– La tormenta me asusto de veras. No se imagina lo agradecida que le estoy por haberme brindado un techo bajo el que guarecerme. Si no me acepta el dinero quiza podria hacer otra cosa por usted.

– No quiero dinero y no tiene por que hacer nada. Senorita Reynaud…

– Bree, por favor. Y no me llevara mas de diez minutos ordenar esta cocina.

– Aprecio la oferta pero no es necesaria, estoy seguro de que querra continuar su viaje…

– ?Por favor! Tuteeme. Me llamo Bree.

Era obvio que queria que se fuera. Y mucho. Pero no tanto como queria librarse de aquel desastre.

– No es tu problema, Bree -contesto el con un tono un poco menos duro.

– Claro que no, pero tampoco era tu problema que yo me hubiera perdido. Sinceramente, no tardare mas de media hora en hacer habitable este lugar, siempre que no haya ninguna objecion.

Bree estaba completamente segura de que tenia millones pero no dijo nada.

Bree se subio las mangas.

La muy descarada seguia alli a la hora de cenar, lo que tenia a Simon absolutamente confuso. No habia escalado posiciones hasta conseguir unos ingresos de seis cifras siendo ingenuo con la gente. No obstante, Bree no estaba alli por amor ni por dinero. Podia haberse marchado a las once de la manana pero se habia quedado todo el dia y se habia ocupado de Jessica. En la comida habia preparado un menu inverosimil y delicioso que llevaba el pintoresco nombre de arroz manchado. Ya eran las seis y Simon se disponia a probar otro bocado de otro guiso etnico que no le era familiar.

No solo era bueno. Se le hacia la boca agua con solo olerlo. Bree era una cocinera consumada. La situacion empezaba a resultarle molesta. Los cocineros de primera no caian del cielo ni tampoco los angeles de la guarda que hicieran de canguro. Bree habia salido de ninguna parte y se habia pasado el dia trabajando como una esclava. Simon no tenia ni remota idea de cuales podian ser los motivos que la impulsaban a ese comportamiento con lo que se figuraba que debia haber una trampa en algun sitio.

Siempre habia alguna trampa cuando se trataba de mujeres.

– Me encanta este guiso, Bree -dijo Jessica.

– Excelente -alabo el.

Unos ojos azules se clavaron en su rostro.

– ?Ah, «cher»! Pareces muy sorprendido. Hubiera jurado que cuando lo has visto parecias un hombre al que van a envenenar.

Se dirigia a el con la misma familiaridad que si lo conociera de mucho tiempo. Esa familiaridad le irritaba como el chirrido de una tiza en la pizarra. La observo maravillado. Incluso se las arreglaba para comer provocativamente, lo cual era mas sorprendente porque su figura era la de un nino de diez anos. No llevaba sujetador bajo el jersey rojo. Era tan plana como una tortilla. Sus vaqueros no ocultaban casi nada excepto una inapreciable curva en sus caderas. A Simon nunca le habian atraido las piernas largas y huesudas.

Fruncio el ceno mientras comia. No era el tipo de figura capaz de hacer que un hombre perdiera el sueno o los nervios. Sin embargo tenia una manera de andar y balancear su trasero que le hacia pensar que habia algo de inmoral en sus movimientos.

Con todo, habia algo peligroso en ella, una idea que Simon encontraba irrazonablemente e injusta. Bree le habia perturbado desde el primer momento. No le gustaba la manera en que su cuerpo reaccionaba en su presencia pero lo mas grave era que no lo entendia.

No habia nada en su cara para que un hombre se volviera tan receptivo. Su pelo era negro, largo, y su corte no podia ser mas simple. Su piel parecia porcelana y su nariz era ligeramente respingona. La composicion era sugerente, incluso atractiva, pero nunca enloquecedora. Su boca, pequena y suave de labios rojos, hablaba de dificultades pero Simon no podia condenarla porque la naturaleza hubiera dotado a sus labios de un color saludable.

Decidio sombriamente que debian ser los ojos. Ninguna mujer buena tenia unos ojos asi. Las cejas trazaban un arco irreverente, las pestanas gruesas y oscuras y su color era de un azul claro asombroso. Habia una chispa en ellos, una replica sexual.

– Empiezo a tener la mosca en la oreja -dijo ella-. Si tienes alguna pregunta que hacerme no entiendo por que no las haces de una vez.

– No hay nada que preguntar -dijo el sabiendo que habia un millon de preguntas en su cabeza.

– ?No? Me parece que fruncias el ceno por algo.

Demonios. En fin, ella habia empezado.

– Me preguntaba… -dijo con un gesto hacia la comida-. Bueno, cuando te ofreciste a preparar algo, nunca pense que fuera esto. Es excelente. Tan bueno que podrias ganarte la vida como chef.

– ?Eso te preguntabas? ?Como me gano la vida? En realidad no me preocupo mucho. Mucha gente califica mi modo de vivir como puro y simple vagabundeo.

Bree sonrio y se sirvio otro plato. Simon penso que podia rivalizar en apetito con un elefante.

Por un momento penso que ella utilizaba su sonrisa y palabras como «vagabundeo» deliberadamente, como si supiera lo que debia hacer para abrir la puerta de su corazon. Pero era imposible.

– ?No estas interesada en una carrera?

– ?Oh, bueno! Estuve sentada varios anos en una silla de secretaria tratando de trabar amistad con una terminal de ordenador y tratando de dominar a una impresora maligna, intentando que los acontecimientos excitantes de la oficina no me arrastraran.

– ?Debo pensar que los negocios no te interesan?

– No puedo soportar ese mundo -admitio ella alegremente.

Quiza adivinaba que el estaba dedicado por entero a los negocios o quiza no. Simon sabia que era mejor permanecer callado pero no podia.

– ?Que edad tienes? ?Veinticinco?

– Veintisiete.

– Pero debes haber encontrado algo que te hubiera gustado hacer.

– Durante una temporada jugue con la idea de la cocina, como ya has adivinado. Es algo que encaja bien en un estilo de vida nomada. Tanto si estas en una gran ciudad como en un pueblo, siempre hay alguien que necesita un cocinero. Ha sido muy divertido hacer cush-cush en el sur de Pensilvania, couche couche en Iowa, bunuelos de frutas en Michigan…

– ?Que es couche couche? -pregunto Jessica, que no se habia perdido una sola palabra de la conversacion.

– Algo buenisimo para desayunar -le dijo Bree y habria continuado explicandoselo si Simon no la hubiera interrumpido.

– ?Y cuanto tiempo llevas divirtiendote con tus viajes?

– Algo mas de un ano.

– Mas de un ano. ?Solo viajando de aqui para alla sin ninguna meta en particular?

– Pues si.

– Sin trabajo fijo, sin una meta profesional.

– Repito que en absoluto.

– ?En el coche, viviendo al dia y sola?

Bree apoyo la barbilla en la palma de la mano.

– Creo que existe la posibilidad de que estemos remotamente emparentados. He oido esta misma conversacion en boca de mis cinco mil parientes.

– No queria ofenderte -dijo el envarandose.

– No me has ofendido -se apresuro a tranquilizarle ella-. Tengo cuatro hermanos que me perforan el oido con la misma conversacion cada vez que hablamos por telefono. Su preocupacion principal, por supuesto, es que cualquier hombre piense que soy una mujer facil y lanzada porque viajo sola. No es que crea que esa idea te haya pasado por la cabeza, Simon.

Simon tenia un autentico dolor de cabeza de todas las ideas que se le habian pasado por ella.

– Yo soy facil y lanzada -les informo Jessica-. Nadie me gana a correr. Bree, si no eres lo bastante lanzada yo puedo ayudarte.

– Gracias, carino -dijo Bree sin dejar de mirar a su padre-. Ya les he dicho en mas de una ocasion que puedo

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