Maldita sea, no queria tener invitados. No queria que invadieran su casa. Su privacidad. Pero ?tenia otra eleccion? Necesitaba una novia, y la necesitaba pronto. Y por Dios, haria cualquier cosa que tuviera que hacer para conseguirla. Se detuvo, miro durante largo rato la fosa que acababa de cavar, y tenso los dedos sobre el aspero mango de madera de la pala. Si, haria lo que tuviera que hacer.
Como en tantas otras ocasiones de su vida, dejo de lado sus propios deseos y se concentro en la tarea. Tenia que tomar varias decisiones que cambiarian el rumbo de su vida y, a pesar de que no tenia ningun interes en hacerlo, no podia retrasarlo mas. Asi que, aunque no le gustaba hacer de anfitrion, abandonar la hacienda para ir a Londres en vez de invitar a las candidatas a su casa en Kent le habria hecho perder todavia mas tiempo.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por un relampago seguido inmediatamente por el ominoso rugido de un trueno. Las gotas de lluvia le cayeron sobre la nuca. Segundos despues el cielo se abrio sobre el. La lluvia caia con una fuerza torrencial, golpeandole la piel como si de agujas punzantes y frias se tratara. Sintio la tentacion de encaminarse hacia la casa, de abandonar la tarea, pero levanto la cara y cerro los ojos, deleitandose en el cosquilleo que la fria lluvia le hacia sentir, aunque solo fuera por unos instantes, como si de esa manera pudiera liberarse de la onerosa tarea que lo habia poseido.
Estallo otro relampago atravesando el cielo oscuro, y abrio los ojos. Durante unos segundos, el rayo ilumino las fechas centenarias de las lapidas de la familia Devenport imperterritas bajo el aguacero. Matthew parpadeo ante la repentina claridad, luego se quedo paralizado cuando descubrio la figura inconfundible de un hombre. Un hombre que se deslizaba por la linde trasera del cementerio. Un hombre al que reconocio inmediatamente.
Maldita sea, ?que estaba haciendo Tom Willstone deslizandose a hurtadillas en mitad de la noche por una propiedad privada? ?Lo habria visto el herrero del pueblo? ?Habian sido los indiscretos ojos de Tom los que habia sentido sobre el un momento antes? Tampoco es que fuera un delito cavar fosas en su propiedad, pero dada la naturaleza de su tarea, Matthew tenia pocas ganas de que lo vieran. La observacion conducia a la especulacion, y la especulacion a interminables preguntas…, ninguna de las cuales querria ni podria contestar.
Otro rayo cruzo el cielo y vio como Tom desaparecia en medio de los olmos y arbustos que separaban su propiedad, Langston Manor, del camino que conducia al pueblo de Upper Fladersham. No sabia lo que estaba haciendo Tom alli ni lo que podria haber visto, pero tenia que enterarse. Tendria que ir al pueblo.
Se le puso un nudo en el estomago solo de pensarlo. No habia ido al pueblo desde hacia casi veinte anos. No desde entonces…
Interrumpio bruscamente sus pensamientos, no pensaba dejarse llevar por aquellos dolorosos recuerdos. No tenia por que ser el quien fuera al pueblo. Simplemente haria lo que llevaba haciendo dos decadas: enviaria a alguien en su lugar. Por suerte, Daniel estaba entre los invitados. Su mejor amigo haria el viaje por el.
Sus invitados… Daniel -el amigo en el que mas confiaba-, y varios amigos mas. Y un rebano de jovencitas, en el que cada una parecia una replica de las demas, un grupo de mujeres parlanchinas donde no se distinguian individualidades. Y luego estaban las damas de compania, mamas con los ojos puestos en el matrimonio o tias con el mismo objetivo, que lo miraban con la misma codicia que unos buitres carroneros observarian a un cadaver reciente. Si esas defensoras de la virtud conocieran la verdad sobre su vida y sus circunstancias, dudaba que estuvieran tan ansiosas por lanzar sus hijas a sus brazos.
Una risa carente de humor escapo de sus labios, ahogada por el ruido de la lluvia y los truenos. Pero de todas maneras no tenia importancia. Despues de todo, habia cosas que podian ser pasadas por alto si a cambio se obtenia el titulo de marquesa de Langston. Esbozo una mueca de disgusto pensando en las joyas de la sociedad que habia invitado a su casa. Todas parecian… vulgares. Eran las tipicas mujeres de su clase…, flores de invernadero que parloteaban durante horas sobre temas insustanciales como el clima y la moda. A pesar de que cada una de sus invitadas poseia las cualidades necesarias que el buscaba en una esposa, ninguna le habia llamado la atencion.
Bueno, salvo la que se habia sentado en el extremo opuesto de la mesa del comedor. La hermana menor de lady Wingate, que estaba presente en la reunion por insistencia de su hermana. La chica a la que se le habian deslizado las gafas por la nariz. ?Cual era su nombre? Sacudio la cabeza, sintiendose incapaz de recordarlo.
La unica razon por la que se habia fijado en ella era que la casualidad lo habia llevado a mirar en su direccion despues de que sirvieran la sopa. Ella se habia inclinado sobre su plato, probablemente para disfrutar del aroma. Cuando se incorporo, las lentes de sus gafas estaban completamente empanadas por el vapor de la sopa. Una inesperada risita pugno por escaparsele de la garganta, una risa nacida de la empatia, ya que era lo mismo que le pasaba a el cuando tomaba el te y llevaba puestas las gafas. Imagino el parpadeo tras las lentes opacas y no pudo evitar esbozar una sonrisa divertida. Segundos mas tarde, con las lentes limpias, sus miradas se encontraron. Algo chispeo en los ojos de la chica, pero antes de que pudiera descifrarlo, aparto la mirada y otro invitado reclamo su atencion.
Ah, si, sus invitados, todos estarian dormidos, confortablemente acurrucados en sus camas. Unas camas calientes y secas. Afortunados diablos.
Parpadeo para aclarar la lluvia de los ojos, luego intento olvidar la punzada de envidia que lo invadio y clavo de nuevo la pala en la tierra.
– Atencion, por favor, prestad atencion. Se abre la sesion.
La emocion atraveso a Sarah Moorehouse de la cabeza a los pies cuando dijo con suavidad las palabras que tanto habia esperado pronunciar. Estaba de pie al lado de la chimenea de marmol del dormitorio de invitados que le habia correspondido en la hacienda de lord Langston, el calor del fuego que ardia en la chimenea se filtraba por la fina bata de algodon y el camison. Las sombras titilaban en la estancia, pareciendo aun mas amenazadoras por los relampagos, los truenos y la lluvia que golpeaba con fuerza las ventanas oscuras.
Era la noche perfecta para hablar de monstruos.
Y de asesinatos.
Lentamente se acerco a la cama, deslizando la mirada sobre las tres mujeres posadas sobre el enorme colchon como palomas en una rama, sus camisones eran de un blanco impoluto y resplandecian bajo las luces danzantes. Lady Emily Stapleford y lady Julianne Bradley la miraban con ojos agrandados y expectantes, rodeandose las rodillas con los brazos. Sarah habia tenido sus reservas sobre si las jovenes conseguirian llevar a cabo el plan de escaparse de sus acompanantes para acudir a esa reunion clandestina, pero habian llegado exactamente a la una de la madrugada. La hora perfecta para proceder.
Sarah intercambio una larga mirada con su hermana mayor, Carolyn. Gracias a su matrimonio, diez anos antes, Carolyn habia ascendido de posicion social, de hija de un simple medico a vizcondesa de Wingate. Pero debido a la muerte de su amado marido, tres anos atras, se habia convertido en una afligida viuda con el alma tan destrozada que Sarah se habia llegado a preguntar si su hermana se recuperaria alguna vez. El brillo en los ojos azules de Carolyn compensaba cualquier escandalo que sus actividades nocturnas pudieran causar, y Sarah se sentia profundamente agradecida de que a pesar de su perdida, Carolyn estuviera haciendo un enorme esfuerzo por volver a la vida social.
Tras acomodarse sobre la cama de tal manera que las cuatro mujeres formaron un pequeno circulo, Sarah se ajusto las gafas sobre la nariz, levanto la barbilla y dijo en un tono serio y adecuado para la ocasion:
– Empezare haciendoos una pregunta que, dada la naturaleza de nuestro debate, seguramente se nos ha ocurrido a todas: ?creeis que el doctor Frankenstein es solo una invencion de la imaginacion de Mary Shelley o pensais que es posible que realmente fuera un cientifico loco que se dedicara a exhumar tumbas y robar restos humanos para crear un monstruo?
Emily, la mas atrevida de las companeras de Sarah, susurro:
– ?Fue un cientifico loco? Quiza todavia existe y continua con su labor. Es posible que Mary Shelley lo conociera y trabajara para el antes de mantener ese escandaloso romance con Percy, ese hombre casado.
Sarah miro a la hermosa lady Emily con la que habia entablado amistad hacia cinco anos por medio de su hermana. Habia congeniado inmediatamente con la inquieta Emily, cuyos ojos verdes solian brillar con travesura y cuya vivaz imaginacion solo era equiparable a la de la propia Sarah. Con veintiun anos, Emily era la mayor de los seis hijos de lord y lady Fenstraw. Por culpa del reciente reves en la fortuna familiar debido a la desafortunada inclinacion de su padre por las malas inversiones y las caras amantes, Emily no tenia mas remedio que casarse pronto y bien.
Desafortunadamente, sus observaciones de la sociedad habian demostrado a Sarah que el padre de Emily no era el unico caballero de su clase cuyas derrochadoras tendencias y falta de perspicacia economica habian tenido tales desgraciadas consecuencias financieras en su familia. Y lo peor era que incluso una chica tan bella como