– Has debido echarle de menos.
– No demasiado -contesto, deseando haber oido un atisbo de celos en la voz de Stone, pero sabiendo al mismo tiempo que era imposible. Habia creado a Raoul como el hombre perfecto: alto, moreno, atractivo y callado. Se parecia bastante a la imagen que tenia de Stone. Otro hombre que no conocia, aunque al menos existia fuera de su imaginacion. Raoul, Angie y los demas, no.
– Cuentamelo todo -le dijo el-. ?Llevabas bikini?
– ?De verdad necesitas preguntarlo?
Llevaba tanto tiempo jugando a aquel juego que le resultaba tremendamente facil hacerlo. No eran mentiras de verdad, sino historias para contar, para entretener. No heria a nadie. Si Stone conociese la verdad sobre ella y su mundo real, la encontraria aburrida. La hermosa Cathy, sus fabulosos amigos y su forma de vida eran mas de su estilo.
– La habitacion estaba muy bien -dijo.
– ?Una suite?
– Esta vez, no -consulto la informacion del hotel-. Era de esquina, y resultaba muy grande. Desde la terraza se veia la piscina y el mar al fondo. Habia un tobogan larguisimo en la piscina y de tanto subir y bajar, casi me rompo el bikini.
El se rio.
– Ya me hubiera gustado verlo.
– ?Senor Ward, por favor, me averguenza usted!
– Mentirosa -su voz era como la caricia de un guante de seda-. ?De que color es tu bikini?
– Rojo.
– ?Pequeno?
La pregunta le hizo sonreir. Aunque no fuese real, disfrutaba con aquel flirteo.
– ?Te refieres a la parte de arriba o a la de abajo?
El gimio.
– Me matas con estas cosas, Cathy. Lo que yo me estoy imaginando ya es bastante grafico y no necesito que me des mas detalles. ?Has buceado?
– Si -reviso otra pagina-. Habia un barco en el hotel y nos llevo a los restos de un naufragio. El barco se habia hundido a poca profundidad y fue una experiencia maravillosa. El agua es tan calida alli que se puede estar nadando durante horas sin dificultad.
– Suena bien.
Claro que sonaba bien. Cualquier dia intentaria ir de verdad. Y a Paris, y a todos los demas lugares en los que le habia dicho que habia estado. En realidad, ni siquiera tenia pasaporte.
– Ademas, el hotel tenia un restaurante construido sobre el agua -continuo-. El sabado fuimos todos a cenar alli. Resulto ser un sitio muy elegante.
– Estoy seguro de que llevabas algo corto y sexy.
– ?Me has estado espiando? -bromeo.
– Ojala. Sigue.
– La cena fue fantastica. Un pescado y un vino deliciosos -se volvio a su ordenador portatil y reviso el menu-. Su postre flambeado es famoso, y decidimos probarlo. El camarero trajo un carrito con todo lo necesario para preparar el postre junto a nuestra mesa, pero eramos seis y el recipiente que estaba usando era muy pequeno. Supongo que no quiso hacerlo en dos veces, ni pedir ayuda.
– Tengo la sensacion de que se avecina un desastre.
– No teniamos ni idea de lo que iba a ocurrir, asi que el hombre empezo a echar conac sobre el postre para poder flambearlo, y mientras nosotros nos mirabamos atonitos, el seguia echando y echando. Despues encendio la cerilla…
– No me diras que se incendio el restaurante, ?verdad?
Ella se echo a reir.
– No, pero hubo una enorme llamarada, tanto que todos los clientes del restaurante se levantaron de sus mesas. Resulta que el camarero era novato, y el hombre casi se echo a llorar.
– Ay, Cathy, que vida mas excitante tienes.
– Ese es mi objetivo -dijo, decidida a que nunca averiguase la verdad-. ?De verdad has estado encerrado todo el fin de semana?
– Si.
– Stone, el mundo esta ahi fuera, esperandote. Deberias salir y explorarlo. Nunca sales.
– Me gusta mi intimidad.
– Eso no es saludable.
– Ya hemos hablado antes de esto -le recordo-, y no vas a hacerme cambiar de opinion.
– Lo se; es que… -suspiro-. Me tienes preocupada.
Y era verdad, por absurdo que fuese. Stone era un millonario excentrico, propietario de una de las firmas de inversores mas importantes de toda la costa oeste, pero siempre estaba recluido, hasta tal punto que resultaba misterioso. Segun habia averiguado, en contadas ocasiones salia de su casa, ni si quiera para ir a la central de su empresa. Todas sus llamadas personales le llegaban a traves del servicio de contestador, y nadie tenia el numero de su casa, incluyendo el propio servicio de contestador, cuyo trabajo consistia en recoger sus mensajes y guardarlos hasta que el llamase.
– Te agradezco la preocupacion -contesto-, pero no tienes por que.
– Si tu lo dices.
– Claro. ?Y Muffin? ?Estaba enfadado contigo cuando volviste a casa? -le pregunto, seguramente para cambiar de tema.
– Se le paso pronto -Muffin era su perra imaginaria, una preciosa Lhasa a quien no le gustaba estar sola-. Su cuidadora la saca de paseo cuando yo no estoy, y eso ayuda.
– Al menos, no tienes que llevarla a un hotel para perros.
– ?Terminaste el libro?
– Anoche. Tenias razon, es genial. No hubiera adivinado nunca la identidad del asesino.
Se recomendaban libros el uno al otro por turnos, y Cathy se lanzo a hablar del ultimo argumento de su escritor favorito. Tuvo que dejar a Stone a la espera un par de veces para atender otras llamadas, pero estuvieron charlando casi una hora.
– Es tarde -dijo el-. Deberia dejarte trabajar.
Ella asintio sin hablar. No queria que se marchase… nunca queria que se marchase, pero no podia decirselo. Era una mentira mas por omision.
– ?Estaras manana?
– Claro.
– ?A la misma hora?
– Perfecto.
Tenia la sensacion de que su voz dejaba entrever demasiadas cosas, y es que sus llamadas eran el punto culminante de su existencia.
El suspiro.
– ?Sabes, Cathy? Uno de estos dias voy a tenerme que escapar hasta tu oficina para conocerte en persona.
Era una vieja amenaza. La primera vez que la habia hecho, ella se habia echado a temblar, pero desde entonces, habia llegado a la conclusion de que no pretendia hacerlo, y que simplemente le gustaba tomarle el pelo.
– Estoy en el septimo piso, y los de seguridad no van a dejarte entrar -contesto.
– Tengo mis metodos.
Seguro que si.
– Pura palabreria. Que duermas bien, Stone.
– Hasta manana. Buenas noches.
– Hasta manana.
Espero a que hubiera colgado el telefono y despues desconecto la linea. La luz de la consola se apago.