sus ojos. Aunque alzo la barbilla, Matthew sospecho que el coraje que habia exhibido antes la habia abandonado.

– Por favor, deje de jugar conmigo, milord -dijo ella quedamente-. Lamento haberme entrometido e invadido su privacidad. No fue mi intencion. Y ahora, si me disculpa… -Le tendio la camisa.

Matthew se sintio como si estuviese siendo despedido. De la misma manera en que se habia sentido en el jardin. Y la punzada de dolor que detecto en sus ojos provoco en su pecho una sensacion de vacio a la que no pudo dar nombre. Estaba claro que ella pensaba que el se estaba burlando de ella, y aunque parte de el queria que asi fuera, no habia nada mas alejado de la verdad.

– Puede quedarse la camisa, senorita Moorehouse. No querria estropearle la diversion.

– Gracias. Ya se la devolvere. -Ella entrecerro los ojos mirando hacia su mano que todavia sostenia sus gafas-. Si me devuelve las gafas, me ire.

Lo cual era precisamente lo que su sentido comun le instaba hacer. Pero en el fondo de su ser el queria que se quedara. Y queria descubrir si ella era tan suave como parecia. Si sabia tan deliciosa como parecia. Solo un roce, una mera degustacion… para satisfacer esa imperativa curiosidad.

Sin mirar, extendio la mano y deposito las gafas sobre el escritorio, al lado del cuchillo. La sorpresa se reflejo en los ojos de Sarah.

– ?Por que ha dejado ahi mis gafas? -pregunto ella.

– Porque si.

– No puedo ver sin ellas, milord. Incluso a esta distancia… -indico el espacio entre ellos con un movimiento de su mano- no lo veo muy bien.

– Entonces tendre que acercarme mas. -Matthew dio un paso adelante y levanto las manos para enredarlas en su pelo-. ?Asi me ve mejor?

Ella trago audiblemente.

– Hummm, la verdad, me siento un poco… presionada. Si hay algo que quiera…

– Lo hay. -Dejo caer la mirada a la boca de ella. Y tuvo que contener un gemido. Por Dios, ella parecia tan… madura. Tan deliciosa. Tan besable-. Quiero besarla.

Ella fruncio el ceno.

– Esta bromeando.

– No lo estoy.

– No sea ridiculo.

– No lo soy.

– Esta manana ni siquiera podia recordar mi nombre.

– Recuerdo su nombre ahora -le dijo con la mirada clavada en sus labios-. Senorita Sarah Moorehouse.

– Entonces debe de estar loco.

– No lo estoy. ?Y usted?

– Por supuesto que no. Yo solo tengo…

– ?Tanta curiosidad como yo? -Matthew tomo la cara de Sarah entre sus manos y con la yema del pulgar le rozo el exuberante labio inferior. Un gemido jadeante surgio de su boca, inflamando todavia mas el deseo de el.

– La curiosidad, como puede recordar…

– … mato al gato. Si, lo se. -Se acerco todavia mas a ella, hasta que su cuerpo toco el suyo desde las rodillas al pecho-. Que afortunados somos de no ser gatos.

– No puedo encontrar ni una sola razon por la que pueda sentir deseos de besarme.

Matthew inclino la cabeza hasta que sus labios estuvieron a un soplo de los suyos y susurro:

– No se preocupe. Yo encontrare suficientes razones para los dos.

Rozo sus labios sobre los de ella una vez, luego otra muy suavemente. Ella abrio los labios con un ronco suspiro y el aprovecho la invitacion para ahondar el beso.

E inmediatamente se perdio. En el embriagador perfume a flores y en el delicioso sabor de ella. Le deslizo una mano suavemente bajo el brazo hacia el hueco de la espalda, y la atrajo mas hacia el. Dios, era tan suave, tal y como el habia sabido que seria. Calida y voluptuosa, y sabia tan bien…, tan condenadamente bien. Hacia mucho tiempo que no abrazaba a una mujer. Que no besaba a una mujer. Demasiado tiempo…

Profundizo mas el beso, su lengua exploro el calor aterciopelado de la boca de ella. Sarah vacilo durante varios segundos, y luego, con un gemido ronco, abrio los labios y toco la lengua de el con la suya. Y de repente, lo que el habia pensado que era un simple beso se transformo. Sintio como lo atravesaba una lujuria urgente, calida, excitante y pura. De repente queria algo mas. Mas…

Sin interrumpir el beso, se acerco mas, inmovilizandola contra la pared con la parte inferior de su cuerpo e introduciendo ligeramente la rodilla entre sus piernas. Habria conseguido mantener el control si ella hubiera permanecido pasiva entre sus brazos, pero Sarah cerro los brazos alrededor de su cuello, se relajo bajo sus brazos y se dejo llevar, presionando su cuerpo contra el de el.

La reaccion del cuerpo de Matthew fue veloz e implacable, y con un gemido se froto contra ella, apretando su dureza contra la suavidad de Sarah.

El placer lo embargo y perdio cualquier sentido del tiempo y del espacio. Estaba embriagado por la sensacion de su cuerpo contra el suyo, una sensacion que le hacia sentir como si ella estuviera metiendosele por debajo de la piel. Un beso condujo a otro, como una droga intoxicante, y la urgencia fue cada vez mayor. Irreflexiva, inevitable, nada importaba salvo el sabor y la sensacion de ella. Deslizo las manos por la curva de su trasero y luego las subio hasta llenarlas con la plenitud de sus senos. La cabeza de Sarah cayo hacia atras y el recorrio con los labios la incitante curva del cuello, rozando con la lengua el frenetico latido de su pulso mientras ella enterraba los dedos en sus cabellos humedos. Sonidos eroticos emergieron de su garganta y Sarah se retorcio contra el, despojandolo de todo rastro de control. Su ereccion pulso con fuerza, y Matthew la apreto mas contra la pared.

«Detente…», tenia que detener esa locura, porque si no lo hacia iba a tomarla entre sus brazos, llevarla a la cama, y apagar ese maldito fuego que ella habia encendido. Pero no podia hacerlo… por alguna razon… por alguna maldita razon que se le escapaba.

«Estas buscando esposa -le recordo su siempre servicial vocecilla interior-. Y esta mujer no es una heredera, no es una de las candidatas.»

Cierto. Y su amiga si era una candidata. Y ademas, no estaba seguro de que se pudiera confiar en esa mujer. Por supuesto, habia mas razones que el no podia recordar en ese momento, pero que incluso su mente perdida en la lujuria sabia que existian. Lo que hacia que ese interludio fuera una idea muy, pero que muy mala. En todos los aspectos. Aunque, maldicion, ella era tan deliciosa. En todos los sentidos. Y lo hacia sentirse mejor de lo que se habia sentido en mucho tiempo. Tenia que detenerse…, pero simplemente no podia hacerlo.

Levantando el brazo, le agarro la muneca y la llevo hacia arriba, deslizandola dentro de la bata y arrastrando la palma por su pecho desnudo. Un gemido le retumbo en la garganta y se paso su mano por el pecho otra vez. Sarah empezo a tocarlo tentativa y lentamente cuando un sonido penetro la neblina de lujuria que lo rodeaba. Un sonido ronco, profundo, parecido a un… «guau».

Maldicion. Con un esfuerzo herculeo, levanto la cabeza. Se la quedo mirando fijamente, cautivado por la vision que ofrecia. Parecia completamente excitada y perdida en la misma neblina nebulosa que lo rodeaba a el. La respiracion erratica se escapaba de entre sus labios carnosos y humedos, y tenia los ojos entrecerrados. El giro la cabeza y le dirigio a Danforth una mirada airada que deberia haber hecho que el animal se escabullera de su habitacion con el rabo entre las piernas. Pero la mirada de Danforth salto de el a la senorita Moorehouse, y Matthew casi podia oir a su perro pensando: «Bueno, bueno, ?que tenemos aqui?»

Danforth miro a la senorita Moorehouse con una expresion de adoracion, se relamio y emitio otro «guau». Luego parecio como si el can sonriera ampliamente, y con un firme empujon del hocico aparto a Matthew y se colo entre ellos dos. Luego se sento sobre el pie desnudo de Matthew y procedio a jadear como un perrito contra su pierna desnuda.

Maldicion.

Devolvio la atencion a la senorita Moorehouse. Ella clavaba los ojos en el con una expresion deslumbrada que se correspondia a la perfeccion con la manera en que el se sentia. Su mano aun reposaba sobre su pecho, justo encima del lugar donde su corazon latia como si acabara de llegar corriendo desde Escocia.

– Santo cielo -dijo ella con voz jadeante y ronca.

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