momento de sacar a esa molesta mujer de su dormitorio.

Por desgracia, parecia que el sentido comun no se habia hecho aun cargo de la situacion porque en vez de enviarla a su habitacion se acerco un poco mas a ella. Sonrio para sus adentros cuando observo la aprension que brillo en sus ojos. Ah… Excelente. No estaba tan serena como parecia.

– Decir que me estaba espiando por mi culpa… es algo ciertamente audaz, senorita Moorehouse. Sin embargo, voy a ofrecerle un buen consejo: la proxima vez que decida robar algo, deberia esforzarse por evitar los tablones rechinantes.

La irritacion que brillo en los ojos de ella lo complacio sobremanera.

– No estaba robando, milord. Si insiste en ello esta siendo usted muy desnudo -agrando los ojos ante el error-. Rudo, quise decir rudo.

– Hummm. Si, hablando de desnudos…

– ?No estaba hablando de desnudos!

– … ha visto bastante de mi.

Sospecho que estaba poniendose colorada, y deseo que hubiera mas luz en la estancia para poder apreciar el color que tenia sus mejillas. Sarah apreto los labios y el casi pudo ver como hacia acopio de valor. Alzo la barbilla y luego asintio con un fuerte movimiento de cabeza.

– Fue inevitable, me temo.

– La mayoria de las jovenes solteras se desmayarian ante semejante vista.

– No soy como la mayoria de las jovenes, milord, no soy propensa a los desmayos.

– Aunque ciertamente no es que estuviera viendo algo que no hubiera visto antes.

Ella parpadeo.

– ?Perdon?

– Su amigo Franklin. Basandome en el boceto que vi, lo ha visto desnudo. -Una desagradable sensacion lo recorrio cuando dijo esas palabras, una sensacion que se parecia mucho a los celos.

– Oh. Hummm, si.

– ?Esas circunstancias fueron similares a esta?

– ?Circunstancias?

– Cuando vio desnudo a Franklin… ?estaba tratando de robar (perdon) pedir prestada su camisa? ?O la ocasion era de una naturaleza mas… personal?

Como ella no respondio el se acerco mas, hasta que sus cuerpos quedaron separados por menos de cincuenta centimetros. El pecho de Sarah subia y bajaba con cada respiracion agitada, y las manos que agarraban con firmeza la camisa eran lo unico que se interponia entre ellos. Ver su ropa en las manos de ella era algo intimo e increiblemente excitante. Maldicion, la encontraba muy excitante. De una manera que ni le gustaba ni entendia, pero que no podia negar. Igual que no podia negar la inexplicable necesidad de acariciarla y de tocarla. Ni podia negar el irracional pensamiento de borrar a ese tal Franklin de su mente.

Por lo que habia visto del boceto, Franklin y ella eran mas que simples amigos, pero ella transmitia una inocencia que contradecia la naturaleza intima de ese boceto. Era un acertijo fascinante. Y el tenia intencion de resolverlo.

– Sospecho que su madre no aprobaria estas actividades -dijo el con voz sedosa.

Sarah se paso la lengua por los labios resecos, un simple gesto que el quiso que repitiera.

– Le aseguro que no le importaria lo mas minimo -dijo ella con suavidad-. Mi madre no se fijaria en mi ni aunque corriera desnuda por la cocina.

Subitamente, visualizo una imagen de ella desnuda en la cocina… y el deleitandose en ella, caliente y excitado. Tuvo que aclararse la voz para poder decir:

– ?Perdon?

– Perdoneme, milord. Algunas veces me despisto y hablo sin pensar. Y utilizo palabras impropias como «desnuda». Lamento haber ofendido su sensibilidad.

Fruncio el ceno.

– Le aseguro que no soy tan sensible. Usted, sin embargo, parece obsesionada por cosas de naturaleza «desnuda».

– Eso no es cierto…

Sus palabras acabaron en un suave jadeo cuando el aparto una mano de la pared y capturo un rizo suelto del pelo de Sarah entre sus dedos. Ella se quedo inmovil; incapaz de detenerse, el desplazo la otra mano hacia su pelo, quitandole lentamente todas las horquillas y dejandolas caer al suelo, donde aterrizaron con un suave repiqueteo. Ella no intento detenerlo, solo lo miro con los ojos muy abiertos, reflejando una combinacion de asombro y perplejidad, como si no pudiera creerse que el la estuviera tocando ni supiera por que lo hacia.

La sintio temblar, oyo su respiracion agitada y una sombria satisfaccion lo invadio al saber que eso…, lo que el estaba haciendo, tambien la afectaba a ella.

Con cada horquilla que le quitaba, mas tirabuzones caian sobre su espalda hasta por debajo de la cintura. Un delicado perfume a flores emano de los mechones liberados, y el inspiro profundamente. Cuando termino, entrelazo los dedos por los brillantes y alborotados mechones. Tocandole la montura de las gafas, le pregunto:

– ?Puedo? -Sin darle tiempo a negarse, le quito las gafas y la miro fijamente-. Parece un cuadro de Botticelli -susurro.

Un sonido de incredulidad escapo de los labios de Sarah, que nego con la cabeza, agitando los rizos.

– No creo. Fue quien pinto la Venus.

– Si. Y si usted estuviera desnuda, avergonzaria a la propia Venus.

– Necesita gafas.

– Le aseguro que no.

– Ahora es usted quien se obsesiona con cosas «desnudas».

La recorrio lentamente con la mirada, imaginando los pechos plenos y las largas piernas que su modesto vestido dejaba adivinar.

– Eso parece -convino el suavemente.

Le acaricio la suave mejilla con el pulgar. Su piel era como calido terciopelo.

– El estado natural de Venus es desnuda, ya sabe. -Ella abrio los labios y dejo escapar un suave gemido, el tipo de sonido jadeante y placentero que lo instaba a descubrir que otros sonidos eroticos podria emitir ella.

Sarah asintio lentamente.

– Si. Tambien se que se la asocia con el amor y la belleza. Y si bien puedo saber algo sobre el amor, la belleza no es aplicable a mi de ninguna manera.

Matthew capturo un punado de rizos y lentamente paso los dedos entre los satinados tirabuzones.

– Debo disentir. Su pelo es precioso.

En lugar de estar agradecida, lo miro como si hubiera hablado en otro idioma.

– De verdad que necesita gafas.

El nego con la cabeza y con suavidad envolvio el punado de rizos en torno a su puno para llevarlo hasta su cara e inspirar profundamente.

– Y huele bien. Como las flores del jardin bajo un sol estival. Y sus ojos… -Matthew observo sus profundidades castano-doradas, deseando de nuevo que hubiera mas luz.

– Son del color del barro -dijo ella con voz indiferente.

– Son del color de la miel y el chocolate -corrigio el-. ?Nadie le ha dicho nunca lo bonitos que son sus ojos?

– Nunca -dijo ella sin titubear.

– ?Ni siquiera su amigo Franklin?

Ella vacilo, y luego dijo:

– No.

Matthew decidio enseguida que ese hombre era idiota.

– Pues ya queda dicho. -Su mirada descendio hasta la boca de Sarah-. Y sus labios. Son… impresionantes.

Ella no dijo nada durante unos largos segundos, solo clavo la vista en el con expresion ilegible. Luego, le temblo ligeramente el labio inferior y una mezcla de resignacion, decepcion y alguna cosa mas parecio asomar a

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