– ?Convencerme de que, exactamente?

– De que las cartas pueden hablar del pasado y del presente, y predecir el futuro con exactitud. En manos de la echadora de cartas adecuada.

– Que seria usted.

– Por supuesto.

– Entonces digamos que estoy dispuesto a dejar que me eche las cartas. Esta por ver si puede o no convencerme -dijo, encogiendose de hombros.

– Debo advertirle que quiza necesite mucho tiempo para hacerlo, pues los escepticos siempre requieren mayor esfuerzo.

El sonrio.

– Dice eso como si debiese sentirme alarmado.

– Tal vez deberia -respondio ella, devolviendole la sonrisa-. Por echar las cartas cobro por cuotas de quince minutos.

– Ya. ?Y sus honorarios?

Sin parpadear, Alex indico una figura que triplicaba su precio normal.

Lord Sutton enarco las cejas.

– Con unos honorarios asi, madame, uno podria sentir la tentacion de llamarla…

– ?Echadora de cartas de primera categoria? -sugirio ella amablemente al ver que el hombre vacilaba.

El se inclino hacia delante hasta apoyar los antebrazos sobre las rodillas. Sus ojos brillaron en la penumbra mientras la miraban con fijeza.

– Ladrona.

Fue una suerte que estuviesen sumidos en la penumbra, pues Alex noto que la sangre le huia del rostro. El corazon le dio un vuelco, y de pronto parecio que hubiese desaparecido todo el aire del interior del carruaje.

Antes de que pudiese recuperarse, lord Sutton se apoyo en el respaldo y sonrio.

– Pero supongo que si unos servicios tienen una gran demanda, como tengo entendido que ocurre con los suyos, cabe esperar precios desorbitados.

Su expresion parecia por completo inocente. Sin embargo, la joven no podia alejar la incomoda sensacion de ser un raton entre las zarpas de un gato. Alex se humedecio los labios resecos y luego adopto una expresion altiva.

– Si, cabe esperar precios desorbitados en esas circunstancias.

– Por todo ese dinero, espero recibir mucha informacion.

– Le dire todo sobre usted, lord Sutton. Incluso cosas que tal vez no desee saber.

– Excelente. La verdad, me encantaria que me dijese con quien estoy destinado a casarme para que pueda empezar a cortejar a la joven dama. Me gustaria que todo el proceso concluyese lo antes posible para poder regresar a Cornualles.

– ?Que romantico por su parte! -dijo ella, en tono muy seco.

– Me temo que no tiene nada de romantico que un hombre en mi situacion busque esposa. En realidad no es mas que un acuerdo de negocios. Sospecho que por eso hay tantos matrimonios infelices entre los de mi clase.

Ella lo observo durante varios segundos antes de hablar.

– Parece usted casi… melancolico.

– ?Si? Supongo que es porque mi padre ha contraido segundas nupcias hace poco y mi hermano menor acaba de casarse. Ambos son tremendamente felices -dijo el, esbozando una sonrisa-. Y yo me alegro por ellos. Pero no puedo negar que hay una parte de mi que siente envidia. Ambos se han casado por amor.

– ?Y usted desea hacer lo mismo? -pregunto ella, sin poder disimular su sorpresa.

– No importa si lo deseo o no, porque no puedo permitirme el lujo de basar mi eleccion de una esposa en los caprichos del corazon -dijo, antes de volverse a mirar por la ventanilla. Un musculo se movio en su mandibula. Alex vio el rostro de lord Sutton reflejado en el cristal y se sintio impresionada por su triste expresion-. Tampoco tengo tiempo para hacerlo -murmuro.

Palabras intrigantes por las que le habria gustado preguntarle. Sin embargo, antes de que pudiese hacerlo, el hombre volvio a mirarla. Sus labios se curvaron despacio en una sonrisa que obligo a Alex a tomar conciencia de su presencia. Una conciencia que la inundo de una calidez insolita y que la llevo a reprimir el impulso de removerse en su asiento.

– Pero ahora espero que me diga que mi futura esposa es un diamante sin defecto, de primera categoria - continuo el-. Una dama de alta cuna e impecable educacion, que no solo es la candidata perfecta para ser mi esposa, sino tambien la mujer de la que me enamore ridicula y locamente.

Aunque Alex no estaba segura de la capacidad de aquel hombre para enamorarse, no dudaba ni por un momento que el camino que recorria se hallaba sembrado de corazones femeninos.

– ?Es su mayor deseo enamorarse ridicula y locamente?

– La verdad, me conformaria con que mi prometida fuese soportable y no pareciese una carpa.

– Es decir que, mientras sea rica y proceda de una familia aristocratica cuyas posesiones encajen bien con las de usted, ya valdra. ?No es asi?

– Es una forma un tanto brusca de decirlo, pero si.

– Habria pensado que un hombre con su… temperamento pragmatico, como usted ha dicho, apreciaria la franqueza.

– Y es cierto que la aprecio. Lo que sucede es que no estoy acostumbrado a oirla de labios de una dama. Segun mi experiencia, las mujeres tienden a hablar en clave en lugar de decir sencillamente lo que piensan.

– ?De verdad? ?Que interesante, porque a mi me parece que son los caballeros quienes se muestran mucho menos abiertos que las mujeres!

El sacudio la cabeza.

– Imposible. Los hombres son sinceros por naturaleza. Las mujeres son mucho mas…

– ?Listas?

– Iba a decir retorcidas.

La expresion de lord Sutton no revelaba nada, y Alex volvio a experimentar la perturbadora sensacion de que el hombre estaba jugando con ella. Pues, si asi era, estaba condenado a la decepcion, porque ella no tenia intencion de dejarse ganar.

– Para ser un hombre que desea conseguir esposa, no parece tener en mucho aprecio a las de mi genero, senor.

– Al contrario, admiro muchisimo el arte femenino de la conversacion ingeniosa y evasiva -respondio lord Sutton con una sonrisa-. Solo me gustaria ser mas experto en traducir los sentidos ocultos.

Alex adopto su expresion mas inocente.

– Me temo que no se a que se refiere.

– Entonces permitame ponerle un ejemplo. Cuando una dama dice que no esta disgustada, he observado que la mayoria de las veces no solo esta enfadada, sino furiosa. ?Por que no responder simplemente, como haria un caballero, «si, estoy disgustada»?

– Sin embargo, ustedes los caballeros se propasarian con el conac y luego recurririan a los punetazos o a las pistolas al amanecer -dijo ella, con un elegante gesto de desprecio-. Si, eso resulta mucho mas civilizado.

– Al menos es sincero.

– ?De verdad? Esta claro, senor, que se ha formado esa opinion sin haber tenido las suficientes conversaciones con caballeros. Segun mi experiencia, casi todo lo que sale de su boca esta cargado de sentido oculto, y ese otro sentido casi siempre tiene que ver con cosas de una… naturaleza amorosa.

– ?Ah, si? ?Es decir…?

– Por ejemplo -dijo ella-, cuando un caballero le alaba a una mujer el vestido, su mirada siempre se fija en el pecho de ella. Por lo tanto, aunque dice «me gusta su vestido», lo que quiere decir es «me gusta su escote».

El asintio despacio.

– Muy interesante. Si un caballero le pregunta «?le apetece bailar?», ?que quiere decir en realidad?

– Sin duda usted lo sabe mejor que yo, senor.

Una sonrisa bailaba en las comisuras de los labios de el.

– Tal vez, pero siento mucha curiosidad por esa teoria suya de que todo lo que dice un hombre significa otra

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