perder la nariz. O algo peor.

Cerro los ojos con fuerza y se maldijo por preguntarse si aquella noche podia empeorar, porque era evidente que si. Todo en su interior le pedia a gritos que olvidase lo que habia oido. Que lo ignorase. Que huyese. Sin perder un instante. Mientras tuviese la posibilidad de hacerlo. Antes de que el criado de los Malloran o la persona que sin duda lo habia contratado para matar descubriesen su ausencia de la fiesta y se preguntasen por que habia desaparecido la diversion. Antes de que la buscasen y la encontrasen. Escondida en aquella habitacion. Donde acababan de comentar su plan criminal.

Pero sabia que, por mucho que lo intentara, nunca podria olvidar lo que habia oido. Le remorderia la conciencia, esa molesta voz interior que la atormentaba cuando ella menos lo deseaba.

Sin embargo, ?que hacer con esa informacion? Estaba claro que el objetivo era alguien importante. «No cabe duda de que su muerte dara lugar a investigaciones.» Habia que decirselo a alguien. Alguien que pudiese detener ese crimen antes de que fuese cometido. Alguien que no era ella.

Pero ?quien? ?Un magistrado? La muchacha trago saliva. Se habia pasado la vida evitando a los magistrados y a gente de esa clase, y, teniendo en cuenta su pasado, desde luego preferia dejar las cosas como estaban. Ademas, ?quien iba a creerla a ella, una mujer que se ganaba la vida a duras penas echando las cartas? En el instante en que cometiesen el asesinato de aquella persona importante, la creerian culpable, o algo parecido. Lo que fuese. Le darian caza como si fuese un zorro. La arrojarian a una celda. Se le revolvio el estomago. Nunca mas.

Sin embargo, se veria metida a la fuerza en su propia prision privada si no intentaba al menos avisar a la persona que estaba en peligro, fuera quien fuese. Con una mirada ansiosa a la ventana que la atraia con la dulce tentacion de la libertad, salio de detras de la cortina y camino deprisa hasta el elegante escritorio de madera. Saco enseguida una hoja de papel vitela, humedecio la pluma en el tintero y escribio una breve nota. A continuacion doblo el papel dos veces y escribio «Lord Malloran, urgente y confidencial» en el exterior. Lo dejo sobre el escritorio, sujetandolo con un pisapapeles de cristal en forma de huevo que apoyo sobre una esquina. Luego respiro hondo y dijo a su conciencia que dejase de refunfunar.

Habia hecho lo posible para salvar a la futura victima. Ahora tenia que salvarse a si misma.

Se acerco a la ventana y miro a traves del cristal hacia el pequeno jardin, que por fortuna estaba vacio, sin duda debido al frio impropio de la estacion. Por fin algo le salia bien. Al observar la distancia de cinco metros hasta el suelo, hizo una mueca. La ultima vez que dio un salto asi, resbalo y se torcio el tobillo. Considero por un momento la posibilidad de volver sobre sus pasos y salir por la puerta de la calle, pero un tobillo dolorido resultaba mucho mas atractivo que tropezar con el hombre de ojos verdes o con el duo criminal que vagaba por la fiesta. No, la ventana ofrecia la unica oportunidad de salir de aquel lio.

Tras una ultima mirada para asegurarse de que el jardin seguia libre de invitados, Alex abrio la ventana y, con un movimiento agil, paso las piernas por encima del marco. Apoyo las manos en el antepecho, imprimio a su cuerpo una habil contorsion y luego, con cuidado, bajo con los dedos doblados sobre el alfeizar, de cara a la aspera fachada de piedra. Inspiro con fuerza, apreto la punta de sus botas de suave piel contra el muro de piedra, se dio impulso y se solto.

Su estomago ascendio de golpe. Durante un breve instante, le parecio que volaba. Luego aterrizo con suavidad, doblando las rodillas y tocando con las palmas la tierra fria y humeda. Al ponerse en pie, estuvo a punto de echarse a reir de pura alegria por su hazana mientras se sacudia las manos. Era libre. Solo tenia que desaparecer entre las sombras. Se volvio, decidida a dirigirse hacia las callejuelas.

Y se encontro mirando una corbata blanca como la nieve.

Una corbata blanca como la nieve que estaba a solo unos centimetros de su nariz. Inspiro de golpe, sobresaltada, y percibio el aroma de ropa recien almidonada mezclado con un olorcillo de sandalo. Dio enseguida un paso atras pero se detuvo cuando sus hombros chocaron contra la piedra aspera de la casa. Unas manos fuertes la sujetaron de los brazos.

– Quieta -dijo una profunda voz masculina.

?Cuando se habia vuelto su suerte tan horriblemente mala? Aquella noche iba de mal en peor.

Los dedos se doblaron contra su piel, descubierta por las mangas cortas y afaroladas de su vestido, y la joven observo que el hombre no llevaba guantes. Sintio que le recorria un hormigueo que sin duda no era mas que fastidio. Decidida a liberarse deprisa de aquel irritante obstaculo en sus planes de huida, Alex levanto la barbilla.

Y miro a los ojos familiares del extrano.

Capitulo 2

El enojo de Alex se evaporo, y un sentimiento de alarma rugio a traves de ella con tanta fuerza que la joven se mareo. Una vocecita interior le ordeno apartarse de el, pero no pudo moverse. Solo pudo mirar aquellos ojos insondables, que la observaban con una expresion impenetrable. Todos sus musculos se tensaron, atenazandola con el miedo que creia haber vencido tiempo atras.

Un tenso silencio que parecio durar una eternidad crecio entre ellos mientras Alex luchaba por dominar su pavor y mostrarse serena.

Algo aleteo en la mirada de el… algo que desaparecio antes de que Alex pudiese descifrarlo. Algo que la muchacha rogo que no fuese reconocimiento. Sin embargo, ?que otra cosa podia ser? Sin duda, no se trataba de una coincidencia que precisamente el apareciese justo debajo de esa ventana concreta en ese momento concreto.

Los anos que habia vivido huyendo de su pasado finalmente la habian alcanzado. En la forma de ese extrano que seguia sujetandola con firmeza. Recurriendo a todas sus reservas, Alex se deshizo de su aprension y recupero su aplomo. Sabia como salir de situaciones apuradas, aunque nada en el porte de el lo clasificaba como un tonto, una observacion que la joven decidio ignorar estupidamente cuatro anos atras.

– ?Se encuentra bien, madame Larchmont?

Cualquier pequeno resquicio de esperanza de que el ignorase su identidad se desvanecio con la pregunta. La muchacha enderezo la espalda y levanto la barbilla.

– Sabe usted quien soy.

Una oscura ceja se arqueo.

– ?Esperaba que no lo supiera?

Una chica puede sonar, se dijo ella.

– Lo dudaba, porque es evidente que se esta propasando -respondio la joven mirandole con intencion las manos, que seguian sujetandola-. Puede soltarme, senor.

El obedecio de inmediato y dio un paso atras. A Alex le parecio que sus dedos se deslizaban un instante sobre su piel desnuda antes de soltarla. Un temblor la recorrio; sin duda debido al fresco aire nocturno que rozo la zona que habian calentado las palmas de el.

– ?Se ha hecho dano al tropezar? -pregunto el, con voz preocupada, mirandola de arriba, abajo.

– ?Al tropezar?

– Si. Estaba caminando por el jardin cuando he oido un ruido. Al volver la esquina, la he visto levantarse y sacudirse las manos. Espero que no este herida.

– Pues… no, gracias. Estoy bien.

Alex, confusa, lo observo con atencion. Se enorgullecia de su capacidad para leer los pensamientos de la gente, y la expresion de aquel hombre, muy visible al resplandor de la luna llena, revelaba solo un interes cortes, tal vez con una pizca de curiosidad. Al parecer, ignoraba que ella hubiese saltado por la ventana.

Volvio a mirarlo. En los ojos de aquel hombre no brillaba ni la mas ligera sombra de reconocimiento. ?Era posible que no recordase su anterior encuentro, que solo la conociese de esa misma noche? La invadio una oleada de alivio, aunque duro poco. La intensidad con la que el la habia mirado en el salon tenia que significar algo. Si no la recordaba, ?que debia ser?

El hombre se movio, y a la joven se le tensaron los musculos. Sin embargo, se limito a sacarse un panuelo del

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