por aqui -anadio, abriendo un cajon-. Ah, aqui estan. Este le quedara estupendo.
Si, genial. Un delantal de color rosa con un lazo. Hamish podia ver la portada del
– ?Hay una lavadora en el castillo?
– Si.
– Entonces prefiero no ponerme el delantal. Si me mancho la camisa la lavare manana. Las patatas…
– Ah, si -sonrio Susie, metiendolas en el horno. Vamos a llevarnos bien. Usted sabe cocinar, yo no. Somos una pareja de cine.
Entonces se dio cuenta de lo que habia dicho y se puso colorada. El rubor empezo en su frente y siguio hacia abajo… Encantadora, penso Hamish. Guapisima.
Pero tenia que concentrarse en otra cosa, penso, mirando a Rose, que solo llevaba el panal y una camisetita blanca. Tenia el pelo rojizo, lleno de rizos, como su madre. Y miraba con sus enormes ojos verdes como si esperase que la distrajera.
Hamish se sintio incomodo. Nunca lo habian mirado asi.
En realidad, el nunca habia estado con una nina tan pequena.
La situacion se le estaba escapando de las manos.
Rose solto una risita y empezo a mover la mano con la que sujetaba la galleta. Se le cayo. En el suelo,
Rose y su madre, y Hamish, lo miraron.
Hamish solto una carcajada.
Susie lo miro.
– ?Que? -pregunto el, desconcertado.
– Nada.
– ?Por que me mira asi?
– Es que… por un momento… los Douglas. Angus y Rory tenian la misma risa. Una risa ronca, masculina. Y esta aqui otra vez. En esta cocina. Donde debe estar.
Por un momento, ninguno de los dos dijo nada. ?Sabria aquella mujer el poder que tenia para conmover?, se pregunto.
El nunca habia conocido a su padre. Tenia un vago recuerdo de el, una presencia gris, casi fantasmal, pero eso era todo. Habia visto fotografias de un hombre que no se parecia a el en absoluto. No habia, conexion alguna entre los dos.
Y, de repente, la habia.
Pero a el no le gustaban las emociones.
– Yo no me parezco nada a los Douglas -dijo, con mas brusquedad de la que pretendia-. Mi padre murio cuando yo tenia tres anos y no he tenido contacto con nadie de mi familia.
– Pero es usted un Douglas.
– Solo por el apellido.
– ?No quiere ser un Douglas?
No si eso significaba experimentar tantas emociones, penso Hamish.
– Bueno, es hora de hacer los filetes. Cuatro minutos por cada lado… sin tanto aceite. No tenemos tiempo de seguir charlando.
– ?No le gusta charlar mientras cocina?
– No.
– Bueno, entonces yo me dedicare a las patatas -murmuro Susie-. Se cuando callarme, no se preocupe.
– No he querido ser grosero.
– Ni yo tampoco. Pero a lo mejor es asi como tiene que ser. Usted no quiere ser un Douglas y a mi me resulta dificil estar cerca de uno de ellos. Asi que vamos a pasar la noche lo mejor que podamos y luego cada uno ira por su camino.
Capitulo 3
La desperto alguien cantando.
Debia estar sonando, penso Susie, volviendo a cerrar los ojos de nuevo.
Pero no, alguien estaba cantando en el jardin. Una cancion de piratas o algo parecido…
?Hamish?
Era temprano. Muy temprano. Y no le habia resultado facil conciliar el sueno la noche anterior. Rose seguia durmiendo y no tenia que levantarse todavia. No queria levantarse.
De modo que volvio a cerrar los ojos. Pero Hamish seguia cantando.
Susie abrio un ojo y miro el despertador. Las seis de la manana.
Aquel hombre estaba loco, decidio. Cantando en el jardin a las seis de la manana…
Pero tenia una bonita voz.
Muy bien, echaria un vistazo, decidio, saltando de la cama…
?Estaba cavando! ?Cavando en el camino que llevaba de la cocina al invernadero!
– ?Que esta haciendo? -le grito.
Hamish se detuvo y levanto la cabeza. Llevaba unos pantalones cortos.
Nada mas.
Aquel no era el cuerpo de un corredor de Bolsa, penso Susie. No, tenia sus abdominales marcados. El torso bronceado y unos biceps de ensueno, como si pasara la mitad de su vida trabajando en el campo y no en una oficina.
Y unas piernas tremendas.
– ?De quien son esas botas?
– Las he encontrado en la cocina -contesto el-. He pensado que si habia heredado el castillo con todo su contenido, las botas tambien eran mias. Son un poco grandes, pero me he puesto dos pares de calcetines. ?Que le parecen? -sonrio luego, levantando un pie.
Susie tuvo que sonreir tambien.
– Bonitos elefantes -dijo Hamish entonces. Susie se miro. Llevaba un pijama de pantalon corto y camiseta con elefantes amarillos.
– Gracias.
– En Manhattan seria la sensacion.
– No creo que Manhattan este preparado para este pijama. ?Se puede saber que esta haciendo?
– Terminar de cavar.
– Pero…
– He echado la tierra cerca del abono. No sabia si debia echarla dentro… y los gusanos estan en el cubo amarillo.
– Los gusanos son muy importantes.
– Por eso los he puesto en el cubo -sonrio el, burlon.
– No tiene por que reirse de mi.
– No me estoy riendo de usted.
Los dos se quedaron en silencio.
– No se tiene un cuerpo asi trabajando en una oficina -dijo Susie por fin.
– Es que voy al gimnasio. Hay uno en el edificio en el que vivo.
– Ah.
– Bueno, ?entonces he hecho bien? Solo queria echarle una mano.
– Si, claro. Le estoy muy agradecida.
– ?Que pensaba hacer una vez que el camino estuviera limpio?