de fragantes nubes. Mac cerro la puerta y apago la luz. A continuacion se metio en la banera desnudo con ella.
Kelly estaba relajada, pensando en que la nina se habia quedado dormida y que su padre era un angel. Pero Mac no pensaba precisamente en que se relajara, y menos en portarse como un angel.
En su mente se mezclaron diferentes texturas, diferentes sonidos y olores. Recordo el olor de jazmin en la oscuridad. El cuerpo de el provocando su cuerpo humedo. El agua cayendo por todas partes y la risa lasciva de Mac. Parecia tener cientos de manos, todas suaves y humedas, todas evocando sensaciones placenteras y fantasias. Kelly penso en lo formal que Mac solia ser, en la imagen del director de Fortune, pero el hombre de la banera era un pirata amoral y sin principios, decidido a robar su virtud y seducirla sin piedad. La pasion entre ellos fue como una espiral, que dio una vuelta mas al subirla encima de el. Despues de aquello y de todas las noches pasadas, Kelly habria jurado que no habia ninguna inhibicion entre ellos.
Cerro los ojos. Se habia despertado aquella manana con una sensacion de debilidad y de remolino dentro. Mac habia usado la palabra amor anteriormente, el dia en que la nina habia nacido y algun dia mas, aunque ella no conseguia convencerse de que fuera verdad. Pero despues de la intensidad de los ultimos dias, empezaba a pensar que quiza fuera cierto. Estaba segura de que seguia sintiendose responsable de ella, pero le estaba demostrando su amor de diferentes maneras. Tenia que empezar a creer que su matrimonio era verdadero. Y era cuestion de tiempo que el tambien se diera cuenta de ello.
Annie dejo escapar de repente un chillido. Kelly, asombrada, se dio la vuelta y tomo a su hija en brazos.
– De acuerdo, carino. Yo tambien estoy impaciente por salir. No te creas que me he olvidado de la comida, ?eh? Te lo demostrare pronto.
Fuera hacia un dia precioso de abril, con un sol calido y una brisa agil y susurrante. Mac habia dejado el Mercedes negro para ella. No estaba acostumbrada a el y tardo unos minutos en revisar todo. Luego, con la nina detras en su silla, salieron. Cruzaron el bosque y, en el, dejaron atras sus arboles de hojas de diferentes verdes, sus zonas de sombra creadas por los rayos de sol, sus olores… Luego llego a las afueras de Minneapolis y tuvo que enfrentarse al trafico de la ciudad.
– Y ahora, Annie, tienes que portarte bien. Llegaremos enseguida…
El coche era muy comodo para carretera, pero dificil para sumergirse en el trafico de una hora punta. De todos modos, llego pronto al edificio y saludo a George, el guarda de seguridad. Este estaba hablando por telefono, pero le hizo una senal con la mano. Era una estupidez tener que verlo para sentirse segura cuando, como habia dicho a Mac, ambos tenian que olvidar cuanto antes el ataque pasado. La ansiedad no quedaba bien en un dia de primavera como aquel, aunque no le importaba obedecer a Mac y esperar a que George saliera para acompanarlas a ella y a la nina a entrar en el edificio. Odiaba molestar a George, pero Mac estaba tan obsesionado con la seguridad, que no le importaba hacer esa concesion.
Esperaria a que terminara George buscando un sitio para aparcar. No fue facil, habia bastante gente, pero finalmente encontro un hueco en la entrada de la parte este.
– Y ahora, tesoro, ya hemos llegado…
Primero desabrocho el cinturon de Annie; luego tomo su bolso y se miro al espejo rapidamente. Se arreglo un poco el pelo y se aplico barra de labios. Por ultimo, recogio la bolsa que tenia en el asiento trasero y salio con ella en las manos…
Entonces sucedio algo imprevisto.
Algo increible cuando estaba todo lleno de gente y George en la entrada de la parte norte. Ella estaba al lado de la puerta del conductor, a punto de rodear el coche para recoger a su hija. En segundos la iba a tener entre sus brazos.
Pero aquel hombre aparecio de repente, abrio la puerta trasera y alcanzo a Annie. Era un muchacho joven, como de veinte anos, y llevaba unos pantalones de color caqui no diferentes a los que llevaban la mitad de los jovenes. En ese momento supo que lo habia visto entrando al aparcamiento, sin imaginar que tenia en mente recoger su coche como todo el mundo.
– ?Detente! No la toques, tu…
Intento llegar al lado de su hija y se golpeo la cadera con la parte delantera del coche. Le faltaba aire en los pulmones; su corazon y su mente solo pensaron en el miedo y en recuperar a Annie.
Pero fue demasiado tarde. Grito con todas sus fuerzas y vio a su hija darse la vuelta y mirarla. Luego no vio mas que la manta rosa con la que estaba envuelta volando y el muchacho darse la vuelta y correr. Por un momento, ella se quedo inmovil, indecisa, sin saber si perseguirlo o ir a buscar ayuda. Imaginaba que lo mejor seria ir a buscar a un policia, pero su corazon de madre se lo impedia. No podia permitir que el muchacho desapareciera con su hija. Asi que decidio salir detras de el, con el corazon palpitando a toda velocidad. Aquel momento de indecision le habia dado cierta ventaja al muchacho, pero no estaba lejos.
Lo alcanzaria.
Tenia que hacerlo.
El muchacho cruzo la carretera, a pesar de que el semaforo estaba en rojo. Se oyeron frenazos y bocinas de coche. Ella iba detras gritando y pidiendo ayuda, llamando a su hija. Una furgoneta roja estuvo a punto de pillarla y se choco con una vieja mujer que llevaba paquetes en la mano. Las lagrimas dificultaban su vision y el muchacho iba ganando distancia. Con los tacones tampoco podia correr demasiado. Se los quito y continuo persiguiendo al hombre, ignorando el dano que el cemento hacia en sus pies.
La gente se paraba, evidentemente sorprendidos de ver a una mujer correr a toda velocidad por las calles de una ciudad. Quiza la podian haber ayudado, pero ella trataba de esquivados y continuar. El hombre torcio una esquina y continuo corriendo por un estrecho pasadizo entre dos altos edificios de cemento. Luego torcio otra esquina y Kelly no volvio a verlo.
No habia senales de el. Solo edificios por todas partes y coches. Un taxista toco la bocina al verla. La gente se paraba a mirarla, pero no habia ningun hombre rubio con una nina en brazos y una manta volando detras. Docenas de puertas se alineaban en la calle, pertenecientes a diferentes negocios, almacenes y viviendas. El debia de haberse metido en una de ellas, ?pero en cual? Un error podria significar la vida de su hija…
El miedo invadio su corazon. Habian secuestrado a su hija. Era lo que ella mas podia temer, lo que mas podia temer Mac… nada podia ser peor que aquello, nada podia ser mas insoportable.
Mac tenia una reunion con cuatro directivos cuando su secretaria se asomo.
– Senor Fortune, tengo que decirle algo urgente.
Mac se disculpo y salio del despacho.
– ?Que pasa? -sabia que algo grave ocurria, porque nunca le habian interrumpido de aquella manera.
– No lo se -contesto, con voz temblorosa-. George va detras de el… esta por la linea uno.
– ?George? -pregunto, agarrando el auricular.
– George, el guarda de seguridad del aparcamiento.
Cuando Mac supo a que George se referia la secretaria, su corazon dio un vuelco.
– Alguien se ha llevado a su hija, senor Fortune. Yo estaba hablando por telefono cuando la senora Fortune llego y no pude ir a buscarla en ese momento, como habiamos convenido. Ella no pudo encontrar aparcamiento cerca de la entrada y… Todo ocurrio muy rapidamente…
– George… -murmuro Mac, sin entender apenas, debido a la rapidez con la que hablaba.
– Su primo estaba en el aparcamiento y lo vio. Tambien fue detras de el al principio… aunque lo dejo para ir a llamar a la policia. Luego intento buscar a la senora Fortune, pero no la encontro. Lo lamento mucho, no se que decirle. Le juro que estaba observandola y que no estaba tan lejos. Ademas habia mas gente en el aparcamiento. No entiendo como puede haber alguien tan loco como para hacer algo asi a la luz del dia y en un sitio donde hay gente…
– George, espera. ?Donde esta mi esposa?
– No lo se, senor. Se marcho corriendo detras del honibre y nadie pudo detenerla. Grite y tambien Sam Johnson, el quimico que trabaja en la planta tercera, pero no se detuvo. La policia llega en este momento…
– Di a la policia todo lo que sepas. Que no esperen, que vayan inmediatamente a buscar a mi mujer. Yo ire ahora mismo.
Mac siempre se habia enfrentado a los problemas con frialdad y serenidad. Pero en aquel momento sentia como si le hubieran metido en los pulmones un acido. No podia respirar. Se sentia el mismo culpable y a la vez buscaba culpables.