acompanante de su hermana. Si la unica manera de conseguir que Carolyn regresara al mundo era acompanandola, tenia muy claro que iria hasta el fin del mundo con ella si fuera necesario.
Sospechaba que esa reunion campestre no era simplemente una reunion de amigos. Habia oido rumores de que lord Langston -poseedor de uno de los titulos mas antiguos y venerables de Inglaterra- podia estar buscando esposa. Por supuesto, podian ser meras ilusiones por parte de las jovenes a las que habia oido sin intencion en una velada musical la semana pasada. Pero, si fuera verdad, tanto Julianne, Emily como Carolyn serian las candidatas perfectas. Tenia fuertes sospechas de que las habia invitado para echarles un vistazo. Bah. Como si no fueran otra cosa que caballos para ser inspeccionados.
Se habia sentido tentada de contarles a su hermana y a sus amigas ese rumor, pero no lo habia hecho para no darle a Carolyn una excusa para no asistir a la reunion. Especialmente ahora que su hermana estaba dando los primeros pasos para reintegrarse en la sociedad y dejar el luto, y aceptar la invitacion de lord Langston era el paso mas significativo hasta el momento. Era, despues de todo, solo un rumor. Si lord Langston buscaba novia, Carolyn estaba fuera de cualquier posible eleccion. Su hermana le habia confesado que no tenia intencion de casarse otra vez. Que solo se casaria por amor, y nunca podria amar a otro hombre como habia amado a Edward. Por supuesto, lord Langston no estaba al tanto de dicha informacion, pero Sarah sabia que Carolyn se aseguraria de dejarselo bien claro si fuese necesario.
Por el contrario, Emily y Julianne eran las candidatas perfectas. Por lo tanto, tenia intencion de estar ojo avizor con lord «demasiado-guapo-para-su-bien» Langston para determinar si su personalidad era la mas adecuada para sus amigas. Por desgracia, por lo observado hasta ahora, lord Langston entraba firmemente en la categoria de los memos.
Y ahora tenia que robarle -mejor dicho pedirle prestada- una camisa a su insufrible anfitrion. Una leve sonrisa comenzo a insinuarse en las comisuras de sus labios. Realmente podria ser entretenido sacar lo mejor de el. Tomar algo de el -por supuesto de forma temporal- sin su conocimiento. Una risita de satisfaccion le cosquilleo en la garganta. «?Se ha reido de mi, lord Langston? Bueno, pues no es usted mas que otro de esos memos consentidos. Y sere yo quien ria la ultima.»
Ajustandose las gafas, Sarah les dijo a sus companeras:
– Ya tenemos todas asignada nuestra tarea. Doy por finalizada esta reunion de la Sociedad Literaria de Damas Londinenses para volver a convocarla manana aqui a esta misma hora y comenzar a trabajar en el senor Franklin N. Stein.
– Chinchin -dijo Emily, brindando con una copa imaginaria.
Se dieron con rapidez las buenas noches, luego salieron de la habitacion de Sarah para recorrer sigilosamente el pasillo hacia sus propios dormitorios.
Tras cerrar la puerta, Sarah se apoyo contra la hoja de roble. Su mirada cayo sobre la lista que habia quedado olvidada sobre la antigua arquimesa y, apartandose de la puerta, se dirigio al pequeno escritorio. Despues de coger la pluma, sumergio lentamente la punta en el tintero y anadio los ultimos requisitos a la lista del Hombre Perfecto. Los requisitos mas importantes. Los unicos que no se habia atrevido a decir delante de sus companeras. Pues aunque eran sus mas intimas confidentes, habia cosas dificiles de admitir ante cualquiera.
Cuando termino de escribir, dejo la pluma y leyo sus palabras. «No juzgar a las personas por su aspecto. Saber apreciar la belleza interior. No mirar a la gente como si no existiera.»
No tenia razones para creer que existiera tal hombre, pero ya que sonaba con el, ?por que no sonar a lo grande?
Estallo otro relampago y se acerco a la ventana. Siempre le habia gustado el sonido de las tormentas de verano; el repiqueteo de la lluvia contra el tejado y las ventanas era extranamente tranquilizador. Los rayos brillaron repentinamente y miro por la ventana. Se quedo paralizada. Un hombre emergio del cercano bosquecillo de olmos para acercarse a la casa. Iluminado por los destellos intermitentes, lo vio apresurarse a traves del cesped, con la cabeza inclinada, una pala en la mano y la ropa y el cabello empapados. De repente, como si el sintiese su mirada, se detuvo y levanto la vista. Ella se echo hacia atras, agarrando con firmeza las cortinas de terciopelo que flanqueaban la ventana, pero no antes de echarle un buen vistazo. Lo reconocio al instante.
El corazon comenzo a palpitarle sin razon aparente, espero unos segundos, luego volvio a mirar a hurtadillas por la ventana. Ya se habia ido.
?La habia visto?, se pregunto cenudamente. ?Que pasaria si lo habia hecho? No era ella la que estaba andando a escondidas a una hora intempestiva durante una tormenta con una pala firmemente agarrada en la mano.
Y en primer lugar, ?que habia estado haciendo lord Langston bajo la lluvia en mitad de la noche, vagando de una manera furtiva con una pala? Porque era precisamente el tipo de cosas que…
Su mirada recayo en los tres libros con cubierta de piel que reposaban sobre la mesilla de noche con el titulo de El moderno Prometeo.
– Es precisamente el tipo de cosa que hubiera hecho Victor Frankenstein.
Su imaginacion, que siempre habia sido muy activa, amenazo con desbocarse. Se tambaleo ante sus alocados pensamientos y con el ceno fruncido se alejo de la ventana. Seguramente habia una explicacion logica para el extrano comportamiento de su anfitrion.
Y ella estaba decidida a descubrirla.
Capitulo 3
Los rayos del sol naciente se filtraban por la ventana del dormitorio de Sarah cuando abandono sigilosamente su habitacion. Se habia despertado al amanecer como cada manana, ansiosa por salir, especialmente al darse cuenta de que la lluvia habia cesado en algun momento de la noche. Sentia deseos de oler la fresca humedad que impregnaba el aire y la hierba despues de la tormenta.
El dia anterior por la tarde, a medida que su carruaje se acercaba a Langston Manor, habia percibido imagenes de lo que parecian ser unos impresionantes jardines y estaba deseosa de explorarlos para sacar algunos bocetos. Especialmente a esa hora, durante esos tranquilos instantes previos al amanecer, en los que tenia todo el tiempo del mundo para si misma.
Con su gastada cartera de cuero -donde llevaba su material de dibujo- bajo el brazo, doblo la esquina del pasillo. A punto estuvo de chocar con una joven criada que cargaba con una brazada de ropa de cama blanca.
– ?Oh, mil perdones, senorita! -dijo la criada apretando contra su pecho la carga que llevaba-. No esperaba encontrarme con nadie tan temprano.
– Ha sido culpa mia -dijo Sarah, agachandose para recoger la cartera y una funda de almohada que se habia caido de la pila que cargaba la criada-. Estaba tan ensimismada en mis pensamientos que no mire por donde iba. -Se incorporo, doblo con habilidad la funda de almohada y luego la deposito sobre el monton de ropa de la criada.
– Gra-gracias -tartamudeo la joven claramente sorprendida.
Sarah contuvo el deseo de mirar al techo. Era ridiculo que la criada se hubiera sorprendido por un mero gesto de cortesia, especialmente cuando era ella la que se habia conducido con atolondramiento. Por Dios, era hija de un medico, no parte de la realeza. Ni aunque viviera cien anos podria acostumbrarse a la formalidad de la sociedad con la que Carolyn se habia emparentado. A menudo se preguntaba como lo toleraba su hermana.
– De nada… -inclino la cabeza, esperando que la joven le facilitara su nombre.
– Mary, senorita.
Sarah se ajusto las gafas y sonrio.
– De nada, Mary.
La mirada de la criada se deslizo por el vestido de diario de Sarah.
– ?Necesita algo, senorita? ?El cordon de llamada de su habitacion no funciona?
– No pasa nada, gracias. Quiza podria indicarme que direccion debo tomar para ir a los jardines -levanto la cartera-. Esperaba poder hacer algunos bocetos.
La cara de Mary se ilumino.
– Oh, los jardines son muy hermosos, senorita, especialmente despues de la lluvia. Y estan muy bien