tocarian los de ella, pregunto:

– ?Algo mas? -Como no sugirieron nada mas, echo un vistazo a la lista y dijo-: Segun la Sociedad Literaria de Damas Londinenses, el Hombre Perfecto debera tener buen corazon, ser paciente, generoso, honesto, honorable, ocurrente, inteligente, guapo, romantico, muy apasionado, debera provocar mariposas en el estomago, tener los labios llenos y saber besar, bailar, ir de compras, saber escuchar y pedir nuestra opinion, y todo sin una sola queja.

– Oh, si, suena realmente perfecto -dijo Emily mostrando su conformidad.

– ?Que te pasa, Sarah? -pregunto Carolyn-. No has anadido ninguna cualidad a la lista.

– No, porque creo que vosotras las habeis puesto todas -dijo.

– Tiene que haber algo que consideres necesario en el Hombre Perfecto -anadio Julianne.

Sarah lo considero durante unos segundos, luego asintio.

– Ahora que lo mencionas…, creo que deberia usar gafas.

– ?Gafas? -Tres voces cargadas de dudas resonaron en la habitacion.

– Si. Y ya que a mi me gusta tanto la jardineria, deberian gustarle las flores. Y trabajar en el jardin. Cavar en la tierra y arrancar malezas. Y todo de manera incansable y sin proferir ni una sola queja.

– No puedo imaginarme a un caballero de rango arrancando maleza y, ademas, no creo que sea tan importante como besar bien -dijo Emily con una sonrisa traviesa-, pero supongo que te vendra bien si paseas con el por un jardin y te quedas sin conversacion.

Sarah anadio sus requisitos a la lista y luego dejo la pluma sobre el escritorio y se giro hacia sus compinches, mejor dicho, hacia la Sociedad Literaria de Damas Londinenses.

– Bueno, ya que esto ha sido idea tuya, Carolyn, ?como propones que realicemos el muneco a escala natural?

Su hermana fruncio el ceno y se dio golpecitos en la barbilla con el dedo.

– Veamos…, necesitaremos la ropa de algun caballero. Unos pantalones, una camisa, una corbata y unas botas.

– Si, luego podemos rellenar las prendas -dijo Julianne con los ojos brillando a la luz del fuego-. Con almohadas.

– La forma de la cabeza la podemos conseguir con un cojin -agrego Emily-. Como Sarah es la unica de nosotras que sabe dibujar, puede plasmar alli su cara. Voto por que los ojos sean azules.

– Prefiero los ojos castanos -dijo Julianne.

– Verdes -interpuso Carolyn, cosa que no sorprendio a Sarah; Edward tenia los ojos verdes.

– En ese caso, para satisfacer a todas, tendra los ojos color avellana -decreto Sarah; luego sonrio ampliamente-. Color que es precisamente mi favorito. Ahora, nuestro caballero necesita un nombre. -Fruncio los labios y luego sonrio-. ?Que os parece Franklin N. Stein?

Todas se rieron y estuvieron de acuerdo. Luego Julianne pregunto:

– ?Donde podremos conseguir ropa de hombre? ?Se puede comprar en el pueblo?

– Asi sera muy aburrido -se mofo Sarah. Curvo los labios en una sonrisa-. Sugiero una caceria. Los caballeros que han sido invitados a la reunion campestre estaran ocupados durante el dia, cazando o jugando al billar. Sugiero que simplemente escojamos a un caballero, vayamos hasta su dormitorio cuando el no este cerca y le despojemos de la prenda que hayamos acordado, y voila, Franklin N. Stein habra nacido.

– No podemos robar cosas -dijo Julianne, consternada.

Sarah rechazo la acusacion con un movimiento de muneca.

– Eso no es robar… Solo tomaremos prestados los articulos. Desmontaremos a Franklin antes de irnos a casa y devolveremos todos los articulos a los caballeros implicados.

Julianne se mordio el labio inferior.

– ?Y si nos pillan?

– Iras a la carcel -dijo Emily con el semblante perfectamente serio-. Asi que sera mejor que no lo hagan.

Incluso bajo la tenue luz, Sarah vio como Julianne palidecia.

– No iras a la carcel -la tranquilizo, lanzandole a Emily una mirada acusadora-. Pero te moriras de verguenza y tu madre se desmayara, asi que procura que no te atrapen.

Julianne se mordisqueo el labio, luego sacudio la cabeza asintiendo con firmeza.

– Vale, lo hare.

– Por fin -dijo Emily-, un poco de excitacion de verdad. -Se puso a dar saltitos y se froto las manos-. ?Cual sera la primera prenda y quien sera nuestra primera victima?

– Hummm… Comencemos por un articulo que parece ser esencial para la mayoria de los caballeros -sugirio Sarah-. ?Que os parecen las botas?

– Sugiero a lord Berwick para las botas -dijo Julianne-. No solo se pavonea con un aire de suficiencia, sino que esta claro que se siente orgulloso de su calzado. Baile con el una contradanza hace varias semanas en la velada que organizo lady Pomperlay, y cuando admire sus zapatos, se dedico a soltar alabanzas sobre lo fina que era la piel durante los siguientes cinco minutos.

– Una excelente sugerencia -dijo Sarah-. Tu seras la encargada de obtener las botas de lord Berwick, Julianne. Pero no le despojes de ese par en particular, seguro que nota su ausencia. ?Y para la corbata?

– Lord Thurston se enorgullece de sus intrincadas corbatas -dijo Emily-, y con razon: nunca he visto unas corbatas mejor anudadas. Es admirable que un hombre se preocupe tanto por su apariencia. Conseguire una. No deberia de ser demasiado dificil. He cogido practica recuperando las cosas que me roban mis molestos hermanos menores.

– Crei que habiamos quedado en que esto no seria un robo -dijo Julianne en tono preocupado.

– Y no lo es -aseguro Sarah con voz tranquilizadora. Miro a Carolyn-. A nosotras nos quedan una camisa y unos pantalones. Como los pantalones son algo mas… personal, y ya has estado casada y por lo tanto estas mas familiarizada con esas cosas de, esto, naturaleza masculina, creo que deberias conseguirlos tu.

– Muy bien -dijo Carolyn con serenidad, como si Sarah solo hubiera sugerido que preparara otra taza de te-. De los caballeros que estan en la casa, creo que se los pedire prestados a lord Surbrooke. Su gusto es impecable y su ropa siempre esta perfectamente hecha a la medida.

– Sin mencionar la manera en que rellena los pantalones -dijo Emily con una traviesa y amplia sonrisa.

Sarah observo como su hermana y sus dos amigas se miraban las unas a las otras, luego estallaron en risitas ahogadas. Se unio al grupo, contenta de oir a Carolyn reirse, pero molesta consigo misma por no haber notado como llenaba lord Surbrooke sus pantalones. Normalmente era muy observadora. Tomo nota mental para fijarse mas de cerca la proxima vez.

– Creo que la camisa deberia ser de nuestro anfitrion, lord Langston -dijo Julianne-, me fije durante la cena de esta noche que, de todos los caballeros, su camisa era la mas blanca y la mejor almidonada.

– Es quien tiene los hombros mas anchos -dijo Emily con una picara sonrisa.

– Entonces que sea lord Langston -dijo Carolyn. Miro a Sarah-. Tu tarea sera conseguir una camisa de nuestro anfitrion.

Sarah apreto los labios para no hacer una mueca. Ya, su anfitrion. Quien, en solo unos segundos durante la cena, se habia dado cuenta de que se le habian empanado las gafas por culpa de la sopa, se habia reido de ella y acto seguido la habia ignorado. Bueno, no se habia reido abiertamente, pero ella habia percibido el ligero temblor de sus labios. Luego habia retomado su habitual pose indolente para dedicar la atencion -como no- a una mujer mas atractiva. Los caballeros siempre dejaban de prestarle atencion con rapidez. Aquello habia dejado de molestarla hacia mucho tiempo, pero con lord Langston, durante un instante, habia llegado a pensar que el tenia intencion de hablar con ella. Era ridiculo, pero habia creido de verdad que se reia «con ella» en vez de «de ella». Por lo que su rechazo la habia afectado mas de lo que hubiera querido.

Habia observado a suficientes hombres como el para reconocerlo. No tenia la menor duda de que Matthew Devenport, que habia heredado el titulo de marques de Langston tras la muerte de su padre el ano anterior, era simplemente otro hombre guapo, rico y aburrido que poseia demasiado dinero, demasiado tiempo libre, demasiadas diversiones y tenia demasiadas mujeres adulandole. Y ciertamente, un hombre con ese oscuro atractivo tenia que estar acostumbrado a adular a las mujeres. La verdad es que era una suerte que ella fuera inmune a tales atributos superficiales como una cara hermosa, asi no se sentiria tentada de mirarlo.

Sabia que la invitacion a esa reunion campestre era obra de Carolyn. Aunque Carolyn era oficialmente su dama de compania -el cielo sabia que no la necesitaba-, Sarah sabia que era ella quien realmente hacia de

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