puede que le guste jugar con lady Julianne y lady Emily. Las dos son expertas jugadoras, como mi hermana. Y aunque no hayan tenido oportunidad de probarlo, le aseguro que las tres son capaces de hablar de algo mas que el clima. Simplemente debera tratar primero ese tema. Uno debe hablar del clima para llegar a temas mas interesantes.
– ?Como cuales?
– Ir de compras. La moda.
– Dios me ayude.
– La opera. Ir de caza. -Curvo los labios-. O el matrimonio. En ese tema incluso se le uniran las damas de compania.
– Me mata, lo sabe, ?no? -El introdujo la cuchara en el plato y con aire distraido removio la sopa-. No queria ofender a su hermana o a sus amigas. Lo cierto es que Thurston y Hartley son mortalmente aburridos. Ni siquiera las damas de compania son tan malas como ellos. Su hermana y sus amigas han sido encantadoras.
– No lo dudo ni por un momento. Son todas muy hermosas.
– Sin duda. Su hermana especialmente.
Sarah sonrio.
– Si, lo es. Y por dentro tambien.
– Entonces posee ciertamente una rara belleza. Y es afortunada de tener una hermana que piense tan bien de ella.
Sarah nego con la cabeza.
– Yo soy la afortunada, senor. Carolyn ha sido siempre mi modelo a seguir. Y mi mejor amiga.
Los lacayos quitaron los platos de sopa, luego sirvieron unas finas rodajas de jamon y crema de guisantes.
– Mas comida verde -susurro el senor Jennsen, mirando con animosidad los guisantes.
– No se preocupe -le contesto Sarah tambien en un susurro-. Solo quedan nueve platos mas y acabara la cena.
El emitio un pequeno gemido, y ella no pudo ocultar una sonrisa.
– ?Podria recordarme por que estoy aqui y no en mi casa de Londres donde la comida no es tan verde? -dijo el.
– No tengo ni idea. ?Por que vino a Langston Manor?
– Langston me invito. No se muy bien por que, ya que no nos conocemos. Supongo que tiene intencion de discutir conmigo algun asunto de negocios. Como esas son mis conversaciones favoritas, estoy dispuesto a tolerar comidas verdes. -La miro de soslayo-. ?Puedo suponer que usted vino a Langston Manor para ser una de las candidatas?
Sarah casi escupio la crema de guisantes por encima de la mesa. Despues de tragar, le contesto:
– ?Candidata a marquesa? Cielos, no. Nada de eso.
– ?Por que no? ?Ya esta comprometida?
Sarah clavo los ojos en el, para ver si bromeaba, pero por increible que pareciera, nada, ni en sus ojos ni en su expresion, delataba que asi fuera.
– No, no lo estoy. -Y anadio por lo bajo-: ?Ha oido que lord Langston ande buscando esposa?
– Es un rumor que circula por Londres. Cuando llegue ayer y vi tan imponente despliegue de hermosas invitadas, sin ningun tipo de compromiso, pense que el rumor debia de ser cierto. -Luego el sonrio. Una sonrisa muy atractiva, decidio ella, tenia los dientes un poco asimetricos, pero blancos-. Asi que no esta usted comprometida. A pesar de la comida verde, esta cena mejora por momentos.
Ahora si que supo que bromeaba.
– Solo soy la acompanante de mi hermana.
– Y yo estoy aqui porque… Bueno, no estoy seguro. Pero por primera vez desde que llegue, me alegro de estar aqui. -Cogio la copa y la levanto hacia ella-. Un brindis. Por lo inesperado -sonrio de nuevo-, y por los nuevos amigos.