cuidados. Su senoria es un apasionado de la jardineria.

Sarah arqueo las cejas.

– ?De verdad?

– Oh, si, senorita. Se remanga la camisa y trabaja el mismo en el jardin. No le asusta la suciedad como a algunos caballeros. Ni siquiera le importa trabajar en los jardines por la noche. -Se acerco un poco mas y susurro-: Entre la servidumbre corre el rumor de que su senoria esta cultivando algun tipo de flores nocturnas y eso requiere muchos cuidados.

– ?Flores nocturnas? -El entusiasmo la invadio al pensar en tan inusuales flores, y luego se regano interiormente por su hiperactiva imaginacion. La noche anterior, lord Langston solo habia estado trabajando en su jardin y ella lo habia comparado con un cientifico loco como Frankenstein-. Esas flores son muy raras.

– No le diga nada a nadie sobre esto, senorita, pero su senoria es un experto en el estudio de las plantas y las flores y otras cosas por el estilo.

– Intentare tratar con el sobre el tema en cuanto tenga oportunidad -murmuro Sarah. Quizas habia juzgado mal a lord Langston. Cualquier hombre que amara la jardineria, o que estuviera dispuesto a pasar la noche en vela para trabajar con flores nocturnas, no podia ser del todo malo.

Despues de que Mary le diera las indicaciones para salir de la casa por las puertas francesas del salon, Sarah se lo agradecio y se encamino hacia alli. En el mismo momento en que salio a la terraza de piedra, la embargo una sensacion de paz. El cielo se tenia con los colores dorados y rosados del sol naciente. Las hojas de los olmos, que parecian lanzas flanqueando la casa, susurraban a gran altura como si fuera la musica de fondo del canto de los pajaros.

Tras aspirar profundamente el embriagador aroma de la lluvia reciente, Sarah se desplazo sobre las losas de piedra. Contuvo el aliento al contemplar la belleza del vasto jardin que se extendia ante ella. Caminos curvos perfectamente delineados serpenteaban entre una amplia extension de cesped y setos cuidados con esmero. Un bosquecillo de olmos, debajo de los cuales se encontraban situados unos acogedores bancos, proporcionaria la sombra en cuanto el sol calentara. Estaba claro que su anfitrion veneraba el jardin, era el mas hermoso que habia visto nunca. Podia imaginarse lo impresionante que seria en cuanto la luz del sol lo inundase.

Ansiosa por explorarlo, bajo la escalinata de piedra. La hierba mojada le humedecio los robustos zapatos y el bajo del vestido, pero en vez de sentirse incomoda, celebro la familiar sensacion. Camino lentamente por los senderos curvos, maravillandose ante la primorosa profusion de plantas. Su mente las reconocia segun las veia: pensamientos, margaritas, pimpinelas azules, entre otras muchas.

El rumor suave del agua alcanzo sus oidos, y siguio el sonido. Varios minutos mas tarde, tras doblar una curva, se deleito al toparse con una gran fuente redonda de piedra coronada por la estatua de una diosa cubierta con una tunica. Portaba una jarra ligeramente inclinada, desde donde caia un suave chorro de agua al estanque que tenia a los pies. Un banco de piedra rodeaba parte de la fuente, y todo el conjunto estaba protegido por unos altos setos. Sintiendose como si hubiera descubierto un escondite secreto, Sarah se sento y abrio el bloc de dibujo.

Acababa de completar el esbozo de la fuente cuando oyo crujir la grava suavemente. Levantando la vista, vio como un perro enorme entraba en el pequeno claro. El animal se detuvo en cuanto la vio. Ella se mantuvo perfectamente quieta para no sobresaltar al animal, esperando que fuera amigable. El perro levanto la enorme cabeza y olfateo el aire.

– Buenos dias -le dijo Sarah con suavidad.

El animal meneo la cola saludandola, y con la lengua colgando troto hacia ella. Inclinando la cabeza, le olisqueo los zapatos, y luego subio hasta sus rodillas. Ella siguio inmovil, dandole la oportunidad de captar su olor mientras admiraba el oscuro y brillante pelaje. Cuando comprendio que ella era una amiga y no una enemiga, el perro se sento satisfecho a sus pies.

Contenta de que la considerara alguien de fiar, Sarah sonrio.

– Un guau para ti tambien. -Dejo a un lado el bloc de dibujo y enterro los dedos en el cuello del perro para rascarlo. Los ojos oscuros e inteligentes del animal mostraron satisfaccion y levanto una pata enorme y mojada para plantarla sobre el regazo.

– Oh, parece que te gusta -le susurro con dulzura, luego se rio cuando su nuevo amigo solto un sonido que parecia un suspiro de satisfaccion-. A mi perra tambien le encanta esto. ?Como es que te encuentras aqui solo?

Tan pronto como termino de plantear la pregunta la grava volvio a crujir. Dejo de rascar al perro y levanto la vista para observar a la figura que entraba en el claro. Una figura que reconocio de inmediato; era su anfitrion, lord Langston. La miro y se detuvo como si hubiera chocado contra un muro. Estaba claro que el estaba tan sorprendido de verla como ella de verlo a el.

El miro fijamente al enorme can pegado a ella, y frunciendo el ceno silbo suavemente. El perro bajo la pata de su regazo de inmediato. Despues de dirigirle a Sarah una mirada que parecia decir «no te muevas que enseguida vuelvo», troto obedientemente hacia su senoria, donde se dejo caer pesadamente sobre el suelo. Exactamente sobre una de las pulidas botas del senor.

Sarah se levanto, se ajusto las gafas y le ofrecio a lord Langston una torpe venia, tragandose las ganas de reprocharle el que hubiese invadido ese santuario interrumpiendola. No tenia derecho a sentirse molesta. Despues de todo, ese era su jardin, y ese su perro. Pero ?por que no estaba ese hombre en la cama? De sus observaciones ella habia concluido que la mayoria de los nobles no se levantaban hasta el mediodia. Por supuesto, esa era la oportunidad perfecta para hablar sobre el jardin y las flores nocturnas con el, un poco inconveniente por la hora, pero oportunidad al fin y al cabo.

– Buenos dias, milord.

Matthew clavo la vista en la joven, reconociendo a la invitada de las gafas empanadas por la sopa de la cena de la noche anterior. La hermana de lady Wingate de cuyo nombre no podia acordarse. Se trago el reproche por haber interrumpido su paseo. ?Por que, en nombre de Dios, no estaba todavia en la cama? El habia observado que las jovenes raras veces se levantaban antes del mediodia. Y cuando lo hacian no llevaban el vestido de diario arrugado -y mojado- que vestia esa jovenzuela, ademas del cabello recogido en un mono que se inclinaba muy precariamente hacia la izquierda, con rizos rebeldes soltandose del recogido. Y, ?por que, en nombre de Dios, lo hacia sentir como si fuera el quien se estuviera entrometiendo en su privacidad?

Maldicion, como su anfitrion, se suponia que tendria que quedarse alli para intercambiar algunas formalidades educadas y banales con ella. Lo cual era lo ultimo que queria hacer. Necesitaba dar ese paseo, necesitaba estar a solas para aclararse la cabeza, para matar el tiempo hasta que Daniel regresara de la herreria del pueblo, adonde habia ido para recabar informacion sobre la presencia de Tom Willstone la noche anterior en la hacienda. Bien, lo haria, pero escaparia en cuanto se le presentara la primera oportunidad.

– Buenos dias -dijo el, resignado a pasar algunos minutos de conversacion forzada.

Bajo la mirada y apenas pudo contener un respingo ante el contorno de la huella enorme de una pata que le arruinaba la falda del vestido. Por Dios, en cuanto ella lo notara no dudaria en poner el grito en el cielo. Tomo nota mental de mencionarselo a la senora Harbaker. El ama de llaves se ocuparia de que la prenda quedara totalmente limpia. Esperaba no verse forzado a reemplazarlo. Los vestidos de las mujeres costaban unas cantidades astronomicas de dinero.

– Observo que ha encontrado a mi perro -dijo el, rompiendo el silencio.

– Bueno, la realidad es que el me encontro a mi. -La mirada de Sarah se desplazo hasta el perro y esbozo una sonrisa-. Parece gustarle sentarse sobre los pies de la gente.

– Si. Sentarse… Le ensene a hacerlo. Sin embargo, requiere algo mas de entrenamiento para que aprenda donde plantar el trasero. -Cuando se inclino para palmear con carino el calido y robusto pescuezo del perro, Matthew se prometio tener una seria charla con el animal sobre lo de buscar invitadas no deseadas durante el paseo matutino-. Espero que no la haya asustado.

– De ninguna manera. Yo tambien tengo un perro. La mia es casi tan grande como el suyo. La verdad es que salvo por el color del pelaje, son muy parecidos. -Poso la mirada en la mascota-. Es muy dulce.

Matthew apenas pudo ocultar la sorpresa que le producia que ella poseyera un animal tan grande. La mayoria de las damas que el conocia poseian perros falderos de pequeno tamano, perruchos que malgastaban el tiempo estropeando alfombras, mordisqueando los tobillos y holgazaneando sobre almohadones de raso.

– ?Dulce? Gracias. Sin embargo puedo asegurarle que preferiria que lo considerara un perro fiero y valiente.

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