– No le estaba espiando. Estaba esperando la oportunidad de abandonar su habitacion. -Lo que era cierto. Bueno, no podia negar que su acusacion tenia cierto viso de verdad. Y tambien era cierto que si ese hombre no queria que las mujeres lo miraran, no deberia quitarse la ropa… nunca. Mas bien deberia procurar ser un poco mas feo. Quizas engordar. O utilizar una mascara horrenda.

– ?Esta armada? -pregunto.

– ?Armada? Le aseguro que no.

El se acerco mas, hasta que solo unos centimetros los separaron. Sarah aspiro profundamente cuando sintio que el calor de su cuerpo la envolvia, inundandole los sentidos con su olor a limpio. Una gota de agua cayo del pelo mojado de lord Langton para aterrizar en la clavicula de Sarah, donde serpenteo hacia abajo, cosquilleandole la piel antes de perderse bajo su vestido.

Lord Langston bajo la mirada y luego volvio a levantaria hacia ella.

– ?Esta sujetando algo?

?Lo estaba haciendo? Ella flexiono los dedos y se dio cuenta de que todavia sostenia la suave camisa blanca. Ah, si, su camisa… o, como se referiria a eso de ahora en adelante, su perdicion.

– Es solo una camisa.

El arqueo una de las cejas.

– ?Que tipo de camisa?

Por Dios, le resultaba casi imposible respirar, pensar con el tan cerca… Una sensacion que de alguna manera tenia poco que ver con el brazo que la apretaba y con la fria hoja que sentia en el cuello, y mucho con el hecho de que solo la fina tela de la bata la separaba de las manos y del cuerpo desnudo de lord Langston.

Ella trago, se humedecio los labios y luego dijo con la voz mas firme que pudo lograr:

– Le dire que tipo de camisa es despues de que me suelte y ponga el cuchillo en el suelo.

El vacilo durante varios segundos mas, y ella se obligo a mirarlo con su mirada mas penetrante…, nada facil con las gafas colgandole precariamente de la punta de la nariz. Incluso con las caras tan cerca, Sarah no podia distinguir perfectamente los rasgos de el. Aun asi, estaba claro por la expresion de lord Langston que desconfiaba de la razon de su presencia en el dormitorio.

Sin apartar la mirada de la de ella, Matthew bajo lentamente el brazo y ella aspiro con rapidez. Luego el dejo el cuchillo encima del escritorio, al alcance de la mano, como bien pudo notar. Sarah se llevo la mano al cuello y presiono los dedos contra la piel donde se habia posado la fria hoja. La recorrio un estremecimiento de pies a cabeza, seguido por otro arrebato de colera.

– Podia haberme cortado la garganta.

– Considerese afortunada de que no lo hiciera.

– ?Que clase de hombre amenaza a sus invitados de ese modo?

– ?Que clase de mujer se esconde detras de las cortinas y espia a los hombres mientras toman un bano?

Maldicion, ahi la superaba, pero ni en suenos pensaba reconocerlo. Al fin y al cabo la culpa de que se escondiera tras la cortina era de el. Alzando la barbilla, le dijo con su tono mas arrogante:

– Sin duda alguna no creera que yo represento algun tipo de amenaza fisica para usted, milord.

– No se que creer, senorita Moorehouse. No crea que se me pasa por alto el que haya eludido mi pregunta sobre que clase de mujer se esconde detras de las cortinas y espia a los hombres mientras toman un bano.

– Como usted eludio la mia sobre que clase de hombre amenaza a sus invitados con un cuchillo.

Se sintio satisfecha al ver su expresion de disgusto. Bien, estupendo. Aunque aun estaba lejos de cantar victoria. El se aparto un paso, se cruzo de brazos y le dirigio una mirada helada.

– Sigo esperando una explicacion.

Ella se coloco bien las gafas y tomo aliento, pero su olor a limpio le invadio la mente con la imagen de el, desnudo y mojado, apartandose el pelo, y perdio la facultad de hablar.

Al ver que ella guardaba silencio, la apremio:

– Espero una explicacion sobre la camisa… ?Deseaba regalarme esa prenda? O… -El se movio tan rapida e inesperadamente que ella se quedo paralizada cuando planto las manos en la pared a ambos lados de su cabeza, aprisionandola-. ?O se metio a escondidas en mi habitacion para ver como me banaba?

La irritacion la saco del estupor.

– Esa es una insinuacion de lo mas impropia, milord. Y la camisa no es un regalo. -Levanto la prenda y la agito por debajo de su nariz-. De hecho, es suya.

– ?De veras? Bueno, encuentro muy interesante que me aclare lo que usted considera impropio…, sobre todo cuando se ha colado en mi habitacion para espiarme mientras tomaba un bano y robarme la ropa.

– No su ropa. Solo su camisa.

– Ah. Parece tener un talento natural para dejar las cosas bien claras, senorita Moorehouse.

– Solo porque usted posee el mismo talento para hacer declaraciones inexactas… Ademas, su acusacion es falsa, yo no robaba la camisa, solo la tomaba prestada.

– ?Por que razon?

– La cogi para un… juego de busqueda. Es un juego que hemos ideado las otras damas y yo. Solo una diversion inofensiva.

– Ya veo. ?Asi que pensaba devolverme la camisa?

– Por supuesto.

– ?Cuando? ?En el proximo bano?

«Solo si fuera la mujer mas afortunada de la tierra.» Parpadeo para apartar la imagen de su desnudez. O al menos lo intento. Y fracaso estrepitosamente.

– Le aseguro que no. Habia pensado devolverla cuando no hubiera nadie en el dormitorio. Tal y como se suponia que sucederia ahora. Tengo que decirle, milord, que si se hubiera quedado en la sala donde se suponia que debia estar, esta debacle no hubiera tenido nunca lugar.

– Al parecer esta insinuando que esconderse detras de mi cortina para espiarme es culpa mia.

– Es precisamente lo que estoy diciendo.

Matthew la estudio durante largos segundos, completamente perplejo. Pero su desconcierto no era fruto unicamente de tan escandalosa logica. No, mas bien se debia a que no podia entender por que encontraba ese cambio tan estimulante. Por que continuaba aun aprisionandola con su cuerpo, deseando acercarse todavia mas a ella. Y por que ella no le habia exigido aun que se apartara.

Rogo a Dios para que ella lo hiciera. Le rogo a Dios para encontrar las fuerzas necesarias para apartarse. No queria estar tan consumido por aquel deseo tan descabellado de tocarla.

Era una locura. Con esa ropa tan sencilla, esas gafas tan gruesas y su naturaleza franca, ni siquiera se acercaba al tipo de mujer por la que se sentia atraido. Y alli estaba, inmovil, con el corazon desbocado solo por tenerla cerca. Y tampoco podia mentirse a si mismo…, mientras estaba en el bano, antes de descubrirla detras de la cortina, habia estado pensando en ella. En esos ojos color miel que encontraba tan fascinantes.

Lo paralizaban. Lo calentaban. La habia imaginado acercandose a el, tocandolo. Besandolo. Y ahora, alli estaba ella.

Pero ?por que estaba alli? ?Seria cierto lo de aquel juego? ?O acaso ella no era -como el ya habia pensado- lo que parecia? A menos que fuera una consumada actriz, no poseia ni una pizca de coqueteria, pero sabia que guardaba secretos. Parecia inocente, pero dibujaba bocetos muy detallados de hombres desnudos. ?Anadiria dibujos de el a su bloc? Encontro la idea muy excitante. De una manera irritante.

Aspiro y percibio un leve olor a flores…, una leve fragancia que lo hizo querer acercarse mas para captar el esquivo perfume, algo que lo irrito todavia mas.

Dirigio la mirada a su pelo alborotado y le ardieron los dedos por el deseo de arrancarle cada horquilla y soltar esos indomables rizos, que ella estaba empenada en someter, para que formaran una cascada sobre sus hombros. Luego le estudio la cara, fijandose en cada rasgo que tan inexplicablemente se le habia quedado grabado en la memoria y que no podia olvidar. Esos labios… esos labios exuberantes que eran mas propios de una cortesana que de una solterona. Esos labios que parecian llamarlo como una sirena. Y esos enormes ojos, agrandados por las gafas, que brillaban como si lo estuvieran retando. En verdad, la senorita Moorehouse parecia muy -irritantemente- tranquila, mientras que el se sentia -irritantemente- todo lo contrario a tranquilo.

Apreto la mandibula. Maldicion, eso no le gustaba nada. El sentido comun le indicaba que habia llegado el

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