Ella se puso inmediatamente de pie y lo miro fijamente.

– ?Habla en serio? ?Me dejaria hacerlo?

– Creo que estas haciendo un trabajo magnifico. Eres inteligente, tienes talento y eres ambiciosa. ?Te interesa?

– Por supuesto. Podria tener dos borradores para finales de semana. ?Le parece bien?

– Claro que si. Gracias, Holly -dijo el, levantandose tambien-. Esto significa mucho para mi.

– Me siento muy excitada por la oportunidad que me da.

– Soy yo el que esta excitado. Me estoy aprovechando de ti. Eres la clase de mujer que consigue que un hombre llegue muy lejos.

Ella sonrio mientras se acercaba a Frank. Cuando estaba a pocos centimetros, se agarro la cinturilla de la falda,

– Usted es la clase de hombre que hace que una mujer este dispuesta a hacer casi cualquier cosa.

La falda cayo al suelo. Incapaz de apartar la mirada, Frank dio las gracias en silencio.

Holly no llevaba bragas.

Gracie coloco el pastel en la estanteria para que se enfriara. Realizar su trabajo estaba resultando un desafio, dado lo temperamental que era el horno con el que tenia que trabajar. Aquella era una de las alegrias que daba vivir de alquiler

– Me gusta mucho cuando un plan sale bien -dijo, contemplando con una sonrisa en los labios las multiples capas que iban a componer un elegante, pero sencillo pastel de bodas.

El articulo que habia aparecido sobre ella en la revista People y en el numero dedicado a las bodas de In Style habian convertido su pequeno negocio en la promesa de algo mucho mas importante. Por alguna razon que aun no entendia ni ella misma, los famosos la consideraban algo obligatorio en sus bodas y, algunas veces, en sus fiestas.

– No sere yo quien se queje -comento encantada, mientras abria la puerta del frigorifico en el que habia colocado todas las flores de lis que habia fecho para decorar el pastel. Trescientas cincuenta.

El diseno de la tarta, una elegante creacion en tonos blancos y dorados, era una replica de un pastel que aparecia en una pintura renacentista. La futura novia, una actriz muy famosa, adoraba todo lo antiguo y a Gracie le encantaba tener el desafio de poder hacer algo diferente a flores, palomas y corazones.

Se disponia a realizar mas adornos para el pastel cuando empezo a sonar su telefono movil. Durante un segundo, el corazon le dio un vuelco, como si aquella llamada anticipara un maravilloso acontecimiento. El problema era que no habia nadie cuya llamada pudiera resultarle tan emocionante.

Oh, si. Riley.

Al mirar la pantalla del movil, comprobo que la persona que estaba llamando era su madre, o al menos alguien desde la ferreteria.

Poco a poco, los latidos del corazon fueron tranquilizandosele y apreto el boton.

– Hola, soy Gracie -dijo.

– Hola, soy tu madre. Te llamo para confirmar la reunion sobre la boda. Estaras presente, ?verdad? Hay tanto trabajo que hacer para prepararlo todo para Vivian… Espero que tengas unas ideas geniales con toda la experiencia que tienes tu en bodas.

Gracie aun sentia los efectos secundarios de lo ocurrido la noche anterior, cuando Alexis le habia dedicado una reprimenda y se habia marchado sintiendose mas extrana que nunca.

– ?Sigue la boda adelante? -pregunto-. Vivian parecia bastante disgustada.

– Oh, esto ocurre mas o menos una vez a la semana -suspiro su madre-. Vivian es muy impulsiva. Estoy segura de que el matrimonio le ayudara a sentar la cabeza.

En opinion de Gracie, uno deberia tener la cabeza sentada antes de casarse, pero parecia ser la unica que pensaba asi.

– Claro, alli estare. ?Tengo que llevar algo?

– Solo tu paciencia. Vas a necesitarla.

Cuando la conversacion termino, Gracie apreto el boton y volvio a dejar el telefono sobre la encimera. Le habia preocupado tener que regresar a casa por una serie de razones que no habia sido capaz de articular. En aquellos momentos, podia hacer una lista muy facilmente, explicarlos e incluso ordenarlos por categorias.

En primer lugar, estaba Riley. No se trataba solo del hecho de que nadie pareciera haber olvidado lo ocurrido entre ellos, sino tambien la reaccion que ella pudiera tener ante el. Cualquiera hubiera pensado que una vida alejada de el reduciria su atractivo, pero no habia sido asi. En segundo lugar, estaba su propia familia. Alexis y Vivian eran unas completas extranas para ella, pero estaban muy unidas la una a la otra. Ella se sentia como si sobrara y no le gustaba. Por ultimo, estaba su madre. Sentia una incomodidad, una tension, pero no podia explicar por que habia ocurrido. ?Seria porque ella habia estado ausente durante tanto tiempo o habia algo mas?

Se volvio a mirar sus pasteles y arrugo la nariz. Aquel era uno de los pocos momentos en los que deseaba dedicarse a otra cosa para ganarse la vida. Algo que no le diera demasiado tiempo para pensar. Lo que necesitaba era una distraccion… una distraccion bien grande.

Riley estaba sentado en el sillon de cuero que habia sido especialmente realizado para su tio. Donovan Whitefield se habia hecho cargo del banco familiar en su treinta y cinco cumpleanos y no habia faltado ni un solo dia hasta que murio cuarenta y dos anos despues. Habia sido un hombre duro y dificil, que no se tomaba vacaciones, que no perdonaba los errores ni apreciaba las debilidades de otros.

Al menos, eso le habian dicho. Riley jamas habia conocido a su tio. Habian vivido durante casi cinco anos en la misma ciudad, pero sus caminos jamas se habian cruzado.

Riley hizo girar el sillon y miro el gran retrato que habia colgado en la pared. El despacho era espacioso y elegante, apropiado para el director de in banco. Aquello era precisamente lo que reflejaba aquella pintura. Donovan Whitefield habia sido inmortalizado de pie detras de su escritorio, mirando a la distancia, como si el futuro lo estuviera llamando.

A Riley le parecia una basura. Si pudiera bajaria el retrato y lo quemaria. Sin embargo, no podia hacerlo, al menos no hasta que hubiera ganado las malditas elecciones y todo aquello fuera suyo. Hasta entonces, tendria que seguir jugando y ello significaba compartir el despacho con un fantasma. Alguien llamo a la puerta. Esta se abrio inmediatamente.

– Buenos dias, senor Whitefield -dijo su ayudante.

– Ya le he dicho que no es necesario que llame la puerta. Jamas me va a encontrar haciendo algo sospechoso o secreto.

Diane Evans, una mujer de unos sesenta anos que llevaba toda su vida trabajando, casi ni pestaneo.

– Por supuesto, senor -respondio con una voz que indicaba que seguiria llamando hasta que se jubilara.

Riley no podia quejarse. Diane era una mujer muy eficiente y lo sabia todo sobre el banco. Si no hubiera sido por ella, Riley habria fallado en mas de una ocasion. El mundo de las finanzas era completamente nuevo para el.

Diane lo habia guiado durante los ultimos siete meses sin despeinarse.

– Han vuelto a llamar por lo del ala infantil del hospital.

Habian tenido al menos tres veces aquella conversacion y, cada una de ellas, Riley se habia negado a donar nada y le habia dado instrucciones para que no volviera a mencionarselo

– Prometio pensarlo, senor -anadio.

– No lo creo. Segun me parece recordar, le dije que el infierno se helaria antes de que yo les diera un centavo para que construyeran el ala infantil en memoria de Donovan Whitefield.

– Tal vez si yo volviera a explicarle las necesidades de esta comunidad…

– Tal vez si dejara de hablarme de este tema…

– Es por los ninos, senor Whitefield -dijo la mujer-. Ninos que no deberian tener que ir a Los Angeles para obtener el cuidado que necesitan.

Riley se imagino que se lo debia. Diane se habia quedarlo todo el tiempo que el le habia pedido y le habia ayudado en toda momento sin recordarle ni una sola vez a su abuelo.

– Lo pensare -dijo-. A condicion de que usted de llamar a la puerta y de llamarme senor Whitefield.

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