Rachel Gibson

Simplemente Irresistible

© Rachel Gibson, 1998

Titulo original ingles Simply Irresistible

© de la traduccion Maria Jose Losada y Rufina Moreno Ceballos, 2008

Para Jessica, Carrie y Jamie,

que comieron un monton de pizza congelada

para que mama pudiera escribir…

Prologo

McKinney, Texas

1976

A Georgeanne Howard las matematicas le daban dolor de cabeza y leer le irritaba los ojos. Pero al menos cuando leia movia el dedo sobre las palabras que no entendia y se las podia saltar. Con las matematicas, sin embargo, no podia hacer trampas.

Georgeanne apoyo la frente sobre la hoja de papel que habia en su pupitre y escucho los sonidos de sus companeros de cuarto grado jugando fuera, en el recreo, bajo el calido sol de Texas. Odiaba las matematicas, pero especialmente odiaba contar todos esos estupidos palos. Algunas veces, clavaba los ojos en esos dibujitos tan fijamente que le dolian la cabeza y los ojos. Pero cada vez que los contaba se encontraba con la misma respuesta: la incorrecta.

Para distraerse de las matematicas, Georgeanne se puso a pensar en el te «rosa» que su abuela y ella disfrutarian despues de la escuela. La abuela ya habria hecho los pastelitos rosados, y las dos se vestirian con chiffon rosa y pondrian sobre la mesa un mantel rosa con servilletas y tazas a juego. A Georgeanne le encantaban los tes rosa y ademas se le daba bien servirlos.

– ?Georgeanne!

Presto atencion al instante.

– ?Si, senorita?

– ?Te ha llevado tu abuela al medico para que te hiciera el examen del que hablamos? -pregunto la senora Noble.

– Si, senorita.

– ?Y te ha llevado tambien a hacer las pruebas?

Asintio con la cabeza. La semana anterior, durante tres dias, habia tenido que leer para un doctor con grandes orejas. Contesto a sus preguntas y escribio historias. Hizo cuentas y dibujo. Le habia gustado lo de pintar, pero el resto habia sido muy aburrido.

– ?Has acabado?

Georgeanne miro la pagina garabateada ante ella. Habia usado la goma tantas veces que los pequenos recuadros para las respuestas se habian quedado de un gris desvaido, y varias lagrimas manchaban el papel al lado de los palitos.

– No -dijo, cubriendo la hoja con la mano.

– Dejame ver lo que has hecho.

Con temor se levanto renuentemente de la silla, y luego la empujo debajo del pupitre en la posicion correcta. Las suelas de cuero de sus zapatos apenas se oyeron mientras caminaba lentamente hacia la mesa de la maestra. Sintio el estomago revuelto.

La senora Noble tomo el sucio papel de la mano de Georgeanne y estudio los problemas de matematicas.

– Lo has vuelto a hacer mal -le dijo con irritacion, recalcando las palabras. El desagrado achico los ojos castanos de la maestra haciendo destacar su delgada nariz-. ?Cuantas veces vas a poner mal las respuestas?

Georgeanne miro por encima del hombro de la maestra la mesa de ciencias sociales donde habia veinte pequenos iglus hechos con terrones de azucar. Deberia haber veintiuno, pero debido a su pesima caligrafia Georgeanne tendria que esperar a construir su propio iglu. Tal vez manana.

– No lo se -susurro ella.

– ?Te he dicho al menos cuatro veces que la respuesta al primer problema no es diecisiete! ?Entonces por que sigues poniendolo?

– No lo se -habia contado varias veces cada palito. Habia siete en dos grupos y tres en el otro. Eso hacia diecisiete.

– Te lo he explicado repetidamente. Mira el papel.

Cuando Georgeanne hizo lo que le dijo, vio que la senora Noble apuntaba al primer grupo.

– Este grupito representa diez -ladro, y puso su dedo a un lado-. Este otro representa diez mas, y tenemos los tres palitos restantes a un lado. ?Cuanto es diez mas diez?

Georgeanne sumo mentalmente.

– Veinte.

– ?Mas tres?

Hizo una pausa, contando para si.

– Veintitres.

– ?Si! La respuesta es veintitres. -La maestra aparto bruscamente el papel-. Ahora ve a sentarte y termina los demas ejercicios.

De nuevo en su asiento, Georgeanne considero el segundo problema de la pagina. Estudio los tres grupitos, conto cuidadosamente cada palito y luego escribio veintiuno.

Tan pronto como sono la campana que avisaba del final de la clase, Georgeanne agarro el nuevo poncho purpura que su abuela le habia tejido y corrio a casa. Cuando entro por la puerta trasera, vio los pastelitos rosados en el mostrador jaspeado en azul y blanco. La cocina era pequena con el empapelado amarillo y rojo despegado en algunos lugares, pero aun asi era la habitacion favorita de Georgeanne. Olia a cosas agradables, como pasteles y pan, limpiador Pine Sol o jabon liquido de Ivory.

La vajilla de plata estaba colocada sobre el carrito del te. Estaba a punto de llamar a su abuela cuando oyo la voz de un hombre proveniente de la salita. Esa habitacion solo se utilizaba cuando alguien muy importante visitaba a la abuela. Sin hacer ruido, Georgeanne se acerco por el pasillo hacia la parte delantera de la casa.

– Su nieta no parece captar conceptos abstractos. Escribe algunas palabras del reves o simplemente no se le ocurre la palabra que quiere usar. Por ejemplo, cuando le mostre la foto de un picaporte, lo llamo «eso para entrar en casa». Sin embargo, identifico una escalera mecanica, una pala y la mayoria de los cincuenta estados - aclaro el hombre que Georgeanne reconocio como el doctor de orejas grandes que le habia hecho esas aburridas pruebas la semana anterior. Se detuvo al lado de la puerta y se puso a escuchar-. Lo bueno es que puntuo muy alto en comprension -continuo el doctor-. Lo que quiere decir que entiende lo que lee.

– ?Como es posible? -pregunto su abuela-. Usa el picaporte todos los dias y, hasta donde yo se, nunca ha tocado una pala. ?Como puede confundirse con las palabras familiares y sin embargo entender lo que lee?

– No sabemos por que algunos ninos padecen esa disfuncion en el cerebro, senora Howard. No sabemos que

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