nostalgia por su hogar, aunque entre esos bellos jardines y Danforth, se sentia en ese lugar casi tan a gusto como en su propia casa.
Acababa de rellenar otra zanja de dos metros de la que no habia obtenido resultado alguno cuando lord Langston le pregunto:
– ?Te apetece comer o beber algo?
Sarah apoyo la punta de la pala en la tierra y, limpiandose el sudor de la frente con el reves del guante, se giro hacia el. Y se quedo paralizada. A pesar de que no le cabia duda alguna de que ella tendria el aspecto de alguien que hubiera sido arrastrado por un carruaje durante varios kilometros, el, por el contrario, estaba perfecto. Total e injustamente perfecto. Tras dos horas de trabajar bajo los ardientes rayos del sol, deberia sentirse tal como se sentia ella, acalorado, sucio, sudoroso y despeinado. Pero a pesar de que obviamente estaba sucio, sudoroso y despeinado, de alguna manera lograba resultar masculino y delicioso. Y absolutamente perfecto.
Como desde el principio ella habia mantenido la vista en el trabajo en vez de en el y al final su tarea la habia absorbido totalmente, no se habia dado cuenta de que el se habia quitado el chaleco y la corbata. Pero ahora si que era muy consciente de ello.
Matthew se habia quitado el panuelo de la cara y lo tenia enrollado en una mano. Se habia arremangado la camisa hasta los codos dejando al descubierto unos musculosos antebrazos bronceados por el sol. La camisa blanca -que ya no era blanca- estaba abierta en la garganta, y ella le echo un buen vistazo a la sombra de vello oscuro que asomaba por la V abierta. La prenda estaba suelta y arrugada por el ejercicio, y se amoldaba a su cuerpo de tal manera que Sarah no pudo evitar soltar un suspiro de aprobacion.
Levantando una mano, el se paso los dedos por el pelo oscuro que, al igual que su piel, brillaba por el esfuerzo realizado. Luego se llevo las manos a las caderas arrastrando la mirada avida de Sarah hacia abajo. Los dedos descansaban extendidos sobre los sucios pantalones marrones como si estuvieran senalando su fascinante ingle.
La oleada de calor que sintio no tenia nada que ver con el sol y si con el vivido recuerdo de como estaba el sin pantalones. Y con la deliciosa sensacion de su dureza presionando en la union de sus muslos.
El estornudo y luego pregunto:
– ?Te parece bien, Sarah?
«?Bien?» Sus miradas se encontraron de repente. El rostro inexpresivo de Matthew impedia que ella supiera si la habia atrapado mirandolo, pero sospechaba que si lo habia hecho. Senor, podia sentir como se ruborizaba de verguenza. No tenia ni idea de que le habia preguntado para necesitar su aprobacion, ya que todo lo que ella veia parecia perfecto, asi que asintio.
– Si, sera… perfecto.
Con una inclinacion de cabeza, el dejo caer la pala y agarro con rapidez la mochila.
– En la hacienda hay un lago, con arboles y sombras, donde podemos comer. -Estornudo otra vez-. Y no hay rosas. Se tarda unos diez minutos en llegar. ?Te gustaria comer alli?
Comer. Por supuesto.
– Suena delicioso.
– Excelente. -Estornudo un par de veces mas y luego le indico con la mano la direccion por la que abandonar la rosaleda.
Con Danforth precediendolos, el adapto su paso al de ella, y un minuto despues suspiraba aliviado.
– Mucho mejor. -Ella sintio el peso de su mirada, pero mantuvo la vista fija en Danforth y en el camino que se extendia delante de ellos. Si lo miraba, temia perder la concentracion. Sin duda chocaria contra un arbol y se quedaria inconsciente.
– ?Te encuentras bien? -pregunto el.
Senor, debia de estar todavia peor de lo que creia.
– Si, estoy bien. ?Y tu?
– Muy bien, aunque un poco acalorado. Las sombras que encontremos a lo largo del camino seran bienvenidas.
No cabia duda de que lo serian. Cuando lo miro, habia sentido como si se derritiera, aunque no habia tenido nada que ver con el brillo del sol.
– Lamento que esta manana la busqueda no haya sido fructifera -dijo ella.
– Tambien yo. -Matthew guardo silencio durante varios segundos para luego anadir-: Gracias por tu ayuda. He disfrutado de tu compania.
– No he sido una buena compania. Apenas he hablado.
– Conversar no es necesario. Pero me ha encantado no estar solo.
En la mente de Sarah surgio la imagen de como lo habia visto la primera noche, cuando regresaba bajo la lluvia con la pala. Con la cabeza puesta en la historia de Frankenstein, habia pensado que parecia culpable de algo. Pero ahora, reflexionando, se dio cuenta de que el habia parecido… decaido, solitario. Sarah sabia demasiado bien lo que era sentirse sola.
Varios minutos despues, el camino termino en un claro, en el centro relucia un gran lago ovalado, con la superficie azul oscura totalmente lisa salvo por las ondas que producian un par de cisnes que nadaban cerca de la orilla. Danforth diviso a los cisnes y salto al agua como si lo hubieran disparado desde una catapulta. Sarah no pudo evitar reirse ante el entusiasmo del perro que salpicaba y ladraba cuando entro corriendo en el lago. Con unos chillidos de protesta, los cisnes agitaron sus alas blancas, volando por encima de la superficie hasta volver a posarse en el extremo mas alejado del lago. Claramente satisfecho de haberse deshecho de los extranos, Danforth salio del agua y troto hacia ellos.
– Tengo que advertirte -dijo lord Langston- que Danforth…
Sus palabras quedaron interrumpidas cuando Danforth se sacudio salpicando agua en todas direcciones. Cuando termino, Sarah se giro hacia lord Langston e intento no reirse al ver las gotas de agua que salpicaban su cara.
– ?Danforth nos mojara con el agua del lago? -termino ella con su voz mas servicial.
El se limpio la cara mojada con un brazo igualmente mojado y fulmino con la mirada al perro empapado.
– Si.
– Gracias por la advertencia.
El se giro hacia ella.
– ?Tu perro tambien hace eso?
Sarah no pudo evitar reirse.
– Cada vez que puede. Mojar a Sarah es el juego favorito de Desdemona. -Acaricio el desgrenado cogote de Danforth para deleite del perro-. Eh, te crees muy gracioso, ?verdad? -le reprendio ella. Como respuesta, Danforth se sacudio dos veces mas y luego regreso al lago a toda velocidad.
Lord Langston nego con la cabeza.
– Te das cuenta de que el ha tomado eso como un estimulo y que va a salpicarnos otra vez.
Sarah sonrio ampliamente.
– No me importa. De hecho, el agua fria sienta bien despues de un sol abrasador.
– Hoy te has puesto sombrero -le dijo el-, creia que preferias trabajar en el jardin sin el.
Ella levanto la mano para tocarse el ala del ancho sombrero que habia elegido especialmente para poder esconderse de sus ojos.
– Normalmente no lo uso, pero por una vez pense seguir las indicaciones de mi madre. Ya debo de estar sucia y sudorosa, y ahora mojada por la gracia del perrito. Si encima tuviese la cara quemada por el sol, Danforth intentaria enterrarme como a un hueso en el bosque.
– Lo dudo -le dijo el con un susurro conspirador-. El solo trataba de ahogarte con… ?como lo llamaste? La gracia del perrito. Vete preparando. Ahi viene de nuevo.
Segundos mas tarde,
– ?Los perros pueden reirse? -pregunto lord Langston con voz siniestra, secandose de nuevo la cara mientras veia como el condenado perro volvia al agua-. Porque he creido oir emitir una risa satisfecha a ese animal. Una risa de regocijo.
– La verdad es que pienso que era mas una risa disimulada que una risa satisfecha.